} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: MEDITANDO EN VOZ ALTA , ¡GRACIAS POR TU PALABRA SEÑOR!

jueves, 23 de agosto de 2018

MEDITANDO EN VOZ ALTA , ¡GRACIAS POR TU PALABRA SEÑOR!




                La Palabra de Dios en la Biblia debe ser la fuente y base de nuestra sabiduría, enseñanza, amonestación y alabanza.
Mientras estemos en este mundo, donde hay tanta corrupción en nuestros corazones, a veces surgirán contiendas, pero nuestro deber es perdonarnos unos a otros imitando el perdón por cual somos salvados. Que la paz de Dios reine en nuestros corazones; es la obra de Cristo en todos los que le pertenecemos. La acción de gracias a Dios ayuda a hacernos agradables ante todos los hombres. El evangelio es la palabra de Cristo que da vida. Muchos tienen la palabra, pero habita pobremente en ellos; no tiene poder sobre ellos. El alma prospera cuando estamos llenos de las Escrituras y de la gracia de Cristo. Cuando cantamos salmos debemos ser afectados por lo que cantamos. Hagamos todo en el nombre del Señor Jesús, y dependiendo con fe en Él, sea lo que sea en que estemos ocupados. A los que hacen todo en el nombre de Cristo nunca les faltará tema para dar gracias a Dios, al Padre.
Me fascina leer que los cristianos primitivos tuvieron acceso al Antiguo Testamento y lo usaron con libertad, no teniendo a su alcance el Nuevo Testamento ni ningún otro libro cristiano para estudiar. Sus historias y enseñanzas acerca de Cristo fueron memorizadas y transmitidas de persona a persona. Algunas veces se le puso música, por lo que esta vino a ser una parte importante en la adoración y educación cristianas.

Me apasiona leer la vida de aquellos hombres de fe que Dios utilizó como instrumentos para salir de la “oscuridad espiritual” impuesta por Roma. Cómo con sus vida evidenciaron la obra del Espíritu Santo; como su testimonio, fruto de esa llenura, germinó en la Reforma.
El papel de los cánticos en la adoración como un medio de alcanzar lo que manifiesta el corazón, para ser continuamente llenos con el Espíritu. Pero la mejor adoración es nuestra obediencia de corazón en la vida diaria. Es en la soledad del día a día cuando nuestra actitud refleja nuestra obediencia.
Debemos ser lumbreras en medio de la oscuridad de la noche, sólo en la negrura destacamos. No hay ninguna estrella que brille cuando sale el Sol. Todas se ocultan en señal de adoración. Pero como en el firmamento, en la vida espiritual hay cuerpos opacos, asteroides fríos que por un momento pueden recibir la luz del Sol, pero continúan vagando en la noche oscura.
Que la gracia de Dios y su misericordia por medio de su Hijo Jesucristo borre nuestras transgresiones y desobediencia; sin su ayuda diaria sería imposible obedecer.

Creerse justo por mérito propio es peligroso pues conduce al orgullo, motiva desprecio a otros e impide aprender más de Dios. Debiéramos hacer nuestra la oración del publicano porque necesitamos la misericordia de Dios todos los días. No permitamos que el orgullo nos impida reconocer nuestra necesidad de Dios.
La voluntad de Cristo es que sus discípulos se ocupen de su deber sin andar curioseando hechos futuros, sea acerca de sí o del prójimo. Somos buenos para ponernos ansiosos por muchas cosas que nada tienen que ver con nosotros. Los asuntos de otras personas nada son para que nos entrometamos; debemos trabajar tranquilamente y ocuparnos de nuestros asuntos. Se hacen muchas preguntas curiosas sobre los consejos de Dios, y el estado del mundo invisible, a las cuales podemos responder, ¿qué a nosotros? Si atendemos el deber de seguir a Cristo, no hallaremos corazón ni tiempo para meternos en lo que no nos corresponde.
¡Cuán poco se puede confiar en las tradiciones orales!

Que la Escritura se interprete y se explique a sí misma; porque en gran medida, es evidencia y prueba en sí misma, porque es la Palabra de Dios y en ella no hay contradicción. La facilidad de enmendar errores sólo es posible por la propia Palabra de Cristo. El lenguaje de la Escritura es el canal más seguro para la verdad de la Escritura: las palabras que enseña el Espíritu Santo. Nadie puede saber las cosas de Dios, sino su Espíritu Santo, que es uno con el Padre y el Hijo, y que da a conocer los misterios divinos a su Iglesia.
