«Los
sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y
humillado no despreciarás tú, oh Dios» — Salmo 51:17
Ningún otro salmo expresa tan plenamente la
experiencia por que atraviesa el alma que ha sido guiada al arrepentimiento; su
humilde confesión de pecado; su deseo intenso de ser perdonada por los méritos
de la sangre de Cristo (v. 7); su ansiedad porque el Señor le conceda un
corazón puro (v. 10); su voluntad de ofrecer, de rendir algo a Dios por todos
sus beneficios. Dice el salmista que él enseñará a los prevaricadores el camino
de Dios; dice que sus labios, por la gracia de Dios se abrirán para publicar las
alabanzas de Dios; manifiesta que ofrecerá a Dios un espíritu quebrantado y
humillado. Viene a decir que, del mismo modo que ha ofrecido ---siguiendo los
ritos mosaicos-- numerosos corderos inmolados en acción de gracias a Dios,
también ahora ofrecerá a Dios, como un cordero inmolado, su quebrantado
corazón. Cada uno de vosotros, quienes habéis hallado el mismo perdón de Dios,
llegasteis en el pasado a la misma resolución, la de ofrecer a Dios un corazón
quebrantado, lo cual nuevamente os será grato hacer hoy.
I. EL CORAZÓN NATURAL ES UN
CORAZÓN NO HERIDO, NO QUEBRANTADO.
II. EL CORAZÓN DESPERTADO ES UN CORAZÓN
HERIDO, PERO NO QUEBRANTADO, NO ROTO.
1. La
ley inflige la primera herida. - Cuando Dios se dispone a salvar un alma, la
lleva primeramente a preocuparse de sus pecados. "Maldito es todo aquel
que no permaneciere en todas las cosas que están escritas en el libro de la
ley, para hacerlas". "Así que yo, sin la ley vivía por algún tiempo,
mas venido el mandamiento el pecado revivió y yo morí". La vida y el
corazón de cada uno adquieren entonces tremendos colores.
2. La majestad de Dios produce la segunda
herida. El pecador recibe la sensibilidad que le hace sentir la grandeza y
santidad de Aquel contra quien ha pecado. "Contra ti, a ti solo he
pecado" (v. 4).
3. La tercera herida procede de su propia
incapacidad para mejorarse. - En este estado el corazón todavía no ha sido
quebrantado; el corazón se levanta contra Dios. Primero, a causa de lo estricto
de la ley: ¡Si no fuese tan exigente...!" Segundo, porque sea la fe el
único camino de la salvación y ella constituye un don de Dios: "¡Quisiera
merecerse la salvación y ganarla!" Tercero, porque Dios sea soberano y
pueda salvar o no, según su voluntad. Esto es lo que hay en el corazón no
quebrantado. No existe otro estado y situación más miserables. Aprendamos que
una cosa es ser despertado y otra muy diferente ser salvado. Amigos, no
descanséis en vuestras opiniones.
III. EL CORAZÓN DEL
CREYENTE ES UN CORAZÓN QUEBRANTADO EN DOS ASPECTOS.
Ha sido quebrantado de su propia justicia y de
su propia posibilidad de justificarse. Cuando el Espíritu Santo lleva a un alma
a la cruz, ésta desespera de justificarse por sus propios méritos y justicia.
Toda su carga y todas sus propias justicias y sus propias opiniones se derraman
perdiéndose del modo como un líquido se pierde al romperse el frasco que lo
contiene.
Primero,
porque la obra de Cristo se le muestra tan perfecta, lo mismo que la sabiduría
y el poder de Dios. Ve en la obra de la cruz la justicia de Dios. "Me
maravillo al pensar que hubo un tiempo en que yo busqué otros caminos de
salvación. De haberla podido obtener con mis obras, ciertamente que con todas
mis fuerzas me hubiera lanzado a ello. Me maravillo al pensar que el mundo no
ha comprendido, ni ha aceptado, el único camino de salvación por la justicia de
Cristo" -
Segunda. ¡La gracia de Cristo tiene tanto
esplendor! ¡Qué maravilloso que toda la justicia de Cristo tan excelsa y
divina, sea ofrecida gratuitamente al pecador! ¡Que yo, que he sido
voluntariamente negligente, menospreciador de Cristo, que he odiado su obra,
que he obstaculizado su llamamiento levantando entre Él y yo verdaderas
montañas haya sido objeto de su amor, y a pesar de todo, haya venido hasta mí
pasando por todas ellas! "Para que te acuerdes y te avergüences, y nunca
más abras la boca a causa de tu vergüenza, cuando me aplacare para contigo de
todo lo que hiciste, dice Jehová" (Ezequiel 16:63). ¿Tienes tú este
corazón quebrantado, y contrito ante la visión de la cruz? No será
una mirada a tu propio corazón, o al corazón del infierno, sino al corazón de
Cristo lo que quebrantará tu corazón. ¡Oh, pedid que Dios os dé un corazón
quebrantado así! El orgullo y la jactancia están excluidos ¡A Él sea la gloria,
digno es el Cordero! Todas las batallas y los esfuerzos del alma que busca su
propia justificación han de ser quitados y hollados con desprecio. El corazón
quebrantado ha visto deshecho su amor para con el pecado. - Cuando un hombre
cree en Cristo, se da cuenta entonces de que el pecado le es aborrecible.
