1 Juan 1; 3
lo que hemos visto y oído, eso os
anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra
comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.
Aquí se
declara el propósito de anunciar el evangelio: es para que los hombres tengan
comunión con los apóstoles en la vida que el Verbo nos ha enseñado y así tienen
también comunión con el Padre y con el Hijo Jesucristo (1Co_1:9, Jua_14:23;
Jua_17:21). Solamente por practicar lo que el evangelio de Cristo enseña según
los apóstoles (Hch_2:42; Efe_2:20) puede uno gozar de esta comunión. La
división sectaria la destruye por medio de doctrinas humanas. El que anda en
doctrinas y prácticas no apostólicas no tiene comunión con Dios.
Los
apóstoles habían sido testigos oculares de lo del evangelio de Cristo Jesús, y
escribieron para que sus lectores, que no habían sido tales testigos, pudieran
participar con Dios y con Jesucristo en lo del evangelio por medio del
testimonio de ellos. Es decir, ahora podían los lectores oír, ver, contemplar,
y palpar a Jesucristo por medio de los apóstoles, y así gozar de las mismas
bendiciones que ellos gozaban, al andar en lo que Dios manda por el evangelio.
¡Juan quería que sus lectores tuvieran lo que los apóstoles tenían!
Nadie
podía gozar de la comunión con Dios sin admitir el testimonio apostólico.
Cerinto y sus seguidores gnósticos reclamaban tener comunión con Dios mientras
negaban el testimonio apostólico acerca del Verbo de vida. En este versículo
Juan expone a tales maestros falsos.
La
palabra comunión es traducción de la palabra griega koinonia. Quiere decir
participación mutua, tener algo en común con otros, compañerismo. Se usa a
veces para indicar comunicación de algo con otros (2Co_9:13, “distribución”;
Rom_15:26, “ofrenda” o “colecta” -- Versión Hispanoamericana, y a veces para
indicar participación en algo juntamente con otros 1Co_10:16; 2Co_6:14;
Efe_5:11).
Esta
palabra no se emplea en el Nuevo Testamento para indicar actividades sociales
Claro es que Juan no habla acerca de tener los
lectores actividades sociales con los apóstoles. ¡No habla de tomar juntos una
taza de café, o de jugar pelota en algún “Campamento Iglesia de Cristo” después
del estudio bíblico! Hoy en día las iglesias modernistas así emplean la palabra
“comunión” (en inglés, “fellowship”), hasta erigir edificios propios para ello.
En inglés los llaman Fellowship Halls (salones comunión); son para comer y
jugar.
--
“y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo.”
Los apóstoles andaban (en vida y en proclamación) en comunión con el Padre y
con Jesucristo, porque participaban en las verdades y obra que les fueron
encargadas por ellos. Por consiguiente tenían comunión (participación mutua)
con ellos. Ahora, el obedecer nosotros a esas verdades y el andar fielmente en
ellas nos hacen miembros de la misma iglesia (del Señor) y por consiguiente nos
pone en comunión con los apóstoles y con Dios. La comunión es una realidad y no
un mero sentimiento. Consiste en andar en conformidad con la vida que la Cabeza
de la iglesia demanda. ¡No consiste en una mera profesión de boca!
1 Juan 1; 7
pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos
comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado.
La comunión con Dios depende de
andar en la luz. En esta manera tenemos continuamente la purificación de
nuestros pecados por la muerte de Cristo y no tenemos miedo de castigo por
ellos. Libertados de tal castigo nos preparamos para la comunión con Dios por
toda la eternidad.
--
“Pero si andamos” (subjuntivo presente, indicando acción continua; es
decir, andar habitualmente en la luz, indicando qué clase de carácter tenemos).
Se hace referencia a una vida de santidad. 1Pe_1:14-16; 2Pe_1:4.
--
“en luz,” Efe_5:8; Efe_5:11-14. Porque anda el cristiano
en luz, pudo decir Jesús lo de Mat_5:14.
--
“como él está en luz,” La naturaleza
o carácter de Dios es de luz. No hay tinieblas en él a ningún grado.
--
“tenemos comunión unos con otros,” es decir, Dios con nosotros, y nosotros
con él. Esto es la consecuencia de andar nosotros en lo que es Dios. La
comunión demanda intervención de parte de los dos partidos. La comunión no
puede ser de un solo partido. No es un mero sentimiento o reclamación. Es la
consecuencia natural de andar en lo mismo.
Es
cierto que los cristianos tienen comunión entre sí, pero parece que el tema
tratado en esta sección es el de nuestra comunión con Dios por medio de la
santidad de vida en Cristo Jesús.
