2 Pedro 3; 9
El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen
por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno
perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento.
Podemos ver en este
pasaje que el tiempo debe considerarse siempre como una oportunidad. Como Pedro
lo veía, los años que Dios le dio al mundo fueron una nueva oportunidad para
que las personas se arrepintieran y se volvieran a Él. Cada nuevo día es un don
de la misericordia de Dios. Es una oportunidad para desarrollarnos; para
prestar algún servicio a nuestros semejantes; para dar un paso que nos acerque
más a Dios.
El punto de Pedro es que con el Señor no hay indiferencia en cuanto a
la promesa. El Señor sí cumplirá su promesa, a pesar de la supuesta demora. El
es paciente porque quiere dar tiempo para el arrepentimiento. ¡Es que nos ama!
Algunos dan una interpretación equivocada a la supuesta tardanza.
Según el hombre considera el tiempo, Dios es lento. Dios pudo haber parecido
muy lento para estos creyentes cuando afrontaban la persecución cada día y
anhelaban ser librados. Pero Dios no es lento y no actúa de acuerdo con nuestra
medición del tiempo (Salmos_90:4). Jesucristo
está esperando que más pecadores se arrepientan y se vuelvan a Él. No debemos
sentarnos a esperar el regreso de Cristo, sino vivir con la consigna de que el
tiempo es corto y tenemos una tarea importante que realizar: predicar el
Evangelio.
Tú que lees esto, debes estar listo para encontrarte con Cristo en
cualquier momento; sin embargo, planifica los pasos de tu servicio como si
demorara varios años más en volver.
¿Quiénes son los
"algunos" de esta frase? Son
los burladores; otros, los hermanos inquietados por ellos y quienes ahora no
pueden dar una explicación de la demora considerada "larga" de la
segunda venida de Cristo.
Dios esperó ciento veinte años entre la promesa y el diluvio (Génesis_6:3), pero siempre cumplió. Dios usa al tiempo
para servir sus propósitos de gracia. Dios no quería ni siquiera que los
gnósticos perecieran. Dándoles tiempo, Dios les mostraba su amor. La idea es
que Dios quiere que el hombre pecador vaya al arrepentimiento
Dios permite que el hombre se arrepienta (Hechos_11:18);
invita a todo pecador (Apocalipsis_22:17;
Marcos_16:15-16). Pero el pecador tiene que moverse hacia el
arrepentimiento; tiene que venir a Él, proceder a Él. carácter misericordioso de Dios. Aunque la
maldad humana reclama acción inmediata, Dios contiene su justa ira y retarda el
día del juicio.
Lo que los hombres cuentan como tardanza, es paciencia, y es a favor
de nosotros; es para dar más tiempo a su pueblo para que avance en conocimiento
y piedad, y en el ejercicio de la fe y la paciencia, para que abunde en buenas
obras, haciendo y sufriendo aquello para lo que son llamados, para que puedan
dar gloria a Dios. Por tanto, pongamos en nuestros corazones que ciertamente
seremos llamados a dar cuenta de todas las cosas hechas en el cuerpo, sean
buenas o malas.
Pedro podría estar parafraseando: Que el andar humilde y diligente
ante Dios y el juicio frecuente de vosotros mismos muestren vuestra firme fe en
el juicio futuro, aunque muchos vivan como si absolutamente nunca tuvieran que
rendir cuentas. El día llegará cuando los hombres estén seguros y no tengan la
esperanza del día del Señor. Los majestuosos palacios y todas las cosas
deseables que buscan los hombres mundanos, y en las cuales ponen su felicidad,
serán quemadas; todas las clases de criaturas que Dios ha hecho y todas las
obras de los hombres deben pasar por el fuego, que será fuego consumidor para
todo lo que el pecado haya traído al mundo, aunque será fuego purificador para
las obras de la mano de Dios. ¿Qué será de nosotros si ponemos nuestros afectos
en esta tierra y la hacemos nuestra porción, aunque vemos que todas estas cosas
serán quemadas? Por tanto, ¡asegurémonos de la felicidad más allá de este mundo
visible!
Dios, dice Pablo,
ha encerrado a todos juntos en la incredulidad para poder tener misericordia de
todos (Romanos_11:32).
Le dice a Timoteo en una frase estupenda que Dios quiere que todos los
hombres se salven (Timoteo
2:4). Ezequiel oye
preguntar a Dios: "¿Acaso quiero yo la muerte del impío, y no más bien que
se vuelva de su camino y viva?" (Ezequiel_18:23).
Isaías 55; 3
Inclinad vuestro oído, y venid a
mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las
misericordias firmes a David.
El pacto que hizo Dios con el rey David fue la
promesa de una tierra permanente para los israelitas, donde no habría ninguna
amenaza de naciones paganas, ni guerra (2Samuel_7:10-11).
Pero Israel no cumplió con su parte del pacto de obedecer a Dios y permanecer
apartados de los ídolos. Aun así, Dios estaba dispuesto a renovar su pacto una
vez más. ¡Él es un Dios perdonador!
Nuestras necesidades son incontables y nada
tenemos que las satisfaga; si Cristo y el cielo son nuestros, nos veremos por
siempre endeudados a la libre gracia. Escuchad con diligencia; que se abata el
corazón orgulloso; no sólo vaya, sino acepte la oferta de Dios. Toda la riqueza
y el placer del mundo no darán consuelo y contento firmes al alma. No
satisfacen ni siquiera los apetitos del cuerpo, porque todo es vanidad y
aflicción. Que los desencantos con que nos topamos en el mundo nos ayuden a
impulsarnos hacia Cristo y a buscar la satisfacción sólo en Él. Entonces, y no
antes, encontraremos reposo para nuestra alma. Oíd y vivirá vuestra alma. ¡Con
qué términos claros se nos ofrece la felicidad! -Por misericordias firmes a David
tenemos que entender al Mesías. Todas sus misericordias son misericordias del
pacto; son compradas por Él, son prometidas en Él y nos son dispensadas de su
mano. No sabemos encontrar el camino a las aguas, pero Cristo es dado para ser
Líder, Capitán, para mostrarnos qué hacer y capacitarnos para hacerlo. Nuestro misión
es obedecerle y seguirle. Nadie puede ir al Padre sino por Él. Él es el Santo
de Israel, fiel a todas sus promesas; Él ha prometido glorificar a Cristo
dándoles a los gentiles por heredad. Extiende la invitación a un
plano totalmente personal, comprometiendo a la mente y a la voluntad y
atrayendo a los oyentes al pacto, para participar en la misión universal
del Mesías.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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