Los apóstoles no fueron guiados por principios mundanos. Recibieron del Espíritu de Dios la revelación de estas cosas, y del mismo Espíritu recibieron su impresión salvadora. Estas cosas son las que declararon con un lenguaje claro y sencillo, enseñado por el Espíritu Santo, totalmente diferente de la afectada oratoria o palabras seductoras de la humana sabiduría.
El hombre natural, el hombre sabio del mundo, no recibe las cosas del Espíritu de Dios. La soberbia del razonamiento carnal es tan opuesta a la espiritualidad como la sensualidad más baja. La mente santa discierne las bellezas verdaderas de la santidad, pero no pierde el poder de discernir y juzgar las cosas comunes y naturales.
El hombre carnal es extraño a los principios, goces y actos de la vida divina. Sólo el hombre espiritual es una persona a quien Dios da el conocimiento de su voluntad.
El Espíritu capacitó a los apóstoles para dar a conocer su mente. La mente de Cristo y la mente de Dios en Cristo nos son dadas a conocer plenamente en las Sagradas Escrituras. El gran privilegio que tenemos los cristianos nacidos de nuevo, es que podemos, como los apóstoles, conocer la mente de Cristo, revelada por su Espíritu a través, únicamente, de la Palabra de Dios en la Biblia. Experimentando su poder santificador en nuestros corazones y dando buen fruto en nuestras vidas.
Pedro preguntó a Jesús cómo moriría Juan. Jesús le contestó que no debía preocuparse por eso. Tendemos a comparar nuestra vida con otros, sea para racionalizar nuestro nivel de devoción a Cristo o para cuestionar la justicia de Dios. Jesús nos contesta en la forma que lo hizo a Pedro: "¿Qué a ti? ¡Sígueme tú!"
El énfasis no descansa en la misteriosa referencia a la suerte del discípulo amado, sino en que cada individuo recibe el llamamiento al discipulado. Las vías específicas varían de un individuo a otro, pero la demanda de obediencia es la misma para todos. Sin obediencia es imposible experimentar y disfrutar las bendiciones que Dios tiene preparadas, mientras estamos habitando este lugar de forma temporal.
Así como en la vida carnal las corrientes del mar nos pueden ahogar en sus aguas; así en la vida espiritual, el Espíritu Santo nos ayuda con su gracia a estar atentos y vigilantes ante las posibles "corrientes" que traten de alejarnos de la seguridad en Cristo. ¿Cómo vamos a distinguirlas si no filtramos por el tamiz de la Palabra de Dios en la Biblia?
Aunque es gran privilegio oír la Palabra de Dios, sólo son bendecidos de verdad los bendecidos del Señor, que la oyen, la mantienen en su memoria y la obedecen como su camino y su ley todos los días de su vida. No son perfectos, pero caminan, se ponen en acción obedeciendo la Palabra de Dios en la Biblia.
Predicación fiel, vidas santas, oraciones fervientes y sufrimiento con paciencia, cuando sean llamados a ello, son los medios de llevar a los hombres a la obediencia a Cristo.
En la Palabra de Dios en la Biblia tenemos muchos ejemplos sobre la obediencia al Señor. Destacaría en el A.T. a Esdras que demostró cómo un dotado maestro de Biblia puede hacer que el pueblo de Dios avance. Era eficiente debido a su aplicación como estudiante de las leyes de Dios y a que estaba decidido a obedecerlas. La devoción y disciplina de Esdras lo llevaron más tarde a ministrar como sacerdote en Jerusalén. Enseñó tanto por su predicación como por su ejemplo. Al igual que Esdras, debemos decidirnos tanto a estudiar como a obedecer la Palabra de Dios.
Es muy importante saber lo que la Palabra de Dios dice, pero es mucho más importante obedecerla. La eficacia de nuestro tiempo de estudio bíblico puede medirse por el efecto que tiene en nuestra conducta y nuestras actitudes.
¿Ponemos en práctica lo que hemos estudiado?
Parece paradójico que una ley pueda darnos libertad. Pero la ley de Dios destaca nuestro pecado y nos da la oportunidad de pedir perdón a Dios. Los cristianos somos salvos por la gracia de Dios. La salvación incluye libertad del dominio del pecado. Los creyentes somos libres para vivir como Dios se propuso al crearnos. Desde luego, eso no significa que seamos libres para hacer lo que nos plazca. Ahora somos libres para obedecer a Dios. Aspirar a una vida pura no es buscar la perfección, sino más bien la liberación de aquellas cosas que pudieran reducir la plenitud de un vivir lleno de poder. La Palabra de Dios actúa como un medio de reflexión, un espejo en el cual debemos mirarnos y vernos tal como somos. El llamado es no solamente a prestar atención a lo que vemos y aceptar las enseñanzas y la corrección de la Biblia, sino que ella nos ofrece una lección no escrita con palabras por medio de la obediencia práctica.
