Isaías 61;
1
El espíritu del Señor DIOS es sobre mí, porque me ungió el
SEÑOR; me envió a predicar a los abatidos, a atar las llagas de los quebrantados de corazón; a publicar libertad a
los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
(La Biblia de
Casiodoro de Reina 1569)
Jesús citó este versículo y parte del 2 en la sinagoga de Nazaret (Lucas_4:18-19). Afirmó entonces que aquí se encontraba
la esencia de su ministerio. Cuando leyó para el pueblo en la sinagoga, se
detuvo en la mitad de 61.2 después de las palabras "a proclamar el año de
la buena voluntad del Señor". Cerrando el libro, dijo: "Hoy se ha
cumplido esta Escritura delante de vosotros". El resto de 61.2, "y el
día de venganza del Dios nuestro", se cumplirá un segundo después cuando
Jesús se lleve a Su Iglesia en el arrebataminero. Ahora estamos bajo el favor
de Dios, su ira aún no ha llegado. Nuestro Señor pudo citar este pasaje al
comienzo de su carrera porque ya había aceptado, en su bautismo y tentación, el
papel de Siervo sufriente, y con ello, la cruz. Estos son los “beneficios de su
pasión”; sus milagros hablaron el mismo idioma.
Las figuras literarias que describen el efecto o consecuencias del ministerio
del profeta, se convierten en hechos concretos en la persona y ministerio de
Jesús. El profeta Isaías ha adquirido conciencia de su misión profética y se
siente ungido por el Espíritu de Dios para anunciar las buenas nuevas de
liberación a una comunidad sumida en la humillación y la desesperación de la
pobreza (Nehemias_5:3), en la desilusión y
desaliento o “quebranto de corazón” (Nehemías 5:1),
de la esclavitud (Nehemías_5:5) y de la cárcel
que constituye el perder la visión. La meta de su ministerio profético es hacer
resurgir la vida en medio del duelo nacional. La ceniza, que es señal de duelo,
va a ser reemplazada por una diadema de gloria. Va a haber aceite de regocijo y
manto de alabanza.
Le toca anunciar a los pioneros judíos que han vuelto a Jerusalén que
Dios bendecirá sus esfuerzos. Las ruinas se reconstruirán; sus hermanos
volverán más numerosos de los países extranjeros; los que dudan o que están
desanimados deben perseverar porque pronto llegará Dios a visitar a su pueblo.
Los que venimos después de él nos preguntamos Si Cristo ha traído la
salvación de Dios hace veinte siglos, ¿por qué tantos hombres están esperando
todavía el anuncio feliz de su liberación?
Es que el Evangelio es una semilla y la Resurrección de Jesús no trae de
inmediato la transformación del mundo. Si el pueblo judío tuvo quince siglos de
búsqueda y de pruebas antes de que llegara su Salvador, ¿cómo los otros pueblos
conseguirían la paz definitiva del Reino de Dios sin antes haber pasado por las
grandes pruebas que preceden a la vuelta de Cristo? Ya es mucho que Él esté en
medio de nosotros y su Espíritu, sobre nosotros. Sanar, consolar, perfumes y coronas la
venida de Dios hace brotar en nosotros las fuentes de la felicidad, la que nada
tiene que ver con el miedo o el hastío, tan frecuentes en el corazón de las
prácticas religiosas.
El
profeta contrapone el año de gracia y
el día de venganza. El primero
será de favor para sus fieles, y el segundo, de castigo para los pecadores
enemigos de Israel, y aun del mismo Israel. Quizá haya en las palabras año y día una contraposición buscada por el autor para hacer ver que
Dios siempre es más largo en perdonar que en castigar: la remisión dura un año, mientras que la venganza un solo día. Aunque quizá en la expresión día de venganza haya una influencia
de la otra estereotipada, día del
Señor de la literatura profética, que simboliza el juicio vengativo de Dios en
la historia de Israel.
Este año de gracia y este día de venganza servirá para consolar a todos los tristes, es
decir, los fieles abatidos de
que hablaba antes, los cuales al ver, por un lado, la manifestación
misericordiosa de Dios en ese año de
gracia en favor de sus fieles, y la justicia de Dios en el día de la venganza, sentirán una
íntima satisfacción, ya que Dios, al fin, salió por sus derechos conculcados, y
el camino de la virtud queda públicamente restablecido.
Cristo iba a ser el Consolador y lo es; enviado a
consolar a todos los que se lamentan y que lo buscan a Él, y no al mundo, como
consuelo. Él hará todo esto por su pueblo para que abunden en frutos de
justicia como ramas del plantío de Dios. La misericordia de Dios, la expiación
de Cristo y el evangelio de gracia no son de provecho al autosuficiente y soberbio.
Ellos deben ser humillados y guiados por el Espíritu Santo a conocer su propio
carácter y necesidad, para ver y sentir su necesidad del Amigo y Salvador de
los pecadores. Su doctrina contiene indudablemente la buena nueva para los que
se humillan ante Dios.
¡Maranata! ¡Sí, ven Señor Jesús!
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