} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: LA JUSTICIA DE YAHVÉ (Final)

lunes, 20 de agosto de 2018

LA JUSTICIA DE YAHVÉ (Final)



Libro de Joel 3:1-21

      Este capítulo, versa sobre el juicio terrible sobre las naciones paganas, del que, se habían dado los signos precursores en las transmutaciones cósmicas de la naturaleza. El estilo es vigoroso y escalofriante, conforme al radicalismo de expresión de la poesía oriental apocalíptica. Reiteradamente se habla en la literatura profética de un juicio discriminador de los pueblos antes de la inauguración de la era mesiánica, pero en ningún otro lugar la idea es representada con más dramatismo y exaltación. En la segunda parte (16-21) se anuncia la paz mesiánica total.

Juicio en el valle de Josafat  (1-15).

1-Después de anunciar que los israelitas participarán del nuevo estado venturoso de cosas como consecuencia de la reconciliación con su Dios, el profeta va a vaticinar la suerte que correrán las naciones paganas que se han aprovechado de la desgracia de Judá. La escena apocalíptica que va a describir está situada después de la restauración de Israel, pasada ya la cautividad. Para los profetas, la repatriación de los exilados es la primera fase en la preparación de la manifestación gloriosa mesiánica.
Para Joel los estragos ocasionados por la plaga de langostas eran castigo más que suficiente para Israel. En otras palabras, ellos ya habían experimentado su propia versión del día de Jehová. Ahora, así como Dios ya había juzgado a su pueblo, con el correr del tiempo juzgaría a las naciones paganas y vindicaría al pueblo escogido. Esta sería la verdadera versión del día de Jehová, según el pensamiento judío.

2 -He aquí que en aquellos días y en aquel tiempo es una frase indefinida. Simplemente apunta hacia el momento cuando Jehová decida actuar en favor de sus escogidos. Cuando yo restaure de la cautividad a Judá y a Jerusalén también ha sido traducido como “restaurar el bienestar”  o “haré que cambie la suerte de Judá y Jerusalén”. Algunas Biblias en inglés traducen con la idea de “un cambio de fortuna”, o cuando las cosas mejoren para Judá como parte del proceso de restauración (Deu_30:3). La mejor manera para provocar este cambio es que Dios traiga a juicio a las naciones paganas y vindique al pueblo escogido. El reunir a todas las naciones conlleva un sentido de juicio; idea que está respaldada con el hecho de descender al valle de Josafat. Joel no está señalando un lugar geográfico específico, simplemente apunta a la acción de juicio de parte de Dios.

El Señor es claro al apuntar que su juicio contra las naciones es por lo que han hecho en contra de su pueblo, Israel mi heredad. El contexto permite observar cuáles han sido esas acciones, las mismas que también constituyen los cargos contra esas naciones. Esparcieron entre las naciones al pueblo judío, y luego se repartieron mi tierra. Esta fue una realidad amarga que el pueblo hebreo tuvo que vivir en dos ocasiones principales: cuando Asiria invadió y conquistó a Israel, el Reino del Norte, en el 722/1 a. de J.C. (2Rey 17:1-41), y cuando Babilonia invadió a Judá, el Reino del Sur, en el 587/6 destruyó totalmente la ciudad y el templo (2Rey 25:1-21; Jer_52:28-30). Después de ser conquistados, en ambos casos el pueblo judío fue deportado. Su territorio fue ocupado por otras gentes y/o dividido entre otros pueblos.