Es necesario para nuestra dicha que creamos en Cristo, que nos arrepintamos de pecado, que vivamos una vida santa, que nos amemos unos a otros. Esta es su voluntad, nuestra santificación.
Hay muchos cuya vida descansa en el puro oír, sin ir más allá; sus cabezas están llenas de nociones vacías. Se nos enseña a oír y hacer los dichos del Señor Jesús: algunos pueden parecer duros para carne y sangre, pero deben hacerse debemos practicar la obediencia; Haz lo que Dios dice.
Hay una tormenta que viene y probará la obra de todo hombre. Cuando Dios quita el alma, ¿dónde está puesta la esperanza del hipócrita?
Algunos aficionados al deporte pueden "hablar" bien de lo que es un buen juego pero eso no quiere decir que pueden jugar bien. Y no todo aquel que habla del cielo pertenece al Reino de Dios. Jesús está más interesado en nuestro andar que en nuestro hablar. Él quiere que hagamos lo correcto, no que solo nos expresemos con corrección. Lo que nosotros hacemos no puede separarse de lo que creemos.
Jesús desenmascaró a las personas que aparentaban ser religiosas pero no tenían una relación personal con El. En el Día del Juicio de Cristo solo nuestra relación con Cristo, nuestra aceptación de El cómo Señor y Salvador y nuestra obediencia a Él, será tomada en cuenta. Muchas personas piensan que si son "buenos oidores" y aparentan religiosidad serán premiadas con la vida eterna. La fe en Cristo es lo que se tendrá en cuenta en el juicio, la obediencia en acción, la fidelidad.
Jesús alerta contra el autoengaño, una mera profesión verbal de fe, sin obediencia a la voluntad de Dios. Es posible que hasta una persona que se engaña a sí misma pueda ejercer un ministerio espectacular, usando la autoridad de las Escrituras y el nombre de Jesús, sin caminar por la senda de un discipulado obediente. Se da gran ánimo a los que son oidores fieles de la Palabra y hacedores de la obra. Cristo los reconocerá como sus familiares. Los verdaderos familiares de Jesús son los que escuchan y obedecen sus palabras. Escuchar sin obedecer no es suficiente.
La salvación no viene de utilizar métodos humanos, sino de la humilde y amable aceptación de la palabra implantada, que Dios ha hecho que arraigue en el corazón.
La salvación induce al servicio. Es engañoso creer que el interés de Dios en que la gente asista a la iglesia es meramente que escuchen la Palabra, en lugar de experimentar una transformación de sus vidas por la obediencia. Aquel que meramente escucha la Palabra, rápidamente la olvida; sólo aquel que actúa según la Palabra será bienaventurado en lo que hace.
Tú que lees esto ¿Qué tipo de persona eres, oidora o hacedora? Tú mismo tienes la respuesta; examina el tipo de vida que llevas a la luz del Evangelio de Cristo, es el único espejo donde descubrirás tu verdadera identidad.

Cuando en la noche estrellada miramos hacia arriba, sobre nuestras cabezas, todo ser humano queda contemplando extasiado los incontables puntos luminosos. En su fuero interno hasta el más primitivo e ignorante reconoce que la casualidad o una explosión (donde reina el caos) no han podido colocar en una órbita del firmamento todo ordenado. Basta alzar nuestros ojos con humildad para ver la mano de Dios Creador recreándose con cada pincelada de Su Palabra.
Tan profundo y tan infinito es el universo que sólo se me ocurre compararlo a la Palabra de Dios en la Biblia. Así como cada descubrimiento estelar asombra a los que escudriñan el cielo, del mismo modo es para nosotros la Biblia cuando dedicamos tiempo, el tiempo que Dios nos ha dado gratis para saber administrarlo y no malgastarlo en aquello que no edifica.
Cuando comienzas a estar a solas con Dios por medio de su Hijo Jesucristo y la compañía auxiliadora del Espíritu Santo para mirar y fijar la atención en su Palabra, se abre ante ti, por medio de la gracia, la Infinita Sabiduría de Dios de la que vas como estrella a estrella, entrando en otra dimensión nueva y maravillosa, más preciada que el firmamento.
