Habacuc 2; 2-4
Y el SEÑOR me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala
en tablas, para que corra el que leyere en ella.
Aunque la visión es aún para un tiempo señalado, mas al fin hablará, y no mentirá; aunque se
tardare, espéralo, que sin duda vendrá; espéralo.
He aquí, se enorgullece aquel cuya alma no es derecha en él; mas
el justo en su fe vivirá.
(Versión La Biblia de Casiodoro de Reina 1569)
Los profetas del Antiguo
Testamento a menudo se comparan, mientras esperan con diligente paciencia las
revelaciones de Jehová, a centinelas que sobre alguna elevación vigilan con ojo
atento todo lo que viene al alcance de la vista. Eran los atalayas por
excelencia. El puesto de atalaya” significa el retiro de toda el alma de lo
terreno y su afianzamiento en las cosas celestiales. Habiendo concluido su
interrogatorio, Habacuc se queda en guardia como un centinela a la espera de la
respuesta de Dios. La fe de Habacuc en Dios se
justifica cuando Dios responde a su perplejidad. Esto significa que Dios toma
en consideración las preguntas honestas. Sin embargo, la revelación no es
solamente para el consuelo de Habacuc, sino para todos los que finalmente
sufren en manos de Babilonia. Las buenas nuevas de una liberación final deben
ser publicadas de tal manera que sean claramente visibles a los que pasen.
Hablando Dios, no al oído exterior del profeta, sino interiormente. Cuando hayamos orado a
Dios, deberemos observar qué respuestas da Dios, por su palabra, por su
Espíritu, por sus providencias.
A Habacuc se le pide grabar su mensaje en
tablas, el medio común de escritura en Babilonia. Las tablas estaban hechas
de barro (que cuando era horneado se volvía como piedra), de marfil o de
madera. Esas tablas serían recordatorios duraderos de que la palabra de Dios se
cumpliría al fin.
Dios le manda escribir en caracteres grandes y legibles en tablas de
madera de boj cubiertas de cera, sobre las cuales se grababan asuntos
nacionales con una pluma de hierro, y después se colgaban a la vista del público,
en casa del profeta mismo, o en el templo, para que los que pasaban las
leyeran. De tal modo qué: “tan legible que
cualquiera que la leyere corra para decir a cuantos le sea posible las buenas
nuevas de la destrucción del enemigo y de la liberación de Judá.
“Corra,” es equivalente a anunciar
la revelación divina (Jeremías_23:21);
como cada uno que llega a informarse de un mensaje divino está obligado a correr, es decir, usar todos los
recursos para hacerlo conocer a otros. Incluso internet, o las redes sociales. Toda
la historia está en las manos de Dios, que la mueve inexorablemente hacia el
día culminante del Señor. La fe en Dios lo empuja a uno a no irritarse por las
tardanzas aparentes, porque son ilusorias. Las promesas de Dios ciertamente
vendrán (2 Pedro. 3:3-9) en su propio tiempo.
Señalando la causa por qué ésta debe ser puesta por escrito: porque su cumplimiento pertenece al futuro. Aunque
el tiempo establecido por Dios para el cumplimiento es futuro, debiera bastar
para vuestra fe el que Dios la haya hablado (Lamentaciones_3:26)
Los judíos incrédulos cuya alma no es derecha, no son tenidos
por rectos en los ojos de Dios; en antítesis a “vivirá.” Así en Hebreos_10:38, el cual con inspirada autoridad da
el sentido general al caso particular que San Pablo tenía en vista: “Si alguno
se retirare (el resultado de “enorgullecerse” con presuntuosa arrogancia) no
agradará a mi alma.
El judío creyente, aunque la promesa tarde, la
esperará; el incrédulo “se volverá atrás,” como expresa Hebreos_10:38. El sentido que concuerda mejor con el contexto
es que el caldeo, aunque por un tiempo parece prosperar, con todo siendo
ensalzado con arrogante incredulidad (Hebreos_1:11,
Hebreos_1:16), no es derecho; eso es, no tiene recta estabilidad de alma que confíe en Dios, para
asegurar la permanencia de la prosperidad; por tanto, aunque por un tiempo
ejecute los juicios de Dios, al fin se “enorgullece” como para atribuir a su propio
poder lo que es la obra de Dios, y en este sentido “se retira”, convirtiéndose
así en un tipo de los apóstatas, que con eso incurren en el desagrado de Dios.
El arrogante babilonio está envanecido de
orgullo. Embriagado por el pillaje de la conquista y la rapacidad,
insaciablemente codicioso, ha abandonado las normas comunes de la decencia y de
la integridad moral. Se contrasta a los malvados y arrogantes babilonios con
los justos y fieles entre el pueblo de Dios. Así mismo, la naturaleza
transitoria y el carácter inestable de quien busca en sí mismo el sentido de la
vida, frente a la estabilidad y la confianza que posee aquel que pone su vida
en manos de Dios.
El Talmud judío afirma: «Moisés le dio a Israel
613 mandamientos. David los redujo a 10, Isaías a 2, pero Habacuc sólo a: El
justo por su fe vivirá».
En contraste con el orgullo falso y perverso está
el justo, uno que es recto. Sus hechos se conforman a la voluntad
revelada de Dios y son un crédito para él y un modelo para el mundo. La palabra
hebrea tiene un significado amplio, incluyendo la condición de ser justificado,
vindicado ante Dios mismo (Isaías 53:11). El
justo en Judá no solamente actuará rectamente; su justicia será reconocida por
Dios.
La vida para el recto es dirigida por su fe,
en agudo contraste con la codicia que controla al malvado. Esta palabra también
tiene un uso muy amplio, desde la confianza en seres humanos (Éxodo 19:9) o confiar en Dios y en sus promesas (Génesis 15:6), hasta una confianza que motiva a
uno a la obediencia, siendo responsable o fiel en su conducta (2 Reyes 12:15), aun hasta mostrar perseverancia
en tiempos de prueba. Los dos últimos usos, los más comunes para esta palabra,
se traducen mejor como “fidelidad”, y hasta “integridad”. Estos dos muestran
una íntima correspondencia entre un compromiso y el verdaderamente llevar a
cabo la acción.
Este es el primer paso al reino de Dios: la
justificación a los ojos de Dios mediante la fe en el evangelio de su Hijo (Romanos 3:22; 5:1). Gálatas
3:11 contrasta la obediencia a Dios como un requisito legalista que no
puede justificar a nadie de un compromiso fiel a él que resulta en el don
inmerecido de la vida. Hebreos 10:38 presenta
la fuerza del llamamiento a perseverar, viviendo en fiel obediencia a la
voluntad de Dios en tiempos de prueba personal.
¡Maranata!
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