Otro de los terribles actos contra el pueblo de Dios es que los niños fueron vendidos como esclavos. La frase pagaron como prostituta debe entenderse como el precio que se pagaba para pasar un rato de placer con una ramera. Las niñas habían sido vendidas por vino para beber. La idea general es la venta de los niños por cualquier cosa, como quien dice. Por supuesto, hay que guardar en mente que todo esto era una práctica común entre los pueblos de aquel entonces; pero esto no quiere decir que Dios lo aprobara.
El triunfo de los judíos va a ser espectacular, de forma que todas las naciones paganas, tradicionalmente enemigas, tendrán que reconocer su derrota definitiva a manos del Dios de Israel. Todas las gentes serán convocadas en el valle de Josafat, nombre simbólico escogido para expresar el juicio condenatorio que van a sufrir las naciones paganas. Algunos autores creen que Josafat aquí alude al rey de este nombre que, según 2Cr_5:12, derrotó estrepitosamente a los ejércitos coligados de Moab, Amón y Edom, los enemigos tradicionales de Judá. Joel, pues, en ese caso, habría escogido el nombre del victorioso rey Josafat (870-849) como símbolo de la otra victoria que Yahvé habría de obtener sobre todos los enemigos del pueblo elegido.
Sin embargo, el nombre hebreo Josafat (“Yahvé juzga” o “juicio de Yahvé”) se presta a un juego de palabras, y en este sentido bien pudo haber sido elegido para designar el juicio de Dios sobre las naciones paganas. De ahí que no falten comentaristas que traduzcan el pasaje de Joel: “reuniré. en el valle del juicio de Yahvé.” No se debe, pues, insistir sobre la localización de ese famoso valle, que no es sino un nombre literario simbólico-apocalíptico. La tradición judía dio el nombre del valle de Josafat a la depresión formada por el torrente Cedrón, al este de Jerusalén. Nada en el contexto favorece una interpretación del juicio de los individuos de toda la humanidad en el día del juicio universal al fin de los tiempos; no obstante, este juicio anunciado por Joel puede ser tipo del universal.
Las naciones paganas serán juzgadas por los atropellos que han cometido con el pueblo elegido: litigaré con ellos a propósito de mi pueblo y de mi heredad, que dispersaron entre las naciones, repartiéndose mi porción, o territorio palestino. Evidentemente, el profeta alude aquí a las incursiones de los moabitas, amonitas y edomitas, que hicieron en el antiguo territorio de Israel después que sus habitantes fueron deportados a Mesopotamia a raíz de la toma de Jerusalén por las tropas de Nabucodonosor.
3- Los vencedores y sus aliados trataron de modo indigno a la población vencida, dando un mozo por una prostituta     disponiendo de la suerte de los jóvenes de Judá como si fuesen un salario barato destinado a las cortesanas. Y los mismos dispusieron de las doncellas como si fueran el precio bajo que se da por vino que se bebían. Las dos comparaciones sirven para resaltar el desprecio con que los enemigos de Judá trataron a la población vencida.
Yahvé alcanzará en su juicio condenatorio a todas las naciones paganas, incluso las omnipotentes Tiro y Sidón, que parecen alejadas ahora del escenario de la guerra. Es inútil que quieran librarse del castigo, y sobre todo no podrán hacer nada contra Yahvé, que se dispone a castigar a los pueblos enemigos de Judá, porque, si lo intentan, recibirán el merecido: Si queréis vengaros de mí (Yahvé), al punto haré retornar sobre vuestras cabezas vuestra venganza (contra Yahvé). Es un modo de decir que también los filisteos y los fenicios caerán dentro de la sentencia dictada por Yahvé contra los enemigos de Judá, las naciones circunvecinas, Edom, Amón y Moab. Yahvé les echa en cara que, como mercaderes sin escrúpulos, se han aprovechado de la situación de derrota de Judá para cometer expoliaciones sacrilegas (os apropiasteis mi oro y mi plata, vendiendo a los hijos de Judá a los hijos de los griegos. Se sabe por los autores clásicos que los esclavos sirios eran muy buscados por los griegos. Los fenicios tenían especiales relaciones comerciales con las costas griegas; por eso, el tráfico de esclavos se dirigía especialmente a esta zona mediterránea. Yahvé les amenaza con pagarles en la misma medida, pues hará que los judíos vendan los hijos de los fenicios a los sábeos, nación apartada, al sudoeste de la península arábiga, con los que tenían tráfico comercial a través de las rutas caravaneras de TransJordania.  Los sabeos provenían de Sabá, una nación al sudoeste de Arabia. Una de las reinas de Sabá había visitado a Salomón aproximadamente un siglo antes (1Rey _10:1-13).

