1. La luz de la naturaleza muestra que hay un Dios, que
tiene señorío y soberanía sobre todo; es justo, bueno y hace bien a todos; y
que, por lo tanto, debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído y servido
con toda el alma, con todo el corazón y con todas las fuerzas.1 Pero el modo aceptable de adorar al verdadero Dios
fue instituido por él mismo, y está de tal manera limitado por
su propia voluntad revelada que no se debe adorar a Dios conforme a las
imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás, ni
bajo ninguna representación visible ni en ningún otro modo no prescrito en las
Sagradas Escrituras.2
1. Jer. 10:7; Mr.
12:33.
2. Gn. 4:1-5; Ex.
20:4-6; Mt. 15:3,8,9; 2 R. 16:10-18; Lv. 10:1-3; Dt. 17:3; 4:2; 12:29-32; Jos.
1:7; 23:6-8; Mt. 15:13; Col. 2:20-23; 2 Ti. 3:15-17.
2. La adoración religiosa ha de tributarse a Dios Padre,
Hijo y Espíritu Santo, y a él solamente;1
no a los ángeles, ni a los santos, ni a ninguna otra criatura;2 y desde la Caída, no sin un mediador; ni por la
mediación de ningún otro, sino solamente de Cristo.3
1. Mt. 4:9,10; Jn.
5:23; 2 Co. 13:14.
2. Ro. 1:25; Col.
2:18; Ap. 19:10.
3. Jn.
14:6; Ef. 2:18; Col. 3:17; 1 Ti. 2:5.
3. Siendo la oración, con acción de gracias, una parte de la
adoración natural, la exige Dios de todos los hombres.1
Pero para que pueda ser aceptada, debe hacerse en el nombre del Hijo,2 con la ayuda del Espíritu,3
conforme a su voluntad,4 con entendimiento, reverencia,
humildad, fervor, fe, amor y perseverancia;5 y
cuando se ora con otros, debe hacerse en una lengua conocida.6
1. Sal. 95:1-7;
100:1-5.
2. Jn. 14:13,14.
3. Ro. 8:26.
4. 1 Jn. 5:14.
5. Sal. 47:7; Ec.
5:1,2; He. 12:28; Gn. 18:27; Stg. 5:16; 1:6,7; Mr. 11:24; Mt. 6:12,14,15; Col.
4:2; Ef. 6:18.
6. 1
Co. 14:13-19,27,28.
4. La oración debe ser por cosas lícitas, y a favor de toda
clase de personas vivas, o que vivirán más adelante;1
pero no a favor de los muertos ni de aquellos de quienes se pueda saber que han
cometido el pecado de muerte.2
1. 1 Jn. 5:14; 1 Ti.
2:1,2; Jn. 17:20.
2. 2 S. 12:21-23; Lc.
16:25,26; Ap. 14:13; 1 Jn. 5:16.
5. La lectura de las Escrituras,1
la predicación y la audición de la Palabra de Dios,2
la instrucción y la amonestación los unos a los otros por medio de salmos,
himnos y cantos espirituales, el cantar con gracia en el corazón al Señor,3 como también la administración del bautismo4 y la Cena del Señor:5 son
parte de la adoración religiosa a Dios que ha de realizarse en obediencia a él,
con entendimiento, fe, reverencia y temor piadoso; además, la humillación
solemne,6 con ayunos, y las acciones de gracia
en ocasiones especiales, han de usarse de una manera santa y piadosa.7
1. Hch. 15:21; 1
Ti. 4:13; Ap. 1:3.
2. 2 Ti. 4:2; Lc.
8:18.
3. Col. 3:16; Ef.
5:19.
4. Mt. 28:19,20.
5. 1 Co. 11:26.
6. Est. 4:16; Jl.
2:12; Mt. 9:15; Hch. 13:2,3; 1 Co. 7:5.
7. Ex.
15:1-19; Sal. 107.
6. Ahora, bajo el evangelio, ni la oración ni ninguna otra
parte de la adoración religiosa están limitadas a un lugar, ni son más aceptables
por el lugar en que se realizan, o hacia la dirección
que se dirigen;1 sino que Dios ha de ser adorado
en todas partes en espíritu y en verdad;2 tanto
en cada familia en particular3 diariamente,4 como cada uno en secreto por sí solo;5 así como de una manera más solemne en las reuniones
públicas,6 las cuales no han de descuidarse ni
abandonarse voluntariamente o por negligencia, cuando Dios por su Palabra o
providencia nos llama a ellas.7
1. Jn. 4:21.
2. Mal. 1:11; 1
Ti. 2:8; Jn. 4:23,24.
3. Dt. 6:6,7; Job
1:5; 1 P. 3:7.
4. Mt. 6:11.
5. Mt. 6:6.
6. Sal. 84:1,2,10;
Mt. 18:20; 1 Co. 3:16; 14:25; Ef. 2:21,22.
7. Hch.
2:42; He. 10:25.
7. Así como es la ley de la naturaleza que, en general, una
proporción de tiempo, por designio de Dios, se dedique a la adoración a Dios,
así en su Palabra, por un mandamiento positivo, moral y perpetuo que obliga a
todos los hombres en todas las épocas, Dios ha señalado particularmente un día
de cada siete como día de reposo, para que sea guardado santo para él;1 el cual desde el principio del mundo hasta la
resurrección de Cristo fue el último día de la semana y desde la resurrección de
Cristo fue cambiado al primer día de la semana, que es llamado el Día del Señor
y debe ser perpetuado hasta el fin del mundo como el día de reposo cristiano, siendo
abolida la observancia del último día de la semana.2
1. Gn. 2:3; Ex.
20:8-11; Mr. 2:27,28; Ap. 1:10.
2. Jn. 20:1; Hch.
2:1; 20:7; 1 Co. 16:1; Ap. 1:10; Col. 2:16,17.
8. El día de reposo se guarda santo para el Señor cuando los
hombres, después de la debida preparación de su corazón y de haber ordenado de
antemano todos sus asuntos cotidianos, no solamente observan un santo descanso
durante todo el día de sus propias labores, palabras y pensamientos1 acerca de sus ocupaciones y diversiones seculares,
sino que también se dedican todo el tiempo al ejercicio público y privado de la
adoración de Dios, y a los deberes que son por necesidad y por misericordia.2
1. Ex. 20:8-11;
Neh. 13:15-22; Is. 58:13,14; Ap. 1:10.
2. Mt. 12:1-13;
Mr. 2:27,28.
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