} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: SÍNTOMAS DEL ORGULLO CORPORAL

domingo, 5 de agosto de 2018

SÍNTOMAS DEL ORGULLO CORPORAL




Juan Bunyan (1628-1688)

HOMBRE SABIO: Hay dos tipos de orgullo: Orgullo del espíritu y orgullo del cuerpo. Las Escrituras describen así al primero: “Abominación es a Jehová todo altivo de corazón” (Pr. 16:5). Altivez de ojos, y orgullo de corazón, y pensamiento de impíos, son pecado” (Pr. 21:4), “mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu” (Ec. 7:8). Y esto dicen del orgullo del cuerpo: “Aquel día quitará el Señor el atavío del calzado, las redecillas, las lunetas, los collares, los pendientes y los brazaletes, las cofias, los atavíos de las piernas, los partidores del pelo, los pomitos de olor y los zarcillos, los anillos, y los joyeles de las narices, las ropas de gala, los mantoncillos, los velos, las bolsas, los espejos, el lino fino, las gasas y los tocados” (Is. 3:18-23).
Estas expresiones evidencian que hay orgullo del cuerpo al igual que del espíritu y que ambos son pecado y, por tanto, son abominables al Señor.
Pero Hombremalo nunca podía aguantar la lectura de estos textos. Eran para él como Micaías era para Acab: Nunca hablaban bien de él, sino mal (1 R. 22:6-18).

