Hebreos 13; 16
Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis;
porque de tales sacrificios se agrada Dios.
Como estos cristianos judíos, debido a su testimonio en favor del
Mesías, no pudieron seguir adorando con otros judíos, debían considerar la
alabanza y los actos de servicio como sus sacrificios; los que podían ofrecer
en todo lugar, en todo tiempo. Eso debiera recordarles las palabras del profeta
Oseas: "Quita toda inmundicia y acepta el bien, y te ofreceremos la
ofrenda de nuestros labios" (Oseas_14:2).
Un "sacrificio de alabanza" hoy podría incluir: gratitud a Cristo por
su sacrificio en la cruz y el decírselo a otros. Agradan a Dios sobre todo los
actos de bondad y de ayuda mutua, aun cuando pasen inadvertidos para los demás.
Como sacerdotes de Dios (Apocalipsis_1:6),
los creyentes ofrecen sacrificio de
alabanza a Dios y comparten servicios de amor a los demás. El fruto de labios recuerda el hecho de
que en la misma forma que Dios prolonga por medio de los frutos la vida de la
plantas, así el Espíritu Santo extraerá nuevas alabanzas de adoración a Dios de
nuestros labios y de todo nuestro ser.
Hacer el bien y compartir
con otros es también culto aceptable porque tales sacrificios agradan a Dios (Santiago. 1:26, 27). Tales sacrificios no deben
ser considerados como una forma de cultivar el favor de Dios, dado que la
adoración cristiana tiene el propósito de expresar gratitud por el amor que él
nos mostró primero. Aunque es obvio que el autor está preocupado antes que nada
por las expresiones prácticas del compañerismo entre cristianos, también hay
muchas oportunidades de servir en sus necesidades a los que están fuera de la
fraternidad cristiana.
Proverbios 19; 17
A Jehová presta el que da al pobre,
Y el bien que ha hecho, se lo
volverá a pagar.
Aquí aparece quizás la más clara expresión de la identificación de
Dios con las necesidades de los pobres. La ayuda que éstos reciben se convierte
en deuda divina ante quien la concede.
Dios se identifica con el pobre al igual que Jesús lo hace en Mateo_25:31-46. Como nuestro Creador, Dios nos valora,
sin importar si somos ricos o pobres, así nosotros tendríamos que vivir, importándonos sólo compartir el tesoro que hemos recibido por gracia. Cuando ayudamos a los pobres, mostramos
honor tanto al Creador como a su creación. Dios acepta nuestra ayuda como si se
la hubiéramos ofrecido directamente a Él.
Dios ha elegido al pobre de este mundo para que sea rico en fe y
heredero de su reino.
Marcos 12; 41-42
Estando Jesús sentado delante del
arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos
ricos echaban mucho.
Y vino una viuda pobre, y echó dos
blancas, o sea un cuadrante.
En el templo había varias arcas donde la gente podía echar el dinero.
Algunas eran para recoger el impuesto del templo que debían pagar los hombres
judíos; las otras eran para ofrendas voluntarias. Quizás estas arcas estaban en
el atrio de las mujeres.
Jesús ahora no está enseñando, sino está sentado en cierta parte del
templo, y observa con cuidado el acto de ofrendar de parte del pueblo. Ve que
muchos ricos echan mucho al recipiente de monedas metálicas.
Esta moneda fue la más pequeña acuñada por los griegos. Dos de ellas
valían un cuadrante, equivalente a la 64
parte de un denario. El denario representaba el sueldo de un día de
trabajo (Mateo_20:2). A los ojos del Señor, esta pobre viuda dio
más que todos los demás juntos, a pesar de que su ofrenda fue por mucho la más
pequeña. El valor de una ofrenda no lo determina la cantidad, sino el espíritu
con que se da. Una ofrenda que se da a regañadientes o por buscar
reconocimiento pierde todo su valor. Cuando usted dé, recuerde: las ofrendas de
cualquier cantidad agradan a Dios cuando se dan con gratitud y espíritu de
generosidad.
Aprendamos, en estos versículos, cuan agradable es a
Cristo el sacrificio que se hace al dar con liberalidad. Esta lección nos la da
de una manera muy efectiva el Señor al
recomendar la acción de una pobre viuda. Se nos dice que "miraba como el
pueblo echaba" las contribuciones voluntarias que hacía para el servicio de Dios en el arca de la ofrenda.
“Vio" a muchos que eran ricos echar mucho. "Al fin vio a esa pobre
viuda echar todo lo que tenía para su
sustento diario. Y entonces le oímos pronunciar estas solemnes palabras:
"Esta pobre mujer ha echado más que todos:" más en concepto de Aquel
que no considera tan solo la suma que se
da, sino los recursos del donante; no solamente la cantidad con que se
contribuye, sino los motivos y el corazón del
contribuyente.
De las palabras de nuestro Salvador estas son las
que más se pasan por alto. Hay millares de personas que recuerdan todos sus
discursos doctrinales, y olvidan, sin
embargo, este pequeño incidente de su ministerio terrestre. Pruebas de ello
tenemos en las mezquinas y pobres contribuciones que se hace anualmente a
la iglesia de Cristo y que han de
aplicarse al bien del mundo. Pruebas tenemos de ello en las miserables y cortas
entradas de todas las sociedades misioneras, en
proporción de la riqueza de las iglesias. Pruebas de ello tenemos en las
largas listas anuales de suscritores complacidos que se inscriben con cinco perras, cuando podrían dar miles. La parsimonia de
los que hacen profesión de cristianos, en todo lo que se refiere a Dios y a la
religión, es uno de los pecados más
escandalosos de la época, y uno de los peores signos de los tiempos. Los
donantes a la causa de Cristo forman una pequeña fracción de la iglesia
visible.
Probablemente uno de cada veinte bautizados sabe lo
que es ser "rico para con Dios." Lucas 12.21.
La mayoría gasta miles cuando de ellos se trata, y no da ni un céntimo a Cristo.
Lamentemos este estado de cosas, y reguemos a Dios
que lo enmiende. Supliquémosle que abra los ojos de los hombres, que despierte sus corazones, y que suscite en
ellos un espíritu de liberalidad. Sobre todo, hagamos cada uno de nosotros nuestro deber, y demos liberal y alegremente
para toda empresa cristiana mientras podamos; que no podremos dar cuando nos muramos. Demos recordando que Cristo
tiene sus ojos fijos en nosotros. Aun ve exactamente lo que cada cual da,
y sabe exactamente cuánto se reserva. Sobre
todo, demos como los discípulos de un Salvador crucificado, que se dio a Sí mismo por nosotros en la cruz... Libremente
hemos recibido, libremente demos.
¡Maranata! ¡Si, ven Señor Jesús!
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