Robert
G. Spinney
La manera de vestir del cristiano no es un tema
insignificante.
Las declaraciones cotidianas que hacemos con nuestra ropa ―deliberadamente
o no, interpretadas correcta o incorrectamente― se cuentan entre
nuestras declaraciones más fuertes. Nuestros hijos, hermanos, compañeros de
trabajo y de estudios, y los hermanos de la iglesia no pueden dejar de ver lo
que vestimos. Todos notan si somos descuidados o prolijos, sencillos o
glamorosos, provocativos o modestos.
El vestir puede afectar la imagen que tenemos de nosotros
mismos y dar forma a lo que los demás perciben de nosotros. Por eso es que gastamos
tanto dinero para comprar ropa buena. Pensar cristianamente acerca de lo que
vestimos involucra muchos aspectos…
Primero, tenemos que quitar dos obstáculos
que, a veces, impiden que los cristianos toquen este tema: La creencia de que
cualquier discusión sobre la manera de vestir es inherentemente legalista y de
que tales discusiones son simplemente innecesarias. En la actualidad, en muchos
lugares, el simple hecho de mencionar
el tema del vestir indecoroso es hacer
sonar todas las alarmas del legalismo. Esto es lamentable.
No comprendemos correctamente lo que es santidad si pensamos que aplicar Colosenses 3:17
(“Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre
del Señor Jesús”) al tema de la manera de vestir es de algún modo equivocado.
El que dice: “Jesús no será Señor de mi ropa”, poco se diferencia del que dice:
“Jesús no será el Señor de mi dinero”.
Tampoco es legalismo que el pueblo de Dios se empeñe por
obedecer las instrucciones de Dios. D. Martyn Lloyd-Jones1 lo expresó muy bien cuando
dijo que si la “gracia” que hemos recibido no nos ayuda a guardar las leyes de
Dios es que, en realidad, no hemos recibido gracia alguna.
Sin duda, los cristianos pueden abordar el tema del vestir
indecoroso de una forma torpe y no bíblica que niega la gracia. Ese es el problema. Pero ignorar el tema no es
la solución: Hacerlo es dar a entender que no existe ropa inapropiada.
El pueblo de Dios no puede darse el lujo de ignorar este
tema. ¿Por qué no? Porque el cristiano que piensa de una manera no basada en la
Biblia sobre esto, no se preocupa por vestirse con decoro. Al igual que en
otros aspectos de la vida cristiana, nunca “avanzamos por casualidad”.
La santidad y la madurez espiritual hay que procurarlas (He.
12:14). Procurar la piedad tiene que caracterizarse por su diligencia (2 P.
1:10; 3:14). Nuestra mente no es automáticamente piadosa: Renovar nuestra mente
produce transformación espiritual (Rom. 12:2).
A veces, los cristianos no le dan importancia al tema de
vestir modestamente,
considerándolo trivial, pero no lo es. Al final de cuentas, Dios
fue quien notó la primera ropa inventada, la juzgó inadecuada e intervino para
remplazarla por una que él mismo hizo (Gn. 3:7, 21). Y nadie puede negar que
hoy, mucha de la ropa en las tiendas es, escandalosamente, inmodesta. “Si es
usted ciego o de otro planeta”, escribe Barbara Hughes, “pudiera ser que no se
ha percatado de que la modestia ha desaparecido. ¡Está muerta y enterrada! Si
no lo cree, vaya de compras con una adolescente”.
Hay una tercera cuestión que merece nuestra atención al
iniciar esta discusión. Algunos cristianos fieles se visten de manera
indecorosa, aun si no pretenden ofender a nadie, hacen gala de su sexualidad o atraen
las miradas con la escasa ropa que usan. A menudo, estos creyentes creen
sinceramente que están modestamente vestidos. ¿El problema? Se rigen por la moda del mundo. Permiten que la industria de la ropa
y los artistas definan lo que es hermoso y lo que es una ropa apropiada.
¿El resultado? La proliferación de atuendos de última moda
que contradicen los principios bíblicos. La ropa que refleja los valores del mundo
suele ser indecorosa, a pesar de las buenas intenciones del que la usa. Las intenciones inocentes no
cambian nada. La
inmodestia sin intenciones y la “inmodestia por ignorancia” siguen siendo no
bíblicas.
El cristiano puede decir sinceramente: “Mi intención no es
vestir sensual o seductoramente” y, aun así, vestirse de una manera
inapropiada.
Lo seguro es que, son los principios bíblicos ―no
los diseñadores de ropa mundanos, ni los artistas de cine ni las celebridades― los
que debieran establecer las normas de una forma de vestir correcta.
