} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 31 Diciembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

domingo, 31 de diciembre de 2017

31 Diciembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)


  Gálatas 4; 4-6
Mas venido el cumplimiento del tiempo, Dios envió su Hijo, nacido de mujer, nacido súbdito de la ley,
para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Y por cuanto sois hijos, Dios envió el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual clama: Abba, Padre.

Por siglos los judíos se preguntaban cuándo vendría el Mesías, pero el tiempo de Dios fue perfecto.  .
La dispensación del evangelio es el último tiempo, la última dispensación. Desde el día de Pentecostés (Hechos_2:1-47) estamos viviendo en "los postreros días" (Hechos_2:16-17; Hebreos_1:1-2; 1Pedro_1:20; 1Juan_2:18).
Pablo afirma la Deidad de Cristo; al decir que Dios "envió a su Hijo" afirma su preexistencia (Juan_1:1-2). Afirma la humanidad de Cristo. Génesis_3:15, Cristo es la simiente de la mujer que vino para herir la serpiente en la cabeza. Era verdadero descendiente de Abraham  y de David (Romanos_1:3). Participó de nuestra naturaleza (Hebreos_2:14-16) para destruir al que tiene el imperio de la muerte y para librarnos del temor de la muerte. Fue circuncidado al octavo día (Lucas_2:21), y presentado en el templo (Lucas_2:22-24), asistía a la sinagoga y participaba en los estudios (Lucas_4:16), enseñaba a los judíos que deberían guardar toda la ley, aun los mandamientos más pequeños (Mateo_7:18-19; Mateo_23:3-4). Nació bajo la ley para tomar el lugar de los nacidos bajo la ley, sujetándose a sí mismo a la misma posición de ellos. Llevó el yugo insoportable de la ley (Hechos_15:10). "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición". El Padre adopta a los esclavos para que sean herederos por medio de la obra redentora de Jesucristo quien nos ha reconciliado con Dios (Efesios_2:12-13; Efesios_2:16). El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo (Juan_15:26). Dios nos hace hijos suyos a través de Cristo y nos lo confirma a través del Espíritu.

Padre, en cualquier idioma (Romanos_8:15).  Solamente los hijos pueden decir Abba, Padre. Compárese Apocalipsis_14:3, "Y cantaban un cántico nuevo delante del trono... y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta mil que fueron redimidos de entre los de la tierra". Solamente los redimidos pueden cantar el cántico nuevo porque es un cántico de redención (¿cómo pueden cantar de la redención los que no han sido redimidos?)
Pablo dice que cuando los galátatas, e igualmente toda la humanidad, no eran más que niños, estaban bajo la tiranía de la Ley; entonces, cuando todo estuvo dispuesto, Cristo vino a liberar a la humanidad de esa tiranía. Así es que ahora las personas ya no son esclavas de la Ley; han llegado a ser hijos e hijas, y han llegado a poseer su herencia. La niñez que correspondía a la Ley había de pasar; la libertad de la humanidad ha llegado.
La prueba de que somos hijos se manifiesta en el clamor instintivo del corazón. El ser humano clama en su más profunda necesidad a Dios: " ¡Padre!» Pablo usa dos palabras:
"¡Abba! ¡Padre!» Abba es la palabra aramea para padre; o, más exactamente, papá. Debe de haber estado a menudo en labios de Jesús, y su sonido era tan sagrado para los que se lo oyeron pronunciar que lo transcribieron en Su lengua original. Este clamor instintivo del corazón humano, Pablo cree que es la expresión de la obra del Espíritu Santo. Si nuestros corazones claman así, sabemos que somos hijos, y que toda la herencia de la Gracia es nuestra.
Para Pablo, el que gobernara su vida por la esclavitud a la Ley era todavía un niño; el que había aprendido el camino de la Gracia había llegado a ser una persona madura en la fe cristiana.


1 Juan 3; 2
Muy amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no es manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que si él apareciere (en nosotros), seremos semejantes a él, porque le veremos como él es.


Somos sus hijos ahora, a pesar de que el mundo no nos reconoce y que no nos ha sido manifestado exactamente lo que hemos de ser, o cómo, en la vida eterna. Dios no ha exhibido públicamente esta herencia de vida eterna (1Pedro_1:4).
Somos tanto hijos de Dios ahora como cuando Él venga y nos glorifique. Esta seguridad la tenemos en lugar de alguna exhibición de ello. De todos modos la manifestación será cuando Cristo venga la segunda vez.
            El estado presente de ser llamados hijos de Dios es una garantía de la gloria que será nuestra. 
Cuando Cristo aparezca en Su gloria, seremos como Él. Sin duda Juan tenía en mente el dicho de la antigua historia de la Creación de que el hombre fue hecho a imagen y semejanza de Dios (Genesis_1:26). Ese era el propósito de Dios; y ese era el destino del hombre. No tenemos más que mirarnos al espejo para ver lo lejos que ha caído el hombre de ese destino. Pero Juan cree que en Cristo el hombre lo alcanzará por fin, y tendrá la imagen y la semejanza de Dios. Juan cree que solamente por medio de la obra de Cristo en el alma puede una persona llegar a la verdadera humanidad que Dios tenía previsto que alcanzara.

  Cuando Cristo aparezca, Le veremos y seremos como Él. La meta de todas las almas grandes ha sido siempre la visión de Dios. El fin de toda devoción es ver a Dios. Pero la visión beatífica no es para la satisfacción de la inteligencia; es para que lleguemos a ser como Él. Hay aquí una paradoja: no podemos llegar a ser como Dios a menos que Le veamos, y no podemos verle a menos que seamos puros de corazón, porque solamente los puros de corazón verán a Dios (Mateo_5:8). Para ver a Dios necesitamos la pureza que solamente Él puede dar. No hemos de pensar en esta visión de Dios como algo que solamente pueden disfrutar los grandes místicos. Existe en algún lugar la historia de un hombre pobre y sencillo que iba a menudo a orar en una catedral; siempre se ponía a orar de rodillas; pero alguien notó que, aunque estaba arrodillado en actitud de oración, nunca movía los labios ni parecía decir nada. Le preguntó qué estaba haciendo así de rodillas, y el hombre contestó: «Yo Le miro a Él, y Él me mira a mí." Esa es la visión de Dios en Cristo que puede tener al alma más sencilla; y el que mira suficientemente a Jesucristo llega a parecerse a Él.

Todavía debemos notar otra cosa. Juan está pensando aquí en términos de la Segunda Venida de Cristo. Puede ser que podamos pensar en los mismos términos; o puede ser que no podamos creer tan literalmente en la Venida de Cristo en gloria. Sea como fuere, vendrá para cada uno de nosotros el día cuando veamos a Cristo y contemplemos Su gloria. Aquí hay siempre un velo de sentido y tiempo, pero el día llegará cuando también el velo se rasgará. Esa es la esperanza cristiana, y la inefable perspectiva de la vida cristiana.



¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!

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