1. A aquellos de los escogidos que se convierten cuando ya
son adultos, habiendo vivido por algún tiempo en el estado natural,1 y habiendo servido en el mismo a diversas
concupiscencias y placeres, Dios, al llamarlos eficazmente, les da
arrepentimiento para vida.2
1.
Tit. 3:2-5.
2. 2
Cr. 33:10-20; Hch. 9:1-19; 16:29,30.
2. Si bien no hay nadie que haga el bien y no peque,1 y los mejores hombres, mediante el poder y el engaño
de la corrupción que habita en ellos, junto con el predominio de la tentación,
pueden caer en grandes pecados y provocaciones,2
Dios, en el pacto de gracia, ha dispuesto misericordiosamente que los creyentes
que pequen y caigan de esta manera sean renovados mediante el arrepentimiento para
salvación.3
1. Sal.
130:3; 143:2; Pr.20:9; Ec. 7:20.
2. 2
S. 11:1-27; Lc. 22:54-62.
3. Jer.
32:40; Lc. 22:31,32; 1 Jn. 1:9.
3. Este arrepentimiento para salvación es una gracia
evangélica1 por la cual una persona a quien el
Espíritu hace consciente de las múltiples maldades de su pecado,2 mediante la fe en Cristo3
se humilla por él con una tristeza que es según Dios, lo abomina y se aborrece
a sí mismo, ora pidiendo el perdón y las fuerzas que proceden de la gracia,4 con el propósito y empeño, mediante la provisión del
Espíritu, de andar delante de Dios para agradarle en todo.5
1. Hch. 5:31;
11:18; 2 Ti. 2:25.
2. Sal. 51:1-6;
130:1-3; Lc. 15:17-20; Hch. 2:37,38.
3. Sal. 130:4; Mt.
27:3-5; Mr. 1:15.
4. Ez. 16:60-63;
36:31,32; Zc. 12:10; Mt. 21:19; Hch. 15:19; 20:21; 26:20; 2 Co. 7:10,11; 1 Ts.
1:9.
5. Pr. 28:13;Ez.
36:25; 18:30,31; Sal. 119:59,104,128; Mt. 3:8; Lc. 3:8; Hch.26:20; 1 Ts. 1:9.
4. Puesto que el arrepentimiento ha de continuar a lo largo
de toda nuestra vida, debido al cuerpo de muerte y sus inclinaciones,1 es por lo tanto, el deber de cada hombre
arrepentirse específicamente de los pecados concretos que conozca.2
1. Ez. 16:60; Mt.
5:4; 1 Jn. 1:9.
2.
Lc. 19:8; 1 Ti. 1:13,15.
5. Tal es la provisión que Dios ha hecho a través de Cristo
en el pacto de gracia para la preservación de los creyentes para salvación que,
si bien no hay pecado tan pequeño que no merezca la condenación,1 no hay, sin embargo, pecado tan grande que acarree condenación
a aquellos que se arrepienten, lo cual hace necesaria la predicación constante
del arrepentimiento.2
1.
Sal. 130:3; 143:2; Ro. 6:23.
2.
Is. 1:16-18; 55:7; Hch. 2:36-38.
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