Éxodo 22; 22 A la viuda y al huérfano no
afligiréis
Afligir equivale a tratar desconsideradamente. El
código de la ley hebrea se caracteriza por su justicia hacia el pobre y el
menos afortunado. Dios insistía que el pobre y el indefenso fueran tratados muy
bien y se les diera la oportunidad de restaurar sus fortunas. Debemos reflejar
la preocupación de Dios por el pobre y ayudar a aquellos menos afortunados que
nosotros.
Yahvé se
preocupaba por los más débiles de la sociedad. Al afligir a las viudas y a los
huérfanos, el castigo divino caería de la misma manera sobre los culpables;
aquellos que afligieran a los débiles dejarían viudas a sus mujeres y huérfanos
a sus hijos. La ley se dirigía al pueblo, y la pena era más bien colectiva que
individual.
Éxodo 22; 26-27
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo
devolverás antes de ponerse el sol, porque es su único abrigo; es el vestido
para su cuerpo. ¿En qué otra cosa dormirá? Y será que cuando él clame a
mí, yo le oiré, porque soy clemente.
¿Por qué la ley insistía en regresar el vestido
de una persona antes que llegara la noche? Las túnicas eran una de las
posesiones más valiosas de los israelitas. Hacer ropa era difícil y consumía
mucho tiempo. Como resultado, las túnicas eran caras. La mayoría de la gente
sólo poseía una. La túnica era usada como manta, un saco para cargar cosas, un
lugar para sentarse, una garantía para una deuda y, por supuesto, como ropa.
El deber del rico era prestar al pobre, aunque
usualmente sin interés. Podía exigir alguna garantía, pero sin causar
sufrimiento al necesitado.
Contra esta gran
plaga de la usura en la antigüedad, el legislador hebreo proclama que ha de
prestarse al pobre sin interés pecuniario. Conviene advertir que, a diferencia
de nuestros días, en que los hombres de negocios y los Estados contraen
empréstitos para emprender obras productivas, en los tiempos pasados eran los
pobres los que acudían al usurero para atender a sus necesidades del momento,
con lo que aumentaban su miseria. Los profetas atestiguan que, a pesar de la
Ley, el préstamo usurario era frecuente en Israel, y una página histórica de
Nehemías nos hace ver hasta qué extremo gravaba la usura al pobre pueblo, que,
obligado por la necesidad, acudía al usurero sin entrañas41. Pero
tal vez pudiéramos sacar de esta ley que lo mejor es enemigo de lo bueno. El
que presta a un pobre, corre el riesgo de perder lo prestado, y esta
consideración sería una razón que movería a no prestar, y entonces el pobre
quedaría en peor condición. El capital prestado se podía asegurar con alguna
prenda, una especie de hipoteca que garantiza el capital, pero aquí se ponen
cortapisas elementales a este derecho, en cuanto que no se ha de privar al
pobre de sus necesidades primarias como el vestirse. Por eso, si el prestamista
tiene en prenda el manto del pobre, debe devolvérselo antes de la noche, para
que pueda defenderse del relente. El profeta Amos se indigna contra los ricos
que hacen caso omiso de esta prescripción de humanitarismo elemental.
En el código
de Hammurabi se regula el préstamo a interés, fijando tasas y amenazando con la
pena de la pérdida de lo prestado al que exigiera mayores intereses
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor
Jesús!
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