El conocimiento de que Dios es Soberano como Creador y Sustentador del mundo físico y espiritual debe regir la forma como pensamos. Dios está íntimamente vinculado a nuestras vidas de una forma que no somos capaces de comprender. Toda sabiduría que conduce a la verdad viene del Señor. La única manera en que una persona puede conocer y comprender a Dios es a través de la revelación de su Hijo Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo en su Palabra en la Biblia.
Esa gracia que nos capacita para comprender muchas cosas, destacando la verdadera naturaleza de Dios que nos conduce a esperar la redención y la vida eterna.
Tantas enseñanzas llegan a mi mente, que es necesario apuntarlas todas, para someter mi voluntad en obediencia práctica no solo intelectual. Dicha gracia revela las enseñanzas que todo nacido de nuevo necesita para vivir como el Señor desea.
Opta por confiar en la absoluta soberanía de Dios en cualquier adversidad.
Comprende que, si bien Dios puede permitir que se nos someta a prueba, establece límites estrictos a ello. Cree que El Señor examina todo cuanto hacemos. Conoce que las obras de Dios son a menudo incomprensibles para la mente humana. Comprende que Cristo es nuestro abogado ante el Padre. Comprende, además, que sin Dios nuestro caso es desesperado. Comprende que Dios es el Creador de todos los seres humanos. Comprende también que Dios es absolutamente justo en sus relaciones con las personas. Conoce y comprende que Dios es el creador y sustentador del universo. No olvides que es Él y no tú quien determina lo que es correcto.
Así mismo nos da orientaciones para crecer en piedad: La piedad es fruto del verdadero conocimiento de Dios. La vida santa no da cabida a las malas actitudes y busca a Dios en todas las circunstancias.
Evita: El resentimiento, la ingratitud y la envidia. Piensa que estas son actitudes autodestructivas.
Acepta la corrección del Señor. Considérala una bendición. Conoce que ella pone en evidencia el amor de Dios por ti.
Nos muestra los pasos para alcanzar la humildad: El verdadero conocimiento de Dios conduce a la humildad. La humildad no equivale a la falta de autoestima que muchos de nosotros conocemos. Más bien, constituye un rechazo a la autosuficiencia y una expresión de nuestra dependencia de Dios.
Comprende que justificarte a tí mismo es una vana esperanza. Cree que solamente la justicia que Cristo nos imputa hace posible que permanezcamos en pie delante de Dios.
Evita diligentemente toda manifestación de autosuficiencia. Comprende que ella impide que seamos educados y formados por la mano de Dios.
Humíllate con frecuencia en la presencia de Dios. No te atrevas a replicarle.
En la Biblia Dios nos da las claves para una vida sabia: El sabio vive de acuerdo con las verdades que conoce sobre Dios, el mundo y sí mismo. Se acerca a Dios humilde y sinceramente, negándose a culparlo de cualquier error o adversidad de que sea víctima. Por tanto, el sabio está en condiciones de enfrentar y soportar el sufrimiento, en el conocimiento de que la mano amorosa de Dios prevalecerá al final. También el sabio conoce que aun cuando busquemos vivir rectamente, nuestra rectitud no puede ganarnos el favor de Dios: la gracia es un regalo, no una concesión.
Comprende que acusar a Dios es blasfemar. No cuestiones ninguna de las acciones del Señor.
No te sorprendas de encontrar dificultades. Conoce y acepta que ello forma parte de la vida, y que la fe en Cristo siempre las vence.
Reconoce el valor de la sabiduría de quien tiene más edad.
Convéncete del hecho de que Dios tiene la palabra final en todas las cosas.
Acepta la naturaleza transitoria y problemática de la vida humana.
Comprende que la adversidad es como un fuego por medio del cual Dios nos purifica.
Reflexiona sobre si la presente adversidad, oposición o limitaciones, son parte de la acción disciplinaria de Dios. Toma conciencia rápidamente de qué se trata, y arrepiéntete.
La Palabra de Dios nos da las lecciones clave en la fe: El temor es el reverso de la fe: no creer a lo que dice Dios. Dios nos manda a no temer. La fe en su Hijo Jesucristo nos pone en condiciones de confiar en Dios y a no actuar por temor.
Conoce y comprende que el temor evidencia falta de fe en Dios y en sus promesas.
Descansa en la protección del Señor contra los ataques verbales y no les temas.
Cree que Dios honra la fe que es más fuerte que la muerte.
Por supuesto comprendemos cuales son las claves para la pureza moral: La impureza puede nacer de una actitud negligente a la hora de asumir un compromiso moral.
Haz un compromiso de pureza moral. Mantén tus ojos, manos y cuerpo libres de pecado.
