} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 26 Diciembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

martes, 26 de diciembre de 2017

26 Diciembre LA BUENA SEMILLA (Meditación)

  
1Timoteo 1; 15
Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.

Dice Pablo que Jesucristo había tenido misericordia de él porque él había cometido sus pecados contra Cristo y Su Iglesia en los días de su ignorancia. A menudo se piensa que los judíos creían que el sacrificio expiaba el pecado: uno pecaba, su pecado quebrantaba su relación con Dios, y entonces el sacrificio se ofrecía y Dios se apaciguaba y se restauraba la relación.
Puede que fuera esa la opinión popular y vulgar del sacrificio; pero el pensamiento judío más elevado insistía en dos cosas. Primera, insistía en que el sacrificio no podía nunca expiar por el pecado deliberado, sino solamente por los pecados que uno cometiera por ignorancia o arrastrado por la pasión. La segunda, el pensamiento judío más elevado insistía en que ningún sacrificio podía expiar por ningún pecado a menos que hubiera contrición en la persona que lo ofrecía. Aquí Pablo está hablando desde su trasfondo judío. La misericordia de Cristo le había quebrantado el corazón; sus pecados los había cometido en los días antes de conocer a Cristo y Su amor; y por estas razones tenía la convicción de que había alcanzado misericordia.

  Dios le da a cada uno libre albedrío, que puede usar para aceptar o para rechazar Su ofrecimiento.
  Pablo estaba convencido de que había sido enviado para abrirles los ojos a los gentiles, para que se volvieran de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios, para que recibieran el perdón de sus pecados (Hechos_26:18). Y Santiago creía que cualquier persona que convierta al pecador del error de su camino «salvará un alma de la muerte y cubrirá una multitud de pecados» (Santiago_5:19  s). Así que se nos impone una doble obligación. Se ha dicho que un santo es alguien que hace a otros más fácil creer en Dios, y alguien en quien Cristo vive otra vez. Debemos dar gracias por los que nos mostraron a Cristo, cuyas palabras y ejemplo nos trajeron a Él; y debemos esforzarnos para ser la influencia que traiga a otros a Él.
En esta cuestión de la conversión, se combinan la iniciativa de Dios, la respuesta de la persona, y la influencia de los cristianos.
Lo que resalta en este pasaje es la insistencia con que Pablo recuerda su propio pecado. Se remonta con un verdadero clímax de palabras para demostrar lo que él Le hizo a Cristo y a la Iglesia. El insultó a la Iglesia; les había dirigido palabras ardientes y airadas a los cristianos, acusándolos de crímenes contra Dios; había sido perseguidor; había echado mano de todos los medios a su alcance bajo la ley judía para aniquilar la Iglesia Cristiana; y entonces viene una terrible palabra: había sido un hombre de violencia insolente y brutal. En griego usa la palabra hybristés, que indica una clase de sadismo arrogante, y describe a un hombre que se dedica a infligir dolor por el simple placer de infligirlo. 
Así había sido Pablo en relación con la Iglesia Cristiana. No contento con palabras de insulto, llegó al límite de la persecución legal; y no contento con la persecución legal, llegó al límite de la brutalidad sádica en su intención de erradicar la fe cristiana. Recordaba aquello; y hasta el fin de su vida se consideraba el primero de los pecadores. No es que había sido el primero de los pecadores; lo seguía siendo. Es verdad que no podía olvidar nunca que era un pecador perdonado; pero tampoco podía olvidar nunca que era un pecador. ¿Por qué había de recordar su pecado tan vivamente?
  El recuerdo de su pecado era la manera más segura de guardarse del orgullo. No podía haber tal cosa como orgullo espiritual para un hombre que había hecho las cosas que había hecho Pablo. John Newton fue uno de los grandes predicadores y autores de himnos de la Iglesia; había caído en lo más bajo a que puede llegar un hombre en los días que navegaba los mares en un barco de tráfico de esclavos. Así es que, cuando se convirtió y llegó a ser predicador del Evangelio escribió un texto en letras grandes, y lo colocó en la parte de su despacho donde no podía por menos de verlo: «Te acordarás de que fuiste siervo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te rescató» (Deuteronomio_15:15). Y él también escribió su propio epitafio: "John Newton, empleado, antaño infiel y libertino, traficante de esclavos en África, fue por la misericordia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo preservado, restaurado, perdonado y nombrado para predicar la Fe que tanto había tratado de destruir.» John Newton nunca olvidó que era un pecador perdonado; y tampoco Pablo. Y tampoco debemos olvidarlo nosotros. Es bueno para una persona recordar sus pecados; la libra del orgullo espiritual.
  El recordar que hemos sido perdonados es la manera más segura de mantener vivo nuestro amor a Jesucristo.  
    
Lucas 2; 11
que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.

¡Qué anuncio de nacimiento! Los pastores se aterrorizaron, pero su temor se convirtió en gozo al recibir de los ángeles el anuncio del nacimiento del Mesías. Primero corrieron a ver a la criatura; luego divulgaron la noticia. Jesús es tu Mesías, tu Salvador. ¿Procuras reunirse con El cada día mediante la oración y la Palabra? ¿Has descubierto a un Dios tan maravilloso que no puedes dejar de testificar de su gozo a tus amigos?
Algunos de los judíos esperaban al Mesías para que los librara del poder romano, otros esperaban que los librara de limitaciones físicas. Pero Jesús, al mismo tiempo que curaba enfermedades y establecía su reino espiritual, los libraba del pecado. Dejó atrás todas sus expectativas. Pagó el precio del pecado y abrió el camino hacia Dios. Él nos ofrece más que cambios superficiales, políticos o físicos. Nos ofrece nuevos corazones que serán nuestros por la eternidad.
Es maravilloso que los primeros a los que Dios comunicó la buena noticia fueron unos sencillos pastores. Los más religiosos de aquellos tiempos despreciaban a los pastores porque no podían cumplir todos los detalles de la ley ceremonial; no se podían lavar las manos meticulosamente, ni observar todos los otros preceptos y reglas. Tenían que atender a las necesidades de los rebaños, así es que los religiosos los despreciaban. Fueron hombres sencillos que estaban trabajando en el campo los primeros que recibieron el mensaje de Dios.
Pero es probable que estos fueran unos pastores bastante especiales. Ya hemos visto que en el templo se ofrecía en sacrificio a Dios un cordero sin mancha ni defecto todos los días por la mañana y por la tarde. Para proveer los corderos perfectos para estos sacrificios, las autoridades del templo tenían sus rebaños particulares, y sabemos que los sacaban a pastar en los alrededores de Belén. Es probable que estos pastores se encargaran de cuidar de los rebaños de los que se escogían los sacrificios del templo. Es hermoso pensar que los pastores que cuidaban de los corderos que se sacrificaban en el templo fueron los primeros en ver al Cordero de Dios que había venido a llevar los pecados del mundo.
Ya hemos visto que cuando nacía un niño se reunían los músicos del pueblo para celebrarlo y darle la bienvenida con su sencilla música. Jesús nació en un establo de Belén, que no era donde residían sus padres, así es que no se pudo llevar a cabo la fiesta; pero es hermoso pensar que, aunque no había músicos del pueblo, los músicos del Cielo ocuparon su lugar, y los ángeles le cantaron a Jesús la bienvenida que no pudieron cantarle los hombres.

¡Maranata!¡Sí, ven Señor Jesús!

No hay comentarios:

Publicar un comentario