Jeremías 23; 24
¿Se ocultará alguno, dice Jehová,
en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la
tierra?
Dios es tanto trascendente
como inmanente, y sabe cómo los profetas engañan al pueblo, invocando falsas
revelaciones y sueños. Por lo general, Dios habla a sus profetas directamente (Isaías_8:1), o a través de una visión (Isaías_1:11-13; Isaías 6:1),
pero también se vale a veces de los sueños. Jeremías acusa a los profetas de hacer pasar sus palabras como
palabra de Dios, o repetir las de otros como si fueran una revelación divina.
De male derivan aquellas
palabras hebreas que se relacionan con la plenitud o con el cumplimiento de una
promesa. Algunas de sus aplicaciones son: llenar algo hasta el borde (2Reyes_4:6); lograr que algo esté saturado (como
estaba Neftalí: «lleno» de las bendiciones del Señor, Deuteronomio_33:23);
el cumplir nuestra palabra, es decir, declarar que uno hará algo y hacerlo (1Reyes_2:27). Dios promete llenar la tierra con el
conocimiento de su gloria (Numeros_14:21; Habacuc_2:14).
Male es la palabra que se usa en el Antiguo Testamento para describir la
plenitud del Espíritu de Dios (Exodo_31:3; Miqueas_3:8).
Lucas 16; 15
Entonces les dijo: Vosotros sois
los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios
conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime,
delante de Dios es abominación.
Los fariseos actuaban píamente para que otros los admiraran, pero Dios
sabía lo que había en sus corazones. Consideraban que la riqueza mostraban la
aprobación de Dios. El Señor detestó sus posesiones porque motivaron el abandono de su
verdadera espiritualizad. Tal vez la prosperidad gane el favor de la gente, pero
nunca sustituirá la devoción ni el servicio a Dios.
Los fariseos, aficionados al dinero, aseguran su vida mediante las
riquezas, y su existencia delante de Dios mediante «obras de justicia»: no
olvidan la ley y hacen buenas obras. Se tienen por justos y están convencidos
de que también Dios aprueba este dictamen. Por sus riquezas reconocen que Dios
confirma su parecer. Jesús, en cambio, desbarata este juicio y este modo de
pensar, destruye su seguridad, reduce a escombros su construcción religiosa, tras
la que se atrincheran. Dios mira al corazón, a las intenciones de que proceden
las obras. No buscan a Dios, sino su honra, se buscan a sí mismos (Mateo_16:1-18). Al que Dios hace justo, ese es justo
en verdad. Ahora bien, Dios sólo hace justo al que es pequeño ante Dios. Lo que
es alto entre los hombres, es abominación ante Dios, impuro y repugnante como
un ídolo. «El hombre será humillado, abatidos los varones, y bajados los ojos
altivos» (Isaías 15:5). Por Jesús invierte Dios
el juicio de los fariseos: «Gloríese el hermano humilde en su exaltación, y el
rico en su humillación, porque pasará como flor de heno» (Santiago_1:9 s). La primera bienaventuranza del sermón
de la montaña resuena en estas palabras: «Bienaventurados los pobres» (Santiago_6:20), «Bienaventurados los pobres en el
espíritu» (Mateo_5:3).
Cuando nuestro Señor habló así, los fariseos codiciosos recibieron con
desprecio sus instrucciones, pero Él les advirtió que lo que ellos contendían
si fuera la ley, era una lucha sobre su significado: esto muestra nuestro Señor
en un ejemplo referido al divorcio. Hay muchos predicadores charlatanes pertinaces codiciosos
que favorecen la forma de piedad y que son los enemigos más enconados de su
poder, y tratan de poner a los demás en contra de la verdad.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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