Tú que lees esto, acepta con humildad, que nos queda un largo trecho para llegar a la meta, a Cristo; pero nunca olvides que la obediencia es tu compañera de viaje, sin la cual no podrás continuar en el camino. Lo sé por experiencia.

Esperar la ayuda de Dios no es fácil, sin embargo cuando la hemos recibido, nuestra obediencia por la paciencia produce beneficios por hacerlo. En mi caso: Dios me sacó de la desesperación, de la depresión más profunda, afirmó mis pies sobre la peña, enderezó mis pasos hacia su senda, y puso palabras de acción de gracias en mi boca.
A menudo las bendiciones no pueden recibirse a menos que pasemos por la prueba de la espera. Dios alcanza a su pueblo con amor misericordioso motivado por un amor profundo y eterno. Está dispuesto a hacer lo mejor para Él si tan solo se lo permitiéramos. Después de muchas advertencias sobre el pecado, el grandioso amor de Dios es un respiro de aire fresco. En lugar de pensar en Dios con pavor, si observamos con cuidado, veremos la forma tan tierna en la que nos acerca a Él.
La creación está llena de variedades sorprendentes que revelan la rica creatividad, bondad y sabiduría de nuestro Dios amoroso. Cuando observemos la naturaleza a nuestro alrededor, agradezcamos a Dios por su creatividad. Echemos un nuevo vistazo a la gente y consideremos a cada uno como una creación única de Dios, con talentos, habilidades y dones especiales.
Aquél nacido de nuevo que estimula su devoción para alabar a Dios, para hablar con Dios, persevera en la obediencia por la gracia del Espíritu, con humildad. Buscando su fortaleza; esto es, su gracia; la fuerza de su Espíritu para obrar en nosotros lo bueno, lo cual no podemos hacer sino por el poder derivado de Él, por lo cual se le debe buscar. Procurando tener su favor en la eternidad, por tanto, seguimos buscándole mientras vivamos en este mundo, porque no sólo será hallado, sino recompensará a los que le buscan diligentemente. Si parece que Dios está muy lejos, persistamos en su búsqueda. Dios recompensa a quienes lo buscan con sinceridad. Jesús prometió: "Buscad, y hallaréis". David sugirió un método valioso para encontrar a Dios: familiarizarse con la forma en que El ha ayudado a su pueblo en el pasado. La Biblia narra la historia del pueblo de Dios. Al buscar en sus páginas descubriremos a un Dios amoroso que espera que lo encontremos y Él no se esconde a quien ansía conocerlo.
Las dudas y los temores sobre el estado eterno son un pozo horrible y lodo cenagoso, y eso han sido para muchos amados hijos de Dios. Hay suficiente poder en Dios para ayudar al más débil y suficiente gracia para ayudar al más indigno de todos los que confían en Él. El que espera pacientemente; sigue creyendo, esperando y orando; quienes esperamos pacientemente a Dios, no esperamos en vano.
Los que hemos estado en depresión religiosa por desobediencia, y por la gracia de Dios hemos sido librados; hemos sido sacados de un pozo de desesperación. Cristo es la única Roca sobre la cual la pobre alma puede estar firme. Donde Dios ha dado una esperanza sólida, quiere ver un andar y una conducta regular y constante en santidad. De otro modo no veremos a Dios.
Dios llenó con gozo y paz mi corazón cuando restauró mi alma, cuando curó mis heridas, cuando me cargó como oveja quebrantada. Somos muchos que por fe hemos contemplado los sufrimientos y la gloria de Cristo, y hemos aprendido a temer la justicia, y a confiar en la misericordia de Dios por medio de Él. Muchos son los beneficios con que nos carga diariamente la providencia y la gracia de Dios.
Tenemos que alabar, glorificar y dar gracias a Dios por la sucesión constante del día y la noche. Y ver como hay quienes son como las bestias salvajes, que esperan la noche y tienen comunión con las obras infrutuosas de las tinieblas. ¿Escucha Dios el lenguaje de la naturaleza, aun de las criaturas voraces, y no escuchará el lenguaje de la gracia de su pueblo, aunque sean débiles y quebrantados gemidos indecibles?
Existe la obra de cada día, que debe hacerse en su día, a la cual debe aplicarse el hombre cada mañana y debe continuar hasta el anochecer; habrá tiempo suficiente para descansar cuando llegue la noche, en la cual nadie puede obrar. Cuando uno es muy humillado y pasa dificultades, es bueno acordarse que así fue antes con la Iglesia, pero resulta difícil consolarse con antiguas sonrisas cuando se está sometido a una ira presente; no obstante, es felicidad de los que, por gracia, estamos interesados en el amor de Dios, que este sea un amor eterno hasta la eternidad de la vida más allá. Dios atraerá a sí por la influencia de su Espíritu en sus almas, a los que ama con este amor. Cuando alabamos a Dios por lo que ha hecho, debemos invocarlo por los favores que su Iglesia necesita y espera.