Los griegos aquí no parece hacer referencia al imperio de Alejandro el Grande (332 a. de J.C.), sino a grupos de tratantes de esclavos de esos lares; gente que se dedicaba a la compra y venta de esclavos. Porque  Yahvé ha hablado es el sello de autoridad de la revelación divina. Este es un mensaje con autoridad, tiene la certeza de cumplirse porque es Dios quien lo ha pronunciado.

Enfáticamente se desafía a todos los pueblos enemigos de Judá para que vengan a luchar con el pueblo de Dios. Antes había anunciado Yahvé que iba a reunir a las gentes en el valle de Josafat; ahora los invita irónicamente a presentarse. Deben proclamar la guerra santa  para luchar contra Yahvé, el Dios de los judíos. La frase es irónica y desafiante. La guerra santa es aquí equivalente a guerra total; por eso les invita a cambiar sus instrumentos agrícolas de paz en instrumentos de guerra: ¡Forjad espadas de vuestros azadones, lanzas de vuestras hoces!. La idea que late en la expresión irónica es que todo será poco para luchar con Yahvé y no bastarán los depósitos normales de espadas para la gran batalla. Todos los componentes de las naciones, no sólo los guerreros de oficio, deben aprestarse al combate: diga el flaco: ¡Yo soy valiente! La victoria de Yahvé debe ser total, y por eso no debe faltar ninguno a la cita del combate, para que resplandezca la fuerza del Dios de los judíos. Yahvé aparece nervioso porque no acaban de concentrarse en el lugar de la batalla, y los excita al encuentro: Precipitaos y venid.
Una vez que el ejército enemigo está concentrado para medir sus armas con Yahvé, el profeta pide a Yahvé que descienda al campo de batalla con su ejército celestial, sus ángeles, que han de luchar por su causa: Haz bajar, ¡oh Yahvé! a tus valientes. Yahvé responde diciendo que antes deben reunirse todos los enemigos: que se alcen y suban las gentes al valle de Josafat. La dramatización llega a su punto culminante. Yahvé va a dar el juicio condenatorio sobre todas las gentes, e invita a sus cohortes celestiales a iniciar el estrago: Meted la hoz, que está madura la mies. Pisad, que está lleno el lagar y se desbordan las cubas. Las naciones, por su maldad, están maduras para la siega trágica del juicio de Yahvé, y han acumulado tantos pecados, que se desbordan las cubas. El mejor comentario a esta escena terrorífica es el texto de Isa_63:1-6 : “¿Quién es aquel que avanza enrojecido, con vestidos más rojos que los de un lagarero., avanzando en toda la grandeza de su poder? ¿Cómo está, pues, rojo tu vestido, y tus ropas como las de los que pisan en el lagar? He pisado en el lagar yo solo, y no había nadie enemigo de las gentes. He pisado con furor, he hollado con ira, y su sangre salpicó mis vestiduras y manchó mis ropas. Porque estaba en mi corazón el día de la venganza. y aplasté a los pueblos en mi ira y los pisoteé en mi furor, derramando en la tierra su sangre.” Tanto en Isaías como en Joel, los pueblos pecadores son exprimidos como en un lagar. Las imágenes son radicales e hiperbólicas, conforme al ardor de una imaginación oriental sobreexcitada. Por otra parte, el carácter apocalíptico del pasaje exige tonos descriptivos subidos e impresionantes.