¿A quién va dirigido este folleto? Supongo que a cada lector
que usa ropa. No obstante, parece que tendemos a dirigir nuestros mensajes a las
mujeres jóvenes. Esto me parece incorrecto. El mensaje es, principalmente, para esposos y pastores,
quienes son los líderes de las familias. Cuando veo a una adolescente vestida
sin modestia, lo primero que pienso es: “¿A dónde está su padre? ¿No se da
cuenta cómo está vestida su hija?”. Cuando una mujer cristiana casada no se
viste con modestia, lo primero que pienso es: “¿Por qué es su esposo tan indiferente
a la enseñanza bíblica con respecto a la ropa modesta?”. El varón tiene la
responsabilidad dada por Dios de proteger a su esposa y a sus hijos. El vestir
inmodesto incita que personas lascivas malinterpreten la manera de vestir de
los miembros de la familia. Además, vestir indecorosamente es, a veces, una manera
de expresar (en público) una sensualidad impropia. Señores, no podemos ignorar
estos asuntos.
De manera similar, el varón tiene la responsabilidad de proteger
a otros de las piedras de tropiezo que su esposa e hijas pueden generar con su
manera de vestir indecorosa. Esto se aplica a todas partes y a todos los
tiempos, pero de
manera especial a las reuniones de la Iglesia.
Más de un creyente me ha preguntado: “¿Por qué no podemos
contar con, por lo menos, un refugio seguro contra el uso de ropa apretada, escotes,
hombros descubiertos y shorts? ¿Por qué no se asegura la gente de vestirse con
modestia cuando asisten a las reuniones de la Iglesia?
No es extraño que el vestir escandaloso me tiente cuando voy
a algún plantel universitario, pero el pueblo de Dios no debería tener que
enfrentar esa clase de tentación en los cultos de adoración. ¿No pueden los
cristianos ser más considerados con los demás?”. Es éste un pedido legítimo.
Los varones tienen una responsabilidad extra: Debieran explicar a sus esposas e
hijos mayores qué fácil es que los hombres se sientan tentados a la lujuria al
ver personas vestidas indecorosamente.
Nuestras familias pueden pensar que nunca batallamos con
tentaciones sexuales. ¡Dígales la verdad! He hablado con mujeres que
sencillamente no sabían que los hombres cristianos se sienten tentados a pecar
por lo que provoca su manera de vestir. En cuanto lo entendieron, con gusto empezaron
a vestirse más modestamente.
¿Nos ha dado Dios instrucciones relacionadas con el vestir?
La respuesta a esta pregunta es SÍ… El inspirado Apóstol escribe en 1
Timoteo 2:9: “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y
modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos”.
Quizá la verdad más evidente en este versículo es una que, a menudo, se niega
en la actualidad: A Dios sí
le importa cómo nos vestimos… En 1
Timoteo 2:9, la modestia está ligada específicamente a cómo nos adornamos con la ropa.
En toda discusión sobre vestir modesta o inmodestamente, en
algún momento surge la pregunta que podríamos llamar: “La pregunta que marca la
línea divisoria”. ¿Dónde está, exactamente, la línea divisoria entre ropa
aceptable y no aceptable? ¿Cómo puedo saber dónde está? No la cruzaré, pero,
¿puede por favor decirme precisamente dónde está? La palabra [pudor] responde a
“La pregunta que marca la línea divisoria” porque el cristiano modesto dice:
“¡No quiero acercarme a esa línea!
Quizá no sepa dónde está la línea divisoria entre la ropa
aceptable y la no aceptable, pero sé más o menos dónde está… y me mantendré
lejos de ella”.
La palabra modestia
[en 1 Timoteo 2:9]… se refiere a
mantener control sobre nuestros pensamientos, preferencias y deseos. El
cristiano discreto no da rienda suelta a sus pasiones; sabe cómo controlar sus deseos.
La Biblia está exponiendo aquí algo que muchos sencillamente no quieren
reconocer: Algunos usan su estilo de ropa como expresión de su propia
sensualidad. Se convierten intencionalmente en objeto de lujuria: entran a una
sala con la intención de llamar la atención. En lugar de practicar dominio
propio, exhiben sin tapujos su sensualidad en su ropa. Vestir [con sobriedad]
significa que no expresamos nuestros deseos sexuales privados con lo que
vestimos en público.