Cuando el Señor llama, no debemos alegar que no podemos ir, porque el que nos llama nos ayudará, nos fortalecerá. La bondad de Dios nos llevará al arrepentimiento y lloraremos por nuestros pecados con más amargura y más ternura cuando seamos librados de su cautiverio que cuando gemíamos bajo éste. Si tomamos a Dios como nuestro Padre e ingresamos a la Iglesia del Primogénito, nada nos faltará que sea bueno para nosotros.
Las obras de arte parecen más burdas mientras más de cerca se las mire; las obras de la naturaleza parecen más finas y exactas. Todas ella son hechas con sabiduría, puesto que todas responderán a la finalidad para la cual fueron diseñadas.
Cada primavera es un emblema de la resurrección, cuando surge un mundo nuevo como si saliera de las ruinas del viejo. Pero únicamente el hombre vive más allá de la muerte. Cuando el Señor nos quita el aliento, nuestra alma entra a otro estado, y nuestro cuerpo será resucitado para gloria o para miseria.
Que el Señor envíe su Espíritu y restaure nuestras almas de nuevo para santidad diaria mientras nos cura cada herida con el Agua de Vida por Su Palabra en la Biblia.

Como seres humanos estamos separados de Dios por el pecado, y sólo una persona en el universo puede pararse entre nosotros y Dios y unirnos otra vez: Jesús, que es Dios y hombre al mismo tiempo. El sacrificio de Cristo trajo nueva vida a la humanidad.   Jesús dio su vida como rescate por nuestros pecados. Un rescate era el precio pagado para liberar a un esclavo de su cautividad. Jesús, nuestro mediador, dio su vida a cambio de la nuestra. El pagó con su muerte nuestra culpa por el pecado. Hay un solo Dios que es hacedor, preservador y gobernador de todo. Jesucristo es el que media entre Dios y nosotros. Él no se coloca como una tercera persona entre Dios y nosotros, sino que revela al Padre y su bondad.
Hay un solo Mediador y ese Mediador se dio como rescate por todos. Esta designación fue hecha para beneficio de los judíos y los gentiles de toda nación; para que todos los que lo quieran puedan ir por este camino al trono de la misericordia del Dios que perdona, a buscar reconciliación con Él.
El pecado había puesto enemistad entre Dios y nosotros; Jesucristo es el Mediador que hace la paz. Él es el rescate que iba a ser conocido en el tiempo establecido. En la época del Antiguo Testamento se habló de sus sufrimientos y de la gloria que seguiría, como de cosas que serían reveladas en los últimos tiempos. Los que somos salvados debemos llegar al conocimiento de la verdad, porque ese es el camino designado por Dios para salvar pecadores: si no conocemos la verdad no podemos obedecerla ni ser gobernados por ella.



Al decir "Padre nuestro que estás en los cielos" indica que Dios no solo es majestuoso y santo, sino también personal y amoroso. El primer renglón de esta oración modelo es una declaración de alabanza y dedicación a honrar el nombre Santo de Dios. Honramos el nombre de Dios al usarlo con respeto. Si usamos el nombre de Dios ligeramente, no tomamos en cuenta la santidad de Dios.
Cuando decimos "Venga tu reino" es una referencia al reino espiritual. El Reino de Dios fue anunciado en el pacto con Abraham, está presente en el reinado de Cristo en el corazón de cada creyente, y será completado cuando la maldad sea destruida y El establezca nuevos cielos y tierra.
Cuando oramos "Hágase tu voluntad", no estamos abandonándonos a la suerte, sino que estamos orando que el propósito perfecto de Dios se cumpla en este mundo como en el más allá.
Que esta incomparable oración fué dada no sólo como modelo sino como forma, se puede entender teniendo en cuenta su propia naturaleza. Si consistiese solamente en sugestiones o direcciones para orar, sería usada meramente como un manual; pero, observando que se trata de una oración real, designada para mostrar cuánto podría ser comprimida la verdadera oración en el mínimo número de palabras.