Joel cierra el fragmento reflejando el rumor de los pueblos reunidos en el valle del juicio: muchedumbres, muchedumbres en el valle del juicio, porque se acerca el día de Yahvé en el valle del juicio. El día de Yahvé, al principio, se anunciaba como el día del castigo de los pecadores de Judá. La invasión de las langostas fue el signo precursor del castigo. Pero la penitencia sincera del pueblo hizo que Yahvé perdonara a su pueblo y el castigo se tornara sobre los pueblos enemigos de Judá. La primera perspectiva cambia, y el profeta, para animar a sus compatriotas a sufrir los duros días de prueba posteriores a la repatriación, les anuncia que habrá un juicio definitivo sobre todas las naciones que han contribuido a la ruina del pueblo elegido. Después del juicio vendrá la era mesiánica, como anuncia a continuación.
Para medir el alcance de las predicciones de Joel no debemos perder de vista el carácter apocalíptico del pasaje, y, dejando de lado las hipérboles y frases radicales, buscar la medula teológica del mensaje: Dios salvará a su pueblo arrepentido y castigará a los pecadores. Toda la dramatización de las escenas del valle de Josafat debemos considerarla como puro artificio literario. De hecho sabemos que esa aparatosa concentración de las naciones no se dio antes de la inauguración mesiánica. Aquí tenemos que acudir al modo de presentar los profetas el reino mesiánico. Conforme a la expectación del ambiente, presentaban al Mesías como un Rey triunfador que había de aplastar a los enemigos (como el “alfarero a sus vasos”), y a Israel organizado en esplendoroso reino bajo la ley dé la justicia divina. En este supuesto conciben también un juicio previo sobre las naciones para vengar los ultrajes cometidos contra el pueblo elegido.
La realización histórica fue muy otra. El Mesías fue “humilde y manso de corazón”, y su reino no era de este mundo. El mismo Bautista, precursor inmediato del Mesías, no captaba los modos suaves de Jesucristo, y predicaba una penitencia brusca y deshumanizada, conforme a los cánones del más rabioso ascetismo oriental. Anunciaba también un juicio selectivo sobre los mismos judíos; Dios tenía en la mano el arnero para limpiar su era.
Cristo dice que El no vino a juzgar, sino que cada uno se juzga a sí mismo en la actitud que tome — de aceptación o repulsa — frente a su persona y doctrina. He ahí de hecho en qué terminó el juicio discriminativo anunciado por los profetas. Una vez más tenemos que repetir que los profetas, a pesar de ser iluminados con revelaciones especiales directas de Dios, eran mentalidades del A.T., y, si bien conocían el hecho de la venida del Mesías y de la inauguración del reinado de justicia, no conocían el modo de esta nueva teocracia puramente espiritual, el reino de los cielos predicado por Jesucristo. La única profecía que llegó a captar más el modo de la realización histórica del mesianismo inaugurado por Cristo fue la de los cánticos del Siervo de Yahvé, en los que se da de lado a todas las concepciones tradicionales sobre un Mesías glorioso y Rey terrenal y se presenta una figura del Mesías que parece tomada de los evangelios.
Millones de personas habían vivido en la tierra, y cada una de ellas, muerta, viva o aún por nacer, se enfrentarían al castigo. Mire a su alrededor. Vea a sus amigos, a aquellos con los que trabaja y vive. ¿Han recibido el perdón de Dios? ¿Han sido advertidos acerca de las consecuencias del pecado? Si comprendemos la severidad del juicio final de Dios, querremos que tomen la oferta de esperanza que Dios les ofrece.