Primero, porque él le separa de Dios, abre entre Dios y él una gran alma y
arrastra al hombre a la condenación del infierno. Segundo, porque llevó a
Cristo a la cruz, al Señor de gloria; fué la gran carga que gravitó sobre su
alma, lo que le hizo sudar, sangrar y morir.
Tercero,
porque es la plaga del corazón de Cristo ahora. Toda mi infelicidad y desdicha
se debe a que soy un pecador. Ahora el creyente se lamenta y conduele, como una
paloma, de haber pecado contra quien tanto le amó. "Entonces recordarás
tus caminos y todas las cosas en que hablas vivido impíamente y te aborrecerás
a ti mismo".
1. Te
guardarás de que te ofendas por causa de la predicación de la cruz. El
corazón natural se ofende cuando se le predica de la cruz. Muchos de vosotros
estoy cierto de que la odiáis y la menospreciáis. Muchos, sin duda, se
enfurecen a menudo en lo más íntimo de sus corazones al oír la predicación de
la justicia de otro, que debéis aceptar desechando la vuestra, si no queréis
perecer. Muchos, sin duda, han abandonado esta iglesia por causa de tal
predicación; y muchos más, a no dudar, seguirán el mismo camino. El escándalo y
la ofensa de la cruz no han terminado. En cambio, amados, el corazón
quebrantado no puede ofenderse de tal predicación. Un corazón quebrantado
gozosamente se sienta a oír acerca de la justicia sin obras. Muchos de vosotros
os ofendéis cuando hablamos claramente del pecado; muchos se ofendieron el
domingo pasado. Pero el corazón quebrantado y contrito no se ofende porque odia
el pecado más que los mismos ministros a veces pueden hacerlo. Hay muchos como
los adoradores de Baal: "Saca fuera tu hijo para que muera" dicen
(Jueces 6:30). Del mismo modo quienes no tienen un corazón quebrantado respiran
amenazas contra el predicador que destroza el ídolo de su orgullo; pero un
corazón quebrantado desea ver el ídolo destrozado y derrotado y convertido en
añicos.
2. El corazón quebrantado descansa al fin.
- El corazón natural es como el mar tempestuoso. "¿Quién nos mostrará lo
bueno?" Y corre preguntando de criatura en criatura buscando su propio
placer, "lo bueno". El corazón despertado no tiene paz. Los temores
de la muerte y del infierno amenazan ---así lo descubren los desesperados-sus
almas desde que fueron sacados bruscamente de su condición dormida y de su
estado de reposo y falsa tranquilidad. Pero el corazón contrito dice: "¡Vuelve a
tu paz, oh alma mía!" La justicia de Cristo echa fuera el temor, disipa
todos los temores. Aun la misma plaga y corrupción del corazón no pueden
verdaderamente turbarle, porque ha depositado todas sus cargas en Cristo.
3. No
puede acontecerle ningún mal al corazón quebrantado. - Para los no
convertidos, ¡cuán trágico es el lecho de muerte, o de la enfermedad, agitado e
inquieto corno una bestia salvaje aprisionada en la red! En cambio, el corazón
quebrantado se halla satisfecho y sereno en Cristo. Cristo le es suficiente; no
ambiciona nada más. Aunque todo desaparezca, su amor, el amor de Cristo
permanece. Está como un niño de meses en el regazo de su madre, confiado y
seguro. ¿Conoces tú este seguro descanso?
No hay comentarios:
Publicar un comentario