Las peticiones de la oración del Señor son siete. Las primeras tres tienen que ver exclusivamente con Dios: “Santificado sea tu nombre”; “venga tu reino”; “hágase tu voluntad”. Aparecen en escala descendente, pasando de su propia persona a su manifestación en su reino; y de su reino a la plena sujeción de sus súbditos, o la plena ejecución de su voluntad. Las cuatro peticiones restantes tienen que ver con nosotros mismos: “Danos hoy nuestro pan cotidiano”; “perdónanos nuestras deudas”; “no nos metas en tentación”; “líbranos del mal”. Pero estas últimas peticiones aparecen en una escala ascendente, pasando de las necesidades corporales diarias a la liberación final de todo mal.
En la primera parte expresamos la cercanía de Dios con respecto a nosotros; en la segunda, su lejanía de nosotros. Una familiaridad santa y amorosa expresa la primera parte; una grandiosa reverencia, la segunda. Llamándole “Padre”, expresamos un parentesco que todos hemos conocido y sentido desde nuestra infancia; pero llamándole “Padre nuestro que estás en los cielos”, hacemos un contraste entre Él y los padres que todos conocemos aquí abajo, y por esto elevamos nuestras almas a aquel “cielo” donde Él mora, y a aquella majestad y gloria que existen allí como en casa propia. Estas primeras palabras de la oración del Señor, esta invocación con que comienza, ¡qué brillantez y qué calor arroja sobre toda la oración, y a qué región tan serena nos conduce al orar, al hijo de Dios que se acerca a Él!
En todas partes en las Escrituras, Dios define y señala la fe y el amor y la reverencia y la obediencia que él espera de los hombres, mediante sus manifestaciones a ellos, acerca de lo que Él es; tanto para alejar conceptos falsos acerca de Él, como para que toda la devoción de su pueblo tome la forma y el matiz de su propia enseñanza.
El reino de Dios es aquel reino moral y espiritual que el Dios de la gracia está levantando en este mundo caído, los súbditos del cual somos todos aquellos que de corazón hemos sido sujetos a su glorioso cetro, y del cual su Hijo Jesús es la gloriosa cabeza. En su realidad interna este reino existió siempre desde que hubo hombres que “caminaron con Dios” y “esperaron su salvación”; que estaban “continuamente con Él, sostenidos por su diestra”, y que aun en el valle de sombra de muerte, no temían mal alguno, cuando Él estaba con ellos. El advenimiento del Mesías fue un aviso de que el reino visible se acercaba. Su muerte colocó los profundos cimientos del reino; su ascensión a lo alto, “cautivando la cautividad y tomando dones para los hombres, y también para los rebeldes, para que habitase entre ellos el Señor Dios”; y la lluvia pentecostal del Espíritu, mediante la cual esos dones para los hombres descendieron sobre los rebeldes y el Señor Dios fue visto en la persona de miles y miles, “habitando” entre los hombres, fueron aspectos de la gloriosa venida de su reino. Pero todavía está por llegar, y esta petición, “venga tu reino”, debe continuar mientras exista un solo súbdito que deba ser introducido en este reino. Pero ¿no se extiende esta oración más adelante todavía, hasta “la gloria que ha de ser revelada”, hasta la etapa del reino llamada “el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo” ? Quizá no directamente, en vista de que la petición que sigue, “Sea hecha tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” hace referencia a este estado presente de imperfección. Sin embargo, la mente rehúsa ser circunscrita por etapas y en el acto de orar, “venga tu reino”, irresistiblemente extiende las alas de su fe y de su esperanza gozosa hacia la consumación final y gloriosa del reino de Dios.
Que así como su voluntad es hecha en el cielo, con tanta alegría, tan constante y tan perfectamente, así también sea hecha en la tierra. Pero acaso alguno preguntará: ¿Ocurrirá esto alguna vez? Contestamos: Si los “nuevos cielos” y la “nueva tierra” han de ser solamente nuestro actual sistema material purificado por el fuego y transfigurado, claro que sí. Pero nos inclinamos a pensar que la aspiración en esta hermosa súplica no tiene referencia directa a un cumplimiento orgánico semejante, y no es más que el anhelo espontáneo e irresistible del alma renovada, puesto en palabras, de ver toda la tierra habitada en plena conformidad con la voluntad de Dios. No es necesario saber si eso sucederá alguna vez, o si puede suceder, para que se pueda ofrecer esta oración. Ella debe dar salida a sus santos deseos, y esto no es más que la atrevida y simple expresión de ellos
Dios tiene planes buenos, agradables y perfectos para sus hijos. El quiere transformarnos en un pueblo con una mente renovada, vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que El solo quiere lo mejor para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida nueva, deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su servicio. No hemos de estar conformes con la conducta y costumbres de este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta mundana se extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del mundo, sin embargo, debe ir más allá del nivel de conducta y costumbres. Es posible evitar muchas de las costumbres mundanas sin dejar de ser orgullosos, codiciosos, egoístas, obstinados y arrogantes. Solo cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca y reorienta nuestra mente somos en verdad transformados. Solo cuando obedecemos, por esa gracia que nos capacita para hacerlo, la Palabra de Dios en la Biblia actúa con su poder. Solo cuando por convicción damos el primer paso, Dios Padre da el segundo paso actuando su poder en nosotros. Solo cuando Dios ve nuestro corazón dispuesto, sin doblez, comienza, el Espíritu Santo que mora en nostros satisfecho a bendecir nuestra vida.