Seguridad y prosperidad del pueblo elegido (16-21).

Después del juicio punitivo sobre las naciones, se inaugura solemnemente la era mesiánica, como consecuencia del poder omnímodo de Yahvé, que ha vencido a los enemigos. de Judá: Ruge Yahvé desde Sión. Todos los pueblos, y hasta los cielos, se conmueven ante el rugido de la voz de Dios, que lanza su veredicto de condenación sobre las naciones. Pero este rugido de condenación para los gentiles es al mismo tiempo el clarinazo solemne que anuncia la salvación de los judíos, cuyo refugio es Yahvé. Es la inauguración solemne de la era venturosa mesiánica soñada y anhelada por las generaciones pasadas. Jerusalén será entonces una cosa santa, de suerte que no volverá a ser hollada y contaminada por los extranjeros: no pasaran por ella los extraños.
Y con la seguridad que dará la protección divina, vendrá la abundancia como consecuencia de las bendiciones de Yahvé: en aquellos días destilarán mosto los montes. Si en otro tiempo sufrieron la sequía y la penuria, ahora la perspectiva es muy otra, pues los wadys o torrenteras, antes secos, se llenarán de copiosas aguas. Pero, además, una fuente brotará de la casa de Yahvé que regará el valle de Sitim. Es la misma concepción de Ezequiel y de Zacarías. En el nuevo orden de cosas, la misma naturaleza se transformará, y el centro de todas las bendiciones sobre el país será el templo, la casa de Dios. Ezequiel anuncia que ese torrente que procede del templo vivificará el mar Muerto, dotándole de una prodigiosa fecundidad. Según Zacarías, las aguas irán al oriente y al occidente n. Aquí Joel anuncia que una nueva feracidad exorbitante surgirá por doquier como consecuencia de la abundancia de aguas. El valle de Sitim aparece en la Biblia al este del Jordán, ya en territorio moabita. Algunos comentaristas prefieren traducir valle de las acacias, y buscan su localización en la zona esteparia del Araba, en la depresión que desciende desde el mar Muerto al golfo elanítico.
En contrapartida a las bendiciones de que gozará Judá, sus enemigos tradicionales, como Egipto y Edom, sufrirán los rigores de la ira divina, pues sus tierras se convertirán en desolado desierto. Y la razón de este castigo especial para estas dos naciones estriba en que se han ensañado con los judíos, derramando sangre inocente, después de la catástrofe del 586 a.C. Yahvé no puede dejar impune tales crímenes. Es el Dios de la justicia, y, como tal, castiga al culpable y salva al inocente.

La ilustración de esta tierra restaurada es de una belleza perfecta, similar al huerto del Edén. El agua que da vida y que fluye del templo ilustra las bendiciones que provendrán de la presencia de Dios. Los que se apeguen a Dios serán fructíferos para siempre. (Eze_47:1-12; Apo_22:1-2.)

Egipto y Edom eran dos de los enemigos más persistentes de Israel. Representaban todas las naciones que fueron hostiles al pueblo de Dios. La promesa de Dios de que serían destruidas también es una promesa de que todo mal que haya en el mundo será algún día destruido.

La palabra Judá utilizada aquí se refiere a todo el pueblo de Dios, cualquiera que haya invocado el nombre del Señor. Hay plena garantía de victoria y paz para los que confíen en Dios.

Joel comenzó con una profecía acerca de la destrucción de la tierra, y terminó con una profecía acerca de su restauración. Comenzó recalcando la necesidad de arrepentimiento, y terminó con la promesa de perdón que trae el arrepentimiento. Joel estaba tratando de convencer al pueblo para que despertara, se deshiciera de su displicencia y se percatara del peligro de vivir apartados de Dios. Su mensaje hacia nosotros es que todavía hay tiempo, que cualquiera que invoque el nombre del Señor puede ser salvo. Quienes hagan esto disfrutarán de las bendiciones mencionadas en la profecía de Joel, pero los que no quieran volverse a Dios enfrentarán la destrucción.

Jerusalén vivirá de acuerdo con su papel como asiento de la santa presencia de Dios, su santo monte. Sería colocado fuera del alcance de los infieles extranjeros, que no tenían pretensión política ni deseo espiritual de estar allí. La relación de pacto se respaldaba por la presencia de Yahvé en el templo de Jerusalén ( Exo. 29:45; Apoc. 21:3), que arrojaba una aura de santidad sobre toda la ciudad. Su presencia como Señor del pacto se manifestaría abiertamente en la seguridad de la Ciudad Santa. Su pueblo conocería por evidencia visible, no sólo por fe. Apoc. 21:1-8 traspone la visión de Joel a una nueva Jerusalén donde Dios mora, pero donde extraños a su voluntad no tendrán lugar.


   
Dios dirá la última palabra; su soberanía máxima será revelada al final. No podemos predecir cuándo vendrá ese fin, pero podemos tener confianza en que El regula los acontecimientos del mundo. La historia del mundo, así como la nuestra, está en las manos de Dios. Es mucho mejor reconocer esto ahora, que más tarde. Podemos estar seguros en su amor, y confiar en su dirección al tomar nuestras decisiones.

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