Santiago 2; 10
Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza
en un punto, se ha hecho culpable de todos.
Los cristianos no deben usar estos versículos
para justificar el pecado. Debemos cuidarnos de no decir: "Ya que no puedo
guardar todas las exigencias de Dios, ¿para qué voy a intentarlo?".
Santiago nos recuerda que, si hemos quebrantado una sola ley, somos pecadores.
No podemos decidir guardar una parte de la ley de Dios y no hacer caso del
resto. No se puede quebrantar la ley ni siquiera en una pequeña parte; si se
quebranta, es necesario que Cristo pague por ese pecado. Mídase a sí mismo, no
mida a los demás, según las normas de Dios. Pida perdón cuando lo necesite, y
luego renueve sus esfuerzos para poner su fe en práctica.
Uno no tiene que violar todas las leyes del país
para convertirse en un criminal; basta que cometa un solo crimen.
Los hermanos judíos que favorecían a los ricos,
afirmando que así guardaban la ley que mandaba amar al prójimo, apelaban a una
porción de las Escrituras que les convenía, e ignoraban otras que no les
convenían. Pero una porción de la ley de Dios importa tanto como otras, y por
eso violarla en una sola porción o parte equivale a rechazar la autoridad de Dios.
Si uno voluntariamente viola una parte de la ley de Dios, bajo circunstancias
semejantes violaría todas las demás que ahora está guardando, y por su mala
actitud muestra que no respeta la autoridad de Dios.
Tampoco está afirmando que un pecado es igual en
gravedad y consecuencias que cualquier otro, o que uno que comete un solo
pecado es tan mala persona como uno totalmente entregado a la carnalidad. Ese
no es su punto. Se dirige a aquéllos que apelan a las Escrituras para
justificarse en su demostración de parcialidad, probándoles que no eran justos
sino transgresores, porque en otro punto violaban esas mismas Escrituras.
Romanos 3;
21-22
Pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha
sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas;
es decir, la
justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen;
porque no hay distinción;
Pensemos un poco: quiere decir que Dios es justo, y que acepta al
pecador como si fuera justo. Lo natural habría sido decir: «Dios es justo; y,
por tanto, condena al pecador como a un criminal.» Pero aquí tenemos la gran
paradoja: Dios es justo, y, de alguna manera, con esa Gracia increíble,
milagrosa, que Jesús vino a traer al mundo, acepta a los pecadores, no como
criminales, sino como hijos a los que sigue amando a pesar de todo.
¿Qué es todo esto en esencia? ¿En qué consiste la diferencia entre
esto y el antiguo sistema de la Ley? La diferencia fundamental es esta: que el
método de la obediencia a la Ley se refiere a lo que el hombre puede hacer por
sí mismo; mientras que el método de la Gracia consiste en lo que Dios ha hecho
por él. Pablo hace hincapié en que nada que nosotros podamos hacer puede ganar
el perdón de Dios; solamente lo que Dios ha hecho por nosotros puede ganarlo.
Por tanto, el camino que conduce a la perfecta relación con Dios no es un
intento agotador y desesperado para ganar el perdón de Dios por nuestra cuenta,
sino la humilde y arrepentida aceptación del Amor y de la Gracia que Dios nos
ofrece en Jesucristo.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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