} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 1 Diciembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

viernes, 1 de diciembre de 2017

1 Diciembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

 Salmo 102; 19-20
Porque miró desde lo alto de su santuario;
Jehová miró desde los cielos a la tierra,
Para oír el gemido de los presos,
Para soltar a los sentenciados a muerte;

Consciente de la omnipotencia divina y de la fidelidad de Yahvé a sus promesas, el salmista acude a su Dios para que se alce como supremo Juez a hacer justicia a su pueblo humillado. Ha llegado el tiempo propicio para dar cumplimiento a las promesas hechas a su pueblo a través de sus profetas. Y, por otra parte, el plazo del exilio se ha cumplido, conforme a los antiguos vaticinios. Otra razón de índole sentimental que debe mover a Dios a intervenir en favor de Israel es que sus siervos — los judíos — sienten veneración por las piedras de la ciudad santa, donde en otro tiempo moraba Yahvé, y se acuerdan compasivamente de sus ruinas, que ansiosamente desean restaurar. Por otra parte, la restauración de Jerusalén señalará el momento de la conversión de los pueblos gentiles. La manifestación poderosa de Yahvé en favor de su pueblo les abrirá los ojos, y le reconocerán entonces como Dios único. Es éste un pensamiento que aparece reiteradamente en la segunda parte del libro de Isaías.
La reedificación de Sion señalará una nueva era en la vida de Israel y de las naciones. Esta restauración de la ciudad santa será la manifestación de la gloria o poder de su Dios, que ha aceptado la plegaria de los despojados, o israelitas humillados y desterrados de su tierra. Este nuevo portento será recordado a las generaciones futuras y dará lugar a la formación o creación de un nuevo pueblo (el texto hebreo dice literalmente: “y un pueblo creado alabará...”) que estará vinculado permanentemente a su Dios, al que sin cesar alabara. Es la perspectiva de “los cielos nuevos y la tierra nueva” de que se habla en Isaías_65:17. El nuevo orden de cosas traerá una transformación de la naturaleza y dé los corazones. La perspectiva, en el fondo, es mesiánica, ya que el salmista alude a la conversión de los pueblos paganos, que acudirán en masa a Jerusalén, conforme a los antiguos vaticinios.




Lucas 4; 18
El Espíritu del Señor está sobre mí,
Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres;
Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
A pregonar libertad a los cautivos,
Y vista a los ciegos;
A poner en libertad a los oprimidos;

No tenemos más que leer el pasaje de Isaías que leyó Jesús para darnos cuenta de la diferencia que había entre Jesús y Juan el Bautista. Juan era un predicador del juicio, y su mensaje debe haber hecho estremecerse de terror a sus oyentes. Pero lo que Jesús trajo fue un evangelio -una Buena Noticia. Jesús también sabía de la ira de Dios; pero sabía que es la ira del amor.
Debemos observar, además, ¡cuán clara fue la manifestación que hizo nuestro Señor a la congregación de Nazaret respecto de su misión! Se nos refiere que  escogió el pasaje del libro de Isaías, en que dicho profeta predijo la naturaleza de la obra que el Mesías había de ejecutar cuando viniese al mundo. Leyó como  fue predicho que El "predicaría el Evangelio a los pobres"--cómo iba a ser enviado para "sanar a los quebrantados de corazón," para "publicar a los cautivos  redención," y a los ciegos vista, y "libertad a los oprimidos," y cómo había de "anunciar que había llegado para todo el mundo el año de jubileo." Y cuando  nuestro Señor hubo leído esta profecía, dijo a la multitud que lo rodeaba, que él mismo era el Mesías de quien se escribieron estas palabras, y que en él y en  Su Evangelio estaba para cumplirse el maravilloso contenido del pasaje.
Fácil es comprender que la elección que hizo nuestro Señor de este pasaje de Isaías no fue casual. Deseaba imprimir en el ánimo Judíos que lo oían el  verdadero carácter del Mesías, a quien el sabía que todo Israel estaba esperando entonces. Sabía que ellos esperaban era un rey temporal, que los libertase de  la dominación romana, y los elevase otra vez al primer las naciones; y quería hacerles comprender que tales esperanzas eran prematuras a la vez que erradas. Tengamos cuidado de saber bajo qué punto de vista es que particularmente debemos contemplar a Cristo. Es bueno y justo reverenciarlo como verdadero  Dios. Es bueno reconocerlo como el Ser supremo que todo lo dirige; como Profeta Poderoso; Juez universal, Rey de reyes. Más es preciso no hacer alto aquí,  si queremos ser salvos. Es preciso reconocer a Jesús como Protector de los pobres de espíritu, como Médico de los de corazón contrito, como Libertador de las  almas que están en cautiverio. Estas son las principales y altas funciones que vino a desempeñar en la tierra.

