Salmo 79; 9
Ayúdanos, oh Dios de nuestra
salvación, por la gloria de tu nombre;
Y líbranos, y perdona nuestros
pecados por amor de tu nombre.
La liberación del pecado y del sufrimiento para el bien de ellos y la
gloria de Dios caracterizan a menudo las oraciones de los santos del A. T. (Efesios 1:7).
El salmista reconoce que la destrucción vino porque el pueblo ha
pecado. En vez de los pecados de nuestros antepasados, algunos traducen,
“los pecados anteriores”; pero la traducción de RVA es preferida. Ahora,
reconociendo el aspecto de juicio, el pueblo apela a la misericordia de Dios.
Los hijos de Dios siempre pueden apelar a su misericordia.
El pueblo también reconoce sus propios pecados; no es sólo culpa de
los padres, nosotros hemos pecado. Piden la expiación de estos pecados y apelan
a la gloria y honor de Dios mismo.
El cristiano no se olvida
que a menudo está atado en la cadena de sus pecados. El mundo es una prisión
para él; se dicta sentencia de muerte contra él, y no sabe cuán pronto será
ejecutada. Cuán fervoroso debe orar en todo momento: ¡Oh, que el suspirar de un
preso llegue ante ti, conforme a la grandeza de tu poder preserva a los que
están marcados para morir! ¡Cuán glorioso
será el día en que, triunfante sobre el pecado y el dolor, la iglesia contemple
al adversario desarmado para siempre! Mientras la iglesia cantará, de siglo en
siglo, las alabanzas de su gran Pastor y Obispo, su Rey y su Dios.
Romanos 8; 1
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están
en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al
Espíritu.
Está muy claro que
Pablo no usa la palabra carne refiriéndose al cuerpo, como cuando
nosotros hablamos de carne y hueso. Lo que quiere decir realmente es la
naturaleza humana con todas sus debilidades y su vulnerabilidad al pecado.
Se refiere a la parte de nuestra persona que le sirve de cabeza de puente al
pecado; es decir, nuestra naturaleza pecadora, aparte de Cristo; todo lo que
nos ata al mundo en lugar de a Dios. Vivir conforme a la carne es llevar
una vida dominada por los dictados y deseos de la naturaleza pecadora en lugar
de una vida gobernada por el amor de Dios. La carne representa lo más bajo de
la naturaleza humana.
Tenemos que damos
cuenta de que, cuando Pablo piensa en la clase de vida que está dominada por la
carne (sarx), no está
pensando exclusivamente en los pecados sexuales o corporales. Cuando da una
lista de las obras de la carne en Gálatas_5:19-21,
incluye los pecados sexuales y corporales, pero también la idolatría, el odio,
la ira, la agresividad, las herejías, la envidia y el asesinato. Para él la
carne no era algo material, sino espiritual; era la naturaleza humana en toda
su debilidad y pecado, todo lo que el ser humano es aparte de Dios y de Cristo.
Está la
palabra espíritu; en este solo capítulo aparece no menos de veinte
veces. Esta palabra tiene, como la anterior, un trasfondo que le viene del Antiguo
Testamento.
En hebreo existe la palabra rúaj, que contiene dos ideas
básicas: (a) No quiere decir sólo espíritu, sino también viento;
siempre tiene el sentido de algo poderoso, como un potente viento de
tempestad. (b) En el Antiguo Testamento siempre contiene la idea
de algo que es más que humano. El Espíritu, para Pablo, representa un
poder divino.
Así es que Pablo
dice en este pasaje que hubo un tiempo cuando el cristiano estaba a merced de
su propia naturaleza humana pecadora. En ese estado, la Ley era algo que le
hacía pecar, de modo que iba de mal en peor, derrotado y frustrado. Pero,
cuando se convirtió al Evangelio, vino a su vida el poder del Espíritu de Dios;
y, en consecuencia, entró en una vida de victoria.
En la segunda parte
del pasaje, Pablo habla del efecto de la Obra de Jesús en nosotros. Es
complicado y difícil de entender, pero Pablo quiere decir lo siguiente:
Recordemos que empezó este tema diciendo que todos pecamos en Adán. Ya hemos
visto cómo la idea judía de la solidaridad le permitía afirmar que,
literalmente, todos los seres humanos estamos implicados en el pecado de Adán y
en su consecuencia, la muerte. Pero esto tiene otra cara: Jesús ha venido a
este mundo con una naturaleza puramente humana; y le ha ofrecido a Dios una
vida de perfecta obediencia, de perfecto cumplimiento de Su voluntad. Ahora
bien: como Jesús era plenamente humano, de la misma manera que éramos uno con
Adán somos ahora uno con Cristo; y de la misma manera que nos vimos
involucrados en el pecado de Adán, ahora lo estamos en la perfección de Cristo.
En Cristo, la humanidad Le ofreció a Dios la perfecta obediencia, lo mismo que
en Adán le había ofrecido una desobediencia fatal. Los hombres que estaban
antes involucrados en el pecado de Adán son ahora salvos porque están incluidos
en la bondad de Cristo. Ese es el razonamiento de Pablo; y para él y para los
que le leían era algo totalmente convincente, aunque sea difícil de entender
para nosotros. Gracias a la Obra de Cristo, se nos ofrece a los cristianos una
vida que no está dominada por la carne, sino por el Espíritu de Dios, que llena
al hombre de un poder que antes no tenía ni conocía. Se le anula el castigo de
su pasado y se le asegura la fuerza para su futuro.
¡Maranata! ¡Sí, ven
Señor Jesús!
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