¿Por qué deben los creyentes practicar dominio propio cuando
de estilo de ropa se trata? No cabe duda de que el vestir provocativo afecta a otros
(tentándolos a pecar). Pero, tanto cristianos como no cristianos, también han
notado cómo la ropa etiqueta de alguna manera al que la viste. “La manera de
vestir cambia los modales”, escribió el filósofo francés Voltaire, que no era
precisamente amigo del cristianismo, pero sí un observador perspicaz de la
condición humana. La escritora inglesa Virginia Woolf coincide: “Hay mucho que apoya la noción de
que es la ropa lo que nos usa a nosotros y no nosotros a ella; podemos hacer que
se amolde al brazo o al pecho, pero moldea nuestros corazones, nuestros
cerebros y nuestra boca, según su parecer”.
Éste es uno de los aspectos intangibles de la manera de
vestir que todos hemos experimentado. Lucir un conjunto nuevo o vestirse con
elegancia da un sentido de seguridad y de autoestima positiva. De igual modo,
vestir ropa provocativa o reveladora nos estimula a hacer gala de nuestra
sexualidad.
El discípulo de Cristo debe controlar sus pasiones sexuales
y, del mismo modo, escoger controladamente lo que viste que pudiera “moldear su
corazón, cerebro y boca” en formas inapropiadas. A este mandato en 1 Timoteo
2:9, le acompaña una aplicación imbuida en la cultura. Notemos las palabras
finales del versículo: “no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni
vestidos costosos”. Esto instruía a las mujeres cristianas a no imitar el
estilo de vestir y los peinados escandalosos que eran comunes entre la nobleza
romana. En la época de Pablo, algunas mujeres se entretejían gemas preciosas en
el cabello para crear peinados costosos, cuyo equivalente actual sería cientos
y, aun, miles de dólares. También vestían ropa deslumbrante que fácilmente
costaría unos 10 mil dólares en moneda actual. Éste era el uniforme no oficial
de las cortesanas romanas, un uniforme que era característico para llamar la
atención. Es de observar que era notoria la inmoralidad sexual de estas cortesanas
romanas. Era notorio que estas mujeres no se vestían ni correcta, ni modesta ni
discretamente, y todos sabían que sus vidas se caracterizaban por su impureza
sexual. De hecho, la Palabra de Dios le está diciendo a los cristianos: “No
imiten la apariencia de esta gente famosa e inmoral. Nada de ostentación,
vulgaridad, extravagancia ni alardes de riquezas. Ninguna asociación con estas cortesanas
de mala reputación. No tomen a esas ‘mujeres de la corte’ como modelos de la
moda”.
Consideremos las palabras agudas de Stephen M. Baugh,
profesor de Griego y Nuevo Testamento del Seminario Teológico de
Westminster West. Baugh aplica estas palabras finales de 1 Timoteo 2:9 a
lectores modernos: “Hoy equivale a advertir a los cristianos a no imitar los
estilos de los cantantes pop o actrices promiscuas”. Esto significa que si
queremos aplicar este versículo en la práctica, la mujer cristiana no debe
imitar el aspecto de las libidinosas “cortesanas de Hollywood”. El próximo versículo
―1
Timoteo 2:10― amplía la instrucción del Apóstol. La
mujer cristiana no se adorne con ropa indebida, “sino con buenas obras, como corresponde
a mujeres que profesan piedad”. La [palabra profesan]
se deriva de un vocablo griego que significa hacer un anuncio público o transmitir
un mensaje a viva voz. Nuestras vidas son anuncios públicos.
El anuncio público de la mujer piadosa consiste de buenas
obras, no de ropa cuestionable. ¿Cuál es la función de las buenas obras del
cristiano?
Mateo 5:16 dice que los creyentes hemos de vivir de tal
manera que los hombres vean nuestras buenas obras y glorifiquen a nuestro Padre
que está en los cielos. Numerosos versículos afirman que las buenas obras del cristiano
son valiosas, no sólo por el beneficio a los objetos de ellas, sino también por
lo que demuestran acerca de la gloria de Dios (1 P. 2:12; 3:1- 6; Mt. 9:6-8).
Lo que implica esto es que, tanto las buenas obras como la manera indebida de
vestir, contienen un elemento que influye sobre lo que otros piensan de Dios:
Uno provoca que los hombres alaben a Dios, mientras el otro incita a los
hombres a denigrarlo. La conclusión de 1 Timoteo 2:10 es que la reputación de Dios
está en juego, según lo que profesamos en público. La gloria de Dios se ve con
más claridad cuando abundamos en buenas obras, pero se entenebrece y mal
entiende cuando hacemos anuncios públicos al vestir incorrectamente… No se
trata de que sólo esté en juego nuestra
reputación cuando usamos ropa indebida;
también está en juego la reputación de Dios.
Robert
G. Spinney: Pastor bautista y profesor asociado de Historia en Patrick
Henry College, Purcellville, Virginia, EE.UU.
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