1 Pedro 1; 18-20
sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de
vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como
oro o plata,
sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin
mancha y sin contaminación,
ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero
manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,
Durante
el tiempo en que nos hallamos en país extraño y sin patria, en la gran
peregrinación de la vida, debe por una parte elevarse nuestra mirada al Padre
eterno y justo (de ahí toda nuestra voluntaria y filial sumisión), pero por
otra parte debemos también volver nuestro pensamiento al pasado, a la sangre de
Cristo que fue derramada por nuestra redención.
La especial belleza de este
pasaje reside en la palabra sabiendo. La carta no expone prolijamente que de
este pensar en la sangre de Cristo ha de resultar un entrañable amor y
agradecimiento. Se limita a mencionar los hechos. Tácitamente nos deja que
saquemos nosotros las consecuencias. ¿Cuáles son estos hechos?
La palabra griega traducida
"rescatados" aparece solamente en Lucas_24:21,
en Tito_2:14, y aquí. Se emplea la idea de pagar
el precio de rescate, para libertar al cautivo. Cristo pagó el precio del
rescate del cristiano (Lucas_4:18; Mateo_20:28;
1Timoteo_2:6). Nos compró con su sangre (1Corintios_6:20;
2Pedro_2:1; Apocalipsis_14:4).
Este es el tercer incentivo para ser santos (el
primero, ver. 16, Dios es Santo; el segundo, ver. 17, nos juzgará sin parcialidad; y el tercero, ver. 18, el rescate costoso que Cristo realizó).
El redentor paga un precio digno para reclamar
algo que previamente le había pertenecido. La humanidad cuando fue creada
pertenecía a Dios, pero por el pecado se perdió. La sangre de Cristo es el
precio de nuestro rescate, o redención. Dios nos ofrece la sangre de Cristo
como el sacrificio de sustitución y lo acepta cuando nosotros se lo ofrecemos a
él. Nuestra transacción con Dios no es, por lo consiguiente, una cuestión de
oro y plata; sino que se trata de vida y muerte. Cristo dio su sangre para
rescatarnos del pecado y de la muerte. Su sangre es un precio digno y provee un
lazo de unión indestructible entre Dios y el hombre. A través de Cristo, los creyentes
son perdonados, justificados y, por el nuevo nacimiento, renovados en la imagen
de Dios. Los hombres y las mujeres caídos sólo pueden producir las obras de la
carne. Sólo el Espíritu, a través del nuevo nacimiento, puede renovar y
recuperar aquello que la caída destruyó (Juan_3:5-6).
Para alcanzar el más alto potencial humano y tener vida abundante, debemos
aceptar a Cristo por la fe. La vida del hombre fuera de Cristo es vana, o
hueca. Se hace referencia en particular a la idolatría, pero toda la vida sin
Cristo es vana. Lo que un pueblo recibe de sus antepasados se constituye la
"cultura" de ese pueblo. La cultura es el conjunto de los conceptos,
prácticas, tradiciones, costumbres y filosofías (maneras de ver las cosas) que
implanta el tiempo. Hay cosas buenas en todas las culturas (porque hay en parte
respeto por las cosas reveladas de Dios
Romanos_2:14-15), pero hay cosas malas
con que el cristiano de una dada cultura no puede compartir. Se libra de tales
cosas, siguiendo la mente de Cristo (Efesios4:19-20).
Hay hermanos que tratan de justificarse en ciertas prácticas y actitudes, que
son de su cultura, diciendo: "Pues así somos nosotros,” o “así hacemos en
tal y tal parte". Hacen cosas contra la ley de Cristo, que no aprendieron
a Cristo, pero no sienten nada, porque se dejan llevar por "la
cultura". Dice Pedro que estas cosas malas las recibimos de nuestros
padres (por la cultura), y que el cristiano ha sido redimido de ellas.
Por ejemplo hay quienes mienten para evitar
"ofender" a la persona, porque la cultura dice que
"ofender" (es decir, lastimar sentimientos) es el pecado
imperdonable. Hay quienes toman el nombre de Dios en vano, usando expresiones
de costumbre, sin pensar en lo que están diciendo. Lo dicen porque es lo que se
oye decir comúnmente. Lo dicen sin pensar. Hay otros muchos ejemplos de lo que
Pedro llama "la vana manera de vivir recibida de los padres" (la
cultura). El hombre sigue su cultura porque está "habituado" (1Corintios_8:7) por la práctica que comenzó en su
infancia.
Otro
mal consiste en que se tiende a juzgar (condenar) a los de otras culturas,
midiéndoles por su propia cultura (o manera de ver y hacer las cosas). Para él
no hay cultura como la suya (aunque no lo diría en tantas y cuantas palabras).
Por ejemplo: si otros se visten de diferente manera que los de esta cultura,
aunque sea ropa modesta siempre se condena por no ser de esta cultura. En este
caso (hablo de cristianos) la enseñanza de Cristo no es la norma de medida,
sino la cultura de la persona. Se olvida que ¡Cristo no se vestía de pantalón y
camisa (con o sin corbata)!
A
mi juicio los que predican y enseñan debemos dar más atención a este asunto
de "la cultura". ¡La cultura no es la norma del cristiano! El
evangelio de Cristo no impone ninguna cultura en los demás (el judío podía
seguir circuncidando a sus hijitos, y el gentil comiendo todas las carnes);
dirige solamente al que quiera ser salvo al abandonar la vana manera de vivir
recibida de los padres, para andar en la santidad de Dios.
El precio de redención fue más grande en valor
que el valor del oro y de la plata corruptibles. Como el cautivo redimido amará
muchísimo al que le rescata, así los cristianos debemos amar con todo nuestro
corazón al que nos redimió del pecado con el precio de su sangre, y hacer su
voluntad, viviendo en santidad.
La sangre de Cristo, el Hijo de Dios, desde
luego, es de mucho más valor que el oro y la plata, cosas corruptibles a pesar
de su precio comercial. Era del "cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo" (Juan_1:29) (Hechos_20:28; Apocalipsis_13:8).
Jesucristo en su vida sobre esta tierra nunca
pecó (Hebreos_4:15), y por eso su sacrificio fue
sin mancha y sin contaminación.
Cristo era conocido de antemano por Dios de que
sería su "cordero" para quitar el pecado del mundo (Juan 1:29). Antes de que fuera hecho el mundo físico,
Dios había ideado el plan de salvación para el hombre. Cristo no fue
manifestado al mundo pecador en el tiempo del propósito de Dios de salvar al
pecador. Cristo vino al mundo a darse en sacrificio por el pecado "en el
cumplimiento del tiempo" (Gálatas_4:4)
Cristo
fue destinado, preparado, por Dios para ser el Cordero redentor (Juan_1:29) a favor de Sus elegidos desde antes de
la fundación del mundo según Su presciencia. Esto fue hecho en conformidad con
el propósito y plan eterno de Dios, y no por casualidad. Por eso, en la
perspectiva eterna de Dios, Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo (Apocalipsis_13:8), es decir, desde la caída del
hombre, la cual es parte del mundo.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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