Juan 8; 36
Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.

Cristo habló de libertad espiritual, pero los corazones carnales no sienten otros pesares aparte de los que molestan al cuerpo y perturban sus asuntos mundanos. Si se les habla de su libertad y propiedad, del despilfarro perpetrado en sus tierras o del daño infligido a sus casas, entenderán muy bien, pero si se les habla de la esclavitud del pecado, de la cautividad con Satanás y de la libertad por Cristo, del mal hecho a sus preciosas almas, y el riesgo de su bienestar eterno, entonces usted lleva cosas raras a sus oídos. Jesús les recordó claramente que el hombre que practica cualquier pecado es, efectivamente, un esclavo de pecado, como era el caso de la mayoría de ellos. Cristo nos ofrece libertad en el evangelio; tiene poder para darla, y aquellos a quienes Cristo hace libres, realmente lo son. Sin embargo, a menudo vemos a las personas que debaten sobre libertades de toda clase mientras son esclavos de alguna lujuria pecaminosa.

Pablo daba gracias a Dios porque el cristiano era libre de la esclavitud del pecado (Romanos_6:17-20).
Aquí hay algo muy interesante y muy sugestivo. A veces, cuando se le dice a uno que está haciendo algo malo, o se le advierte para que no lo haga, su respuesta es: « ¿Es que no puedo hacer lo que me dé la gana con mi propia vida?» Pero la verdad es que el pecador no está haciendo su voluntad, sino la del pecado. Una persona puede dejar que un hábito la tenga en un puño de tal manera que no pueda soltarse. Puede dejar que el placer la domine tan totalmente que ya no se pueda pasar sin él. Puede dejar que alguna auto licencia se adueñe de tal manera de ella que le resulte imposible desligarse. Puede llegar a tal estado que, al final, como decía Séneca, odia y ama su pecado al mismo tiempo. Lejos de hacer lo que quiere, el pecador ha perdido la capacidad de hacer su voluntad. Es esclavo de sus hábitos, auto licencias, seudoplaceres que le tienen dominado. Esto es lo que Jesús quería decir. Ninguna persona que peca se puede decir que es libre.
Entonces Jesús hace una advertencia velada, pero que sus oyentes judíos comprenderían muy bien. La palabra esclavo le recuerda que, en cualquier casa, hay una enorme diferencia entre un esclavo y un hijo. El hijo es un residente permanente de la casa, mientras que al esclavo se le puede echar en cualquier momento. En efecto, Jesús les está diciendo a los judíos: «Vosotros creéis que sois hijos en la casa de Dios y que nada, por tanto, os puede arrojar de vuestra posición privilegiada. Tened cuidado; por vuestra conducta os estáis poniendo en el nivel del esclavo, y a éste se le puede arrojar de la presencia del amo en cualquier momento.» Aquí hay una amenaza. Es sumamente peligroso comerciar con la misericordia de Dios, y eso era lo que los judíos estaban haciendo. Aquí hay una seria advertencia para nosotros también.

¡Maranata!¡Sí, ven Señor Jesús!


No hay comentarios:

Publicar un comentario