2
Corintios 5; 17
De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es;
las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.
Pablo llega, como acostumbraba, de una
situación concreta y determinada a un principio básico de toda la vida
cristiana: Cristo murió por todos. Para Pablo, un cristiano es, en su frase
favorita, una persona en Cristo; y por tanto, la vieja personalidad del cristiano murió con
Cristo en la Cruz y resucitó con Él a una nueva vida, de forma que ahora es una
nueva persona, tan nueva como si Dios la acabara de crear. En esta novedad de
vida, el cristiano ha adquirido una nueva escala de valores. Ya no aplica a las
cosas el baremo del mundo. Hubo un tiempo en el que Pablo mismo había juzgado a
Cristo según su tradición, y se había propuesto eliminar Su recuerdo del mundo.
Pero ya no. Ahora tenía una escala de valores diferente. Ahora, el Que había
tratado de borrar era para él la Persona más maravillosa del mundo, porque le
había dado la amistad de Dios que había anhelado toda la vida.
En la muerte de
Cristo han muerto todos. Pero de la muerte de Cristo surge la nueva vida, de la
que participan todos aquellos que han muerto con Cristo, es decir, los
cristianos. La Iglesia es una nueva creación. El cristiano es el hombre nuevo.
El viejo mundo, el tiempo del mundo con sus miserias, sus pecados y su
enemistad con Dios han desaparecido. La renovación del mundo prometida por Dios
y tan deseada por todos, es ya una realidad. Ahora bien, ¿puede afirmarse todo
esto con verdad, frente a la evidente realidad en la que siguen existiendo
faltas, defectos y pecados? ¿No habla el mismo Pablo con frecuencia de un modo
diferente? ¿No dice que «la apariencia de este mundo pasa» (1Co_7:31)? Así pues, el mundo sólo pasará en una
plenitud futura. Mientras tanto, sigue existiendo totalmente como mundo
antiguo. Todavía domina la muerte, porque «el último enemigo en ser destruido
será la muerte» (1Co_15:26). Todavía anda Satán
con sus maquinaciones (2Co_2:11). Todavía domina
este maligno mundo presente (Gal_1:4). En la
misma Iglesia hay demasiados pecados. Por eso es preciso exhortar sin descanso
y amonestar recordando el juicio
Los cristianos son nuevas criaturas desde su interior. El Espíritu
Santo les da vida
nueva y ya no serán los mismos jamás. No hemos sido reformados, rehabilitados o
reeducados; somos una nueva creación, viviendo en unión vital con Cristo (Col_2:6-7). Convertirnos no es meramente dar la vuelta
a una hoja nueva, sino empezar una vida nueva bajo un nuevo Maestro.
Dios es siempre aquel que supera lo pasado en el
perdón y en la nueva creación, y que recomienza siempre de nuevo la obra de la
salvación en el hombre, a pesar de las incesantes negativas de éste. «... Aun
cuando nuestro corazón nos reprenda, porque Dios es mayor que nuestro corazón»
(1Jn_3:20).
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
No hay comentarios:
Publicar un comentario