Juan 5; 7
Señor, le respondió el enfermo, no
tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que
yo voy, otro desciende antes que yo.
Al oír la pregunta de Jesús el paralítico habló
de la única sanidad que conocía, y de lo muy desesperado del caso, porque
pensaba que iría al sepulcro antes de bajar al agua sanadora. ¿Por qué decir
que sí quería ser sano, cuando no había esperanza de sanar? De lo que dice
se deduce que ni siquiera esperaba que Jesús le pudiera bajar al agua. (¡Qué
buena ilustración de la condición espiritual de todos antes de venir Jesús!)
Mientras Jesús iba
pasando por allí, Le indicaran al enfermo de la historia como caso
especialmente lastimoso porque su condición hacía muy difícil, y aun imposible,
el que llegara al agua el primero después del borbolleo. No tenía a nadie que
le ayudara, y Jesús fue siempre el amigo y el ayudador de los desamparados. No
se molestó en echarle un sermón sobre la inutilidad de aquella superstición y
de esperar la movida del agua. Su único deseo era ayudar, así es que sanó al
que llevaba tanto tiempo enfermo.
En esta historia
vemos claramente las condiciones en que operaba el poder de Jesús: daba la
orden a la gente y, en la medida en que Le obedecían, el poder actuaba en
ellos.
(i) Jesús empezó
por preguntarle al hombre si quería ponerse bien. No era una pregunta tan
absurda como parece. Aquel hombre había estado esperando treinta y ocho años, y
bien podía ser que hubiera perdido toda esperanza y se encontrara sumido en una
desesperación lúgubre y pasiva. En lo íntimo de su corazón, el hombre podía
haberse resignado a seguir inválido; porque, si se curaba, tendría que
arrostrar todas los azares y responsabilidades de la vida laboral. Hay enfermos
para quienes la invalidez no es desagradable, porque viven a expensas de otros
que trabajan y se preocupan. Pero la respuesta de este hombre fue inmediata:
quería estar bueno, aunque no sabía cómo, porque no tenía a nadie que le
pudiera ayudar.
La primera
condición para recibir el poder de Jesús es desearlo intensa y sinceramente.
Jesús dice: « ¿Estás seguro de que quieres cambiar?» Si en lo más íntimo
estamos contentos de seguir como somos, no se producirá el cambio.
(ii) Jesús se
dirigió al hombre para decirle que se levantara. Fue como si le dijera:
"¡Hombre: Aplícale tu voluntad, y tú y Yo lo conseguiremos entre los dos!»
El poder de Dios nunca exime al hombre del esfuerzo. Es cierto que debemos
darnos cuenta de nuestra indefensión; pero en un sentido muy real también es
cierto que los milagros suceden cuando nuestra voluntad coopera con el poder de
Dios para hacerlos posibles.
(iii) En realidad
lo que Jesús le estaba diciendo a aquel hombre era que intentara lo imposible.
" ¡Levántate!» -le dijo. Su camastro no sería probablemente más que una
esterilla, y Jesús le dijo que la recogiera o enrollara y se la llevara.
El hombre podría haberle dicho a Jesús, con resentimiento ofendido, que hacía
treinta y ocho años que era el camastro el que cargaba con él, y que no tenía
mucho sentido decirle ahora que fuera él el que cargara con el camastro. Pero
hizo el esfuerzo con Jesús, ¡y lo imposible sucedió!
(iv) Este es el
camino del éxito. ¡Hay tantas cosas en el mundo que nos derrotan! Cuando
deseamos algo intensamente y aplicamos la voluntad al esfuerzo, aunque parezca
desesperado, el poder de Cristo acepta la oportunidad, y con Él podemos dominar
lo que nos ha tenido dominados mucho tiempo.
Mateo 28; 20
enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta
el fin del mundo. Amén.
Es
cierto que Cristo vivió y murió bajo la ley de Moisés y que El enseñó a los
judíos a ser obedientes a la ley de Moisés (Mat_5:18-19). Sin embargo, El vino
al mundo para revelar la enseñanza del Nuevo Pacto. ¿Cómo sabemos que todos
deben aprender esta enseñanza que Jesús entregó personalmente? Porque Él dijo a
los apóstoles, “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará
en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os
he dicho” (Jua_14:26). También les dijo, “Pero cuando venga el Espíritu de
verdad, él os guiará a toda la verdad” (Jua_16:13). Entonces, el Nuevo
Testamento está compuesto de lo que Jesús enseñó personalmente más lo que el
Espíritu Santo reveló a los apóstoles. Cuando Jesús enseñó sobre el nuevo
nacimiento (Jua_3:5), sobre la disciplina en la iglesia (Mat_18:15-17), sobre
las bienaventuranzas (Mat_5:1-12), sobre el matrimonio, el divorcio y nuevas
nupcias, etc. no estaba entregando enseñanzas para ser agregadas a la ley de
Moisés, sino que enseñaba cosas que deberían ser enseñadas a todo el mundo.
Recuérdese que Mat_18:15-17 es el único texto en el Nuevo Testamento que enseña
la disciplina con respecto a ofensas personales.
-- y he aquí yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el fin del mundo. Amén. - Es cierto que Jesucristo, siendo
Emanuel (Dios con nosotros, 1:23) está con su iglesia, pero en este texto Jesús
habla a sus apóstoles, que durante todo el tiempo que ellos llevarían a cabo la
gran comisión de predicar el evangelio a todas las naciones no estarían solos,
sino que Cristo estaría con ellos, sobretodo en la persona del Espíritu Santo.
Esta promesa corresponde a Jua_14:18, “No os dejaré huérfanos; vendré a
vosotros”; 14:26, “el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en
mi nombre …”; “vengo a vosotros”. Es obvio que Cristo vendría a sus apóstoles y
siempre estar con ellos en la persona del Espíritu Santo. Mar_16:1-20, “20 Y
ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando
la palabra con las señales que la seguían. Amén”.
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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