ATENTO: Me supongo que Hombremalo no era el único a quien le disgustaran tanto estos textos que hablan contra sus vicios porque creo que la mayoría de los pecadores, en lo que a las Escrituras se refiere, sienten una antipatía secreta por las palabras de Dios que más clara y plenamente los reprende por sus pecados.
SABIO: Eso es incuestionable. Y con esa antipatía, muestran que prefieren más al pecado y a Satanás que a las instrucciones sanas de vida y piedad.
ATENTO: Bueno, pero para no cambiar el tema sobre Hombremalo, dice usted que era orgulloso. Pero, ¿me mostrará usted algunos síntomas de una persona orgullosa?
SABIO: Sí, lo haré. Primero le mostraré algunos síntomas del orgullo del corazón. El orgullo del corazón se nota por cosas externas, ya que el orgullo del cuerpo, en general, es una señal de orgullo del corazón porque todos los gestos orgullosos del cuerpo surgen del orgullo del corazón.
Por eso dice Salomón: “Hay generación cuyos ojos son altivos y cuyos párpados están levantados en alto” (Pr. 30:13). Y también está “el que abre demasiado la puerta” (Pr. 17:19). Ahora bien, estos ojos altivos y el hecho de abrir demasiado la puerta (jactarse) son señales de un corazón orgulloso porque ambas acciones proceden del corazón. Porque del corazón procede el orgullo en todas su manifestaciones (Mr. 7:21- 23).
Pero más específicamente:
 1. El orgullo del corazón se descubre por su modo arrogante de andar porque el malo, el orgulloso, tiene un cuello orgulloso, pies orgullosos, lengua orgullosa que exaltan su orgullo a cada paso. Lo que los hace parecer altivos es su modo de hablar altanero y cómo se conducen con arrogancia entre sus prójimos.
2. El corazón orgulloso es perseguidor. “Con arrogancia el malo persigue al pobre; será atrapado en los artificios que ha ideado” (Sal. 10:2).
 3. El hombre que no ora es un hombre orgulloso (Sal. 10:4).
 4. El hombre contencioso es un hombre orgulloso (Pr. 13:10).
 5. El hombre soberbio es un hombre orgulloso (Sal. 119:51).
6. El hombre que oprime a su prójimo es un hombre orgulloso (Sal. 119:122).
 7. El que no escucha la Palabra de Dios con reverencia y temor es un hombre orgulloso (Jer. 13:15, 17).
8. Tenga por seguro que el que llama bienaventurado al orgulloso, es él mismo, un hombre orgulloso. Todos estos son orgullosos de corazón y así es como se revela su orgullo (Jer. 43:2; Mal. 3:15).
En cuanto al orgullo del cuerpo es decir, algo de éles evidente en todos los casos recién mencionados porque, aunque son calificados como síntomas del orgullo del corazón, son síntomas que se manifiestan también en el cuerpo. Conocemos enfermedades que son interiores pero, a menudo, tienen signos exteriores y visibles, y precisamente por esos signos, el exterior también está contaminado. Lo mismo sucede con esos signos visibles del corazón que son también signos de orgullo corporal.
Pasemos a enfocar señales más exteriores. Usar oro, perlas y ropa costosa, peinados ostentosos, seguir la moda, procurar imitar al soberbio con su porte, sea ya por el hablar, el aspecto físico, vestidos, acciones u otros adornos o baratijas infantiles de los que el mundo está lleno en la actualidad. Todos estos y muchos más son señales de un corazón orgulloso, por lo tanto, también de orgullo corporal (1 Ti. 2:9; 1 P. 3:3- 5).
Pero Hombremalo no permite de ninguna manera que esto sea llamado orgullo, sino más bien prolijidad, atractivo, pulcritud, etc. Tampoco reconoce que seguir la moda sea más que esto porque no quiere ser considerado como altanero, diferente y extraño por sus vecinos.
ATENTO: Pero me han dicho que cuando algunos han sido reprendidos por su orgullo, se han vuelto contra la comunidad de aquellos que les han reprendido, diciendo: “Médico, ¡sana a tus amigos! Fíjense en los de su casa, sus hermanos, aun a los más sabios de ustedes, y vean si son inocentes, aun ustedes que profesan ser de Cristo porque, ¿quiénes son más orgullosos que ustedes? ¡Ni el diablo mismo!”.
SABIO: Esta respuesta me causa dolor porque tiene mucha razón. Ésta es exactamente la respuesta que Hombremalo le da a su esposa cuando ella, como hace a veces, lo reprende por su orgullo. “Tendremos”, dice, “muchos cambios en la vida ahora ¡porque el diablo se ha convertido en el que corrige los vicios!”. “Porque no hay pecado más prevaleciente en el mundo”, cita él, “que el orgullo entre los que profesan a Cristo”. ¿Y quién puede contradecirle? Demos al diablo el mérito que se merece: La cosa es demasiado evidente como para que alguien pueda negarla. Y no dudo que los amigos de Hombremalo tienen la misma respuesta a flor de labios porque pueden percibir y, de hecho, ven el orgullo exhibido en el vestido y los carruajes de los profesantes, y hasta tanto como cualquiera en el país, para vergüenza. Ay, y me temo que aun sus extravagancias en este sentido han endurecido el corazón de muchos, como percibo que sucedió en el caso del corazón de Hombremalo mismo. Por mi parte, he visto a muchos incluyendo miembros de la iglesia— tan engalanados, vestidos y adornados a la última moda por puro exhibicionismo, que cuando han estado en la casa de Dios para adorarle, me he preguntado con qué cara podían estas personas pintarrajeadas permanecer en el lugar sin desmayarse. Pero no hay duda deque la santidad de Dios y la contaminación de ellos por el pecado es algo que ni se les ocurre, sea lo que sea que profesan ser.
He leído acerca de la frente de una ramera y he leído acerca del pudor cristiano (Jer. 3:3; 1 Ti. 2:9). He leído de atavíos costosos y del vestir que le queda bien a la mujer que profesa piedad: Las buenas obras (1 P. 3:1-3), pero déjeme decir que sé lo que sé y lo pudiera decir, sin hacer mal a nadie, aquello que haría heder a los profesantes allí donde están, pero en este momento me abstengo de hacerlo (Jer. 23:15).
ATENTO: Señor, parece usted muy preocupado por esto, pero ¿puedo decir algo más? Se rumorea que algunos buenos pastores han enfrentado a su gente en cuanto a sus ropas extravagantes, sí, también por su oro y perlas y atavíos costosos, etc.
SABIO: No sé qué habrán argumentado, pero es fácil ver que toleran o, por lo menos cierran los ojos a estas cosas, tanto en sus esposas como en sus hijos. Y, por tanto, “de los profetas de Jerusalén salió la hipocresía sobre toda la tierra” (Jer. 23:15). Cuando la mano de los gobernantes es la primera en violar la ley, ¿quién puede impedir que el pueblo la viole también? (Esd. 9:2).
ATENTO: Esto es lastimoso y digno de lamentación.
SABIO: Así es. ¡Y agregaré que es una vergüenza, un reproche y piedra de tropiezo para el ciego! porque, aunque los hombres sean tan ciegos como Hombremalo mismo, pueden ver la necia ligereza que es el fondo de todas estas extravagancias necias y lascivas. Pero muchos tienen listas sus excusas [a saber], sus padres, sus esposos, su educación y cosas parecidas lo exigen… Pero todo esto no será más que como una telaraña cuando el trueno de la Palabra del Dios grande retumbe desde el cielo contra ellos, anunciando su muerte o el juicio. Pero espero que lo haga antes. ¡Ay! Estas excusas no son más que puros pretextos: Estos soberbios las consideran valederas y les encanta lo que hacen. Cierta vez hablé con una jovencita para reprocharle su vestido demasiado llamativo, pero ella me respondió: “Fue la modista que me lo hizo así”.
Pobre muchacha soberbia, ella fue quien le dio las indicaciones a la modista para que se lo hiciera así. Muchos culpan a sus padres, sus esposos y sus modistas, etc., pero sus corazones malos y el hecho de ceder a ellos es la causa original de todos estos males.


Juan Bunyan (1628-1688): Pastor inglés y uno de los escritores más influyentes del siglo XVII, nacido en Elstow cerca de Bedford, Inglaterra.




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