--
“ y la sangre de Jesucristo su hijo nos limpia de todo pecado.” El verbo “limpia” es del tiempo presente, que
indica acción continua. Es un proceso continuo, bajo la condición de andar el
cristiano en la luz.
Nuestro caminar en la luz es una prueba de la comunión con Dios, debido a que la vida en su compañía es una
constante limpieza de pecados por la
sangre de Jesucristo. También involucra la relación de unos con otros, lo cual indica que
caminar «en la luz» es vivir responsablemente tanto ante Dios como ante los
seres humanos.
Murió
Jesucristo en la cruz en realidad. No fue una mera apariencia. Tuvo un cuerpo
que derramó sangre. Esa muerte es satisfactoria para perdonarnos los pecados.
Este versículo contradice a los gnósticos que negaban la humanidad de Cristo,
la realidad de su muerte, y el perdón absoluto de pecados por su sangre. Ellos
convertían en libertinaje la gracia de nuestro Dios (Jud_1:4), pero el
cristiano no puede dejar que el pecado reine en él (Rom_6:12). Ellos reclamaban
tener comunión con Dios aparte de la sangre derramada por Jesús. ¡Por eso
mentían! La comunión con Dios, quien es luz, depende del perdón que la sangre
de Jesucristo nos trajo.
1 Juan 1; 9
Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
Confesar nuestros pecados es en parte lo que
hacemos cuando “practicamos la verdad” (versículo 6) y “la verdad... está en
nosotros” (versículo 8).
--
“Si confesamos nuestros pecados,” La palabra griega para decir “confieso”
es una compuesta de dos partes: jomologueo. “Jomo” = mismo; “lego” = digo.
Confesar, pues, significa decir lo mismo (que Dios dice en cuanto al pecado).
Es, pues, admitir la acusación de Dios y que Dios tiene razón en cuanto al
pecador acusado. Esto requiere un corazón “contrito y humillado” (Sal_51:17).
Dice
el versículo 8 “pecado” (singular) porque la referencia es general. Pero los
“pecados” (plural) (versículo 9) que confesamos son específicos.
Desde
luego la confesión bíblica es hecha a Dios por nuestro Abogado, Jesucristo
(2:1; 1Ti_2:5; Heb_7:25), y no por ningún ser humano.
“Si
confesamos;” es decir, si continuamos confesando nuestros pecados al pecar
en lugar de negar que tenemos pecado. El cristiano no vive en el pecado, pero
admite que a veces peca (1 Jn 2:1), y siempre, arrepentido, confiesa sus
pecados, y Dios por la sangre de Cristo le perdona.
No se trata aquí cómo alcanzar el perdón el
pecador inconverso, sino el caso de hermanos en Cristo que pequen.
--
“él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda
maldad.” Siendo Dios fiel, cumplirá sin falta con su promesa de perdonarle
al hermano pecador que confiesa sus pecados (Sal_143:1) Dios es fiel en su
promesa de misericordia y justo en aplicar el perdón que obtiene el sacrificio
de Cristo en la cruz. Compárese Rom_3:26.
Esta
declaración de Juan aquí en el versículo 9 daba seguridad a los lectores en
vista de los mentirosos que negaban la eficacia de la sangre derramada de
Jesucristo en la cruz, y por eso la menospreciaban.
La confesión tiene el propósito de librarnos para
que disfrutemos de la comunión con Cristo. Esto debiera darnos tranquilidad de
conciencia y calmar nuestras inquietudes. Pero muchos cristianos no entienden
cómo funciona eso. Se sienten tan culpables que confiesan los mismos pecados
una y otra vez, y luego se preguntan si habrían olvidado algo. Otros cristianos
creen que Dios perdona cuando uno confiesa sus pecados, pero si mueren con
pecados no perdonados podrían estar perdidos para siempre. Estos cristianos no
entienden que Dios quiere perdonarnos. Permitió que su Hijo amado muriera a fin
de ofrecernos su perdón. Cuando acudimos a Cristo, Él nos perdona todos los
pecados cometidos o que alguna vez cometeremos. No necesitamos confesar los
pecados del pasado otra vez y no necesitamos temer que nos echará fuera si
nuestra vida no está perfectamente limpia. Desde luego que deseamos confesar
nuestros pecados en forma continua, pero no porque pensemos que las faltas que
cometemos nos harán perder nuestra salvación. Nuestra relación con Cristo es
segura. Sin embargo, debemos confesar nuestros pecados para que podamos
disfrutar al máximo de nuestra comunión y gozo con El.
La verdadera confesión también implica la
decisión de no seguir pecando. No confesamos genuinamente nuestros pecados
delante de Dios si planeamos cometer el pecado otra vez y buscamos un perdón
temporal. Debemos orar pidiendo fortaleza para derrotar la tentación la próxima
vez que aparezca.
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario