Ebenezer Erskine (1680-1754)
“Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que
insistas con firmeza, para que los que creen en Dios procuren ocuparse en
buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres” (Tito
3:8).
Por el Espíritu de profecía, el Apóstol previó que la
doctrina de la gracia tendría que enfrentar una oposición extraña en las épocas
futuras. La oposición ya había comenzado en su propia época, según parece
indicar en su epístola a los Gálatas. Lo ratifica con más solemnidad al
afirmar: “Palabra fiel es esta”. De esto concluyo que como ministros de Cristo
tenemos que ser constantes en todo el consejo de Dios, conscientes de que hay
algunas verdades que necesitan ser más declaradas y explicadas que otras,
particularmente aquellas que son fundamentales y controvertidas por lo que hay
quienes no las aceptan y las rechazan. A tales verdades se les recalca,
advirtiendo que se requiere mayor seriedad, diligencia y atención al
considerarlas.
Entonces el Apóstol aquí, consciente de la oposición a la
doctrina de la gracia que enfrentaría por parte de hombres que creían que las
buenas obras son necesarias para estar en comunión con Dios, agrega estas palabras
que son como un broche de oro para concluir el tema: “Palabra fiel es esta”.
Los pastores son guardianes designados para defender la
verdad. Por lo tanto, cuando alguna verdad de Dios corre peligro,
tienen que estar doblemente en guardia y mantenerse firmes para que estas
verdades que el enemigo más ataca no sean descartadas. Y mientras que el deber
del pastor es enseñar, inculcar y apoyar esas verdades que son desafiadas o
contradichas, es también la obligación de los hermanos estudiar estas verdades y los argumentos que las
apoyan. De esta manera tendrán la capacidad de distinguir entre la verdad y el
error, y dar razón de su fe y esperanza (1 P. 3:15). Los bereanos recibieron
notables elogios por esto (Hch. 17:10, 11). Son llamados nobles por la
siguiente razón: No aceptaban implícitamente las doctrinas que les enseñaban, ni
siquiera las que enseñaban los apóstoles mismos. No, en cambio comparaban la
doctrina apostólica con las normas de la Ley y el Testimonio. Y esto es algo,
no sólo ordenado y aprobado en la Escrituras de la verdad, sino muy
consecuentes con los dictados de un razonamiento correcto. ¿Cómo puede ser útil
que las gentes puedan obedecer el mandato de “contender por la fe una vez dada
a los santos” si no comprenden la doctrina de la fe y, particularmente, estas
doctrinas que corren peligro de serles quitadas? Los pastores son llamados
“administradores de Dios” (Ti. 1:7) y “administradores de los misterios de Dios”
(1 Co. 4:1, 2). Ahora bien, sabemos que es por beneficio del hogar o la familia
que el encargado de la comida les dé de comer alimento sano y nutritivo, si no,
les puede suceder que se traguen una piedra, en lugar de un pan o un escorpión,
en lugar de un pescado. Les llamamos, señores, a examinar y poner a prueba
nuestras doctrinas ante el tribunal de la Palabra y si no ganan el juicio allí,
déjenlas hundirse y morir eternamente. Siempre es motivo de desconfianza cuando
alguien se niega a poner a prueba sus doctrinas porque “el que practica la
verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en
Dios” (Jn. 3:21).
En las palabras de
Pablo, tenemos un mandato apostólico a Tito y a todos los
ministros del evangelio: “Estas cosas quiero que insistas con firmeza”. La
palabra en el original, traducida como insistas,
es tomada de la práctica de quienes
compran o venden algo, e insisten en la veracidad de lo que dicen del producto
para poder defenderlo contra cualquier imputación legal en su contra. Tito y
otros pastores, no sólo deben enseñar las doctrinas del evangelio, sino
confirmarlas y tener respuesta para cualquier acusación o cuestionamiento
en su contra.
Hay una doctrina en
particular que, en sus palabras, el Apóstol pide a Tito que enseñe, a saber:
“que los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras”. Notemos que el
fundamento de todas las buenas obras es creer en Dios, en Dios tal como se
manifestó en Cristo,
Dios reconciliando al mundo con sí mismo. Porque, sin
Cristo, él no puede ser el objeto de fe, sino de consternación al pecador
culpable.
Al final de cuentas, creer en Dios es el fundamento mismo de
toda buena obra porque “sin fe es imposible agradar a Dios” (He. 11:6) y los que
han creído están comisionados a ocuparse de buenas obras. La palabra en el
original es un vocablo militar, que se refiere particularmente, a los que se
colocan en la primera línea en el campo de batalla y marchan adelante para
alentar a todo el ejército a seguirlos. “Los creyentes”, diría el Apóstol, “no
sólo deben hacer buenas obras, sino que deben ser modelo y ejemplo para los
demás”, como lo expresa Cristo: “Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que
está en los cielos” (Mt. 5:16).
ME PREGUNTO AHORA, QUÉ IMPLICA ESA FRASE QUE HABLA DE PROCURAR
OCUPARSE
EN BUENAS OBRAS.
Y respondo a mi pregunta brevemente, con las siguientes
implicaciones:
1. Implica una atención diligente a las reglas de la Palabra.
De acuerdo con David: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu
palabra” (Sal. 119:9), el joven convierte las reglas de Dios en su consejero.
Cuando es llamado a servir de una manera u otra, sigue la recomendación de este
consejero en cuanto a responder o no al llamado. “Lámpara es a mis pies tu
palabra, y lumbrera a mi camino” (Sal. 119:105). Así como Israel seguía la
columna de nube o de fuego en todas sus acciones y avances porque le daban
dirección a través del desierto, así el alma llena de gracia sigue la Ley o el
Testimonio a cada paso en su peregrinaje hacia la Canaán celestial.
2. Implica un anhelo y preocupación del alma de que sus
acciones sean manejadas y ordenadas de acuerdo con esas reglas. Es el anhelo profundo
de su alma estar en el camino del Señor, como lo era para David: “¡Ojalá fuesen
ordenados mis caminos para guardar tus estatutos!” (Sal. 119:5). No sólo desea
que su andar exterior, sino también que el sentir interior de su alma –todos
los pensamientos en ella— sean moldeados de modo que coincidan con la Ley de
Dios: “Sea mi corazón íntegro en tus estatutos, para que no sea yo avergonzado”
(Sal. 119:80). Tanta es su preocupación por esto que guarda la Ley de Dios en
el centro mismo de su corazón como antídoto contra el pecado: “En mi corazón he
guardado tus dichos, para no pecar contra ti” (Sal. 119:11).
3. Implica un cuidado santo contra toda tentación, sugerencia
u ocasión de pecar con los pensamientos, palabras o acciones: “Yo dije:
Atenderé a mis caminos” (Sal. 39:1). Mantenerse en guardia cuidando su corazón
es cumplir aquel mandato que dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu
corazón; porque de él mana la vida” (Pr. 4:23). Es mantener en guardia los ojos
y hacer un pacto con ellos y con la boca, no sea que el pecado entre o salga
por una de esas puertas.
4. Implica aprovechar cada oportunidad de realizar las buenas
obras que Dios pone en sus manos y mejorarlas. Cuando Dios da oportunidad o
talento, estúdielo, a fin de que sea útil para el Señor y para provecho y
beneficio de los demás y de uno mismo, como lo enseña Salomón:
“Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según
tus fuerzas” (Ec. 9:10).
5. Implica seguir adelante y progresar en los deberes de
obediencia sin volver a la vieja vida de pecado. El cristiano no es como el
perro que vuelve a su propio vómito o el cerdo lavado sólo para volver a
revolcarse en el cieno. No, el justo sigue firme en su camino; se ocupa de buenas
obras, se hace cada vez más fuerte, se olvida de las cosas pasadas y se
extiende a lo que está delante (Fil. 3:13).
6. La palabra aquí, como ya lo insinué en la explicación,
implica entusiasmar o influenciar a otros para que hagan buenas obras. La palabra,
como dije, es una expresión militar que se refiere a capitanes o comandantes
que van al frente de la batalla, alentando a los soldados para que sigan su
ejemplo. El creyente procura dar un buen ejemplo siendo una expresión fiel de
lo que son la santidad y las buenas obras para que otros quieran imitarlo.
7. En último lugar, ocuparse de buenas obras requiere hacerlas
todas por fe y utilizando mejor el poder que Cristo da. “Vendré a los hechos poderosos
de Jehová el Señor; haré memoria de tu justicia, de la tuya sola” (Sal. 71:16).
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