¿Qué está consumado? La obra de la redención se había completado de una vez y para siempre; sus resultados serían permanentes. La Ley es cumplida, como nunca antes, ni después, en su “obediencia hasta la muerte, aun muerte de cruz”; la profecía mesiánica es cumplida; la redención es cumplida; “Él ha acabado la transgresión, y hecho reconciliación por la iniquidad, e introducido la justicia eterna, y sellado la visión y profecía, y ungido un lugar santísimo”. Él, Jesús, ha inaugurado el reino de Dios y dado nacimiento a un mundo nuevo. La deuda por el pecado humano ha sido una vez y por todas completamente pagada. El Señor completa la misión que había venido a realizar. Por la muerte de Jesús en la cruz, la deuda por el pecado de la humanidad ha sido completamente pagada, de una vez y para siempre.

La enseñanza de la palabra de moribundo con que Jesús entregó su espíritu: Consumado es; esto es, los consejos del Padre en cuanto a sus sufrimientos estaban ahora cumplidos. Consumado es: se cumplieron todos los tipos y las profecías del Antiguo Testamento que apuntaban a los sufrimientos del Mesías. Consumado es: la ley ceremonial es derogada, ahora vino la sustancia y todas las sombras se disipan. Consumado es: se puso fin a la transgresión y se ha introducido la justicia eterna. Sus sufrimientos estaban ahora terminados, tantos los de su alma como los de su cuerpo. Consumado es: la obra de la redención y salvación del hombre está ahora completada. Su vida no le fue quitada por la fuerza; libremente fue entregada.
Hasta ese momento, un sistema complicado de sacrificios se ofrecía por los pecados. El pecado separa al hombre de Dios y solo mediante el sacrificio de un animal, un sustituto, la gente podía recibir perdón de su pecado y llegar a obtener limpieza delante de Dios. Pero la gente peca continuamente, de modo que eran necesarios sacrificios frecuentes. Jesús, sin embargo, fue el sacrificio final por el pecado. Jesús vino a consumar la salvación de Dios a pagar la deuda total de nuestros pecados. Con su muerte, el complejo sistema sacrificial terminaba porque Jesús cargó con todos nuestros pecados. Ahora podemos acercarnos con libertad a Dios por lo que hizo a nuestro favor. Los que creemos en la muerte y resurrección de Jesús podemos vivir por la eternidad con Dios y escapar de la muerte que lleva consigo el pecado.

Durante las tres horas que continuaron las tinieblas, Jesús estuvo en agonía, luchando con las potestades de las tinieblas y sufriendo el desagrado de su Padre contra el pecado del hombre, por el cual ahora hacía ofrenda su alma. Nunca hubo tres horas como esa desde el día en que Dios creó al hombre en la tierra, nunca hubo una escena tan tenebrosa y espantosa; fue el punto sin retorno de ese gran asunto, la redención y salvación del hombre.
Cada creyente puede haber saboreado algunas gotas de amargura, pero sólo podemos formarnos una idea muy débil de la grandeza de los sufrimientos de Cristo. Sin embargo, de ahí aprendemos algo del amor del Salvador por nosotros los pecadores; de ahí obtenemos una convicción más profunda de la vileza y mal del pecado, y de lo que nosotros le debemos a Cristo, que nos libra de la ira venidera. Sus enemigos ridiculizaron perversamente su lamento. Muchos de los reproches lanzados contra la palabra de Dios y al pueblo de Dios, surgen, como aquí, de errores groseros.
Cristo habló con toda su fuerza, justo antes de expirar, para demostrar que su vida no se la quitaban, sino la entregaba libremente en manos de su Padre. Tuvo fuerzas para desafiar a las potestades de la muerte; y para mostrar que por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo, siendo el Sacerdote y Sacrificio, y clamó a gran voz. Entonces, entregó el espíritu. El Hijo de Dios, en la cruz, murió por la violencia del dolor a que fue sometido. Su alma fue separada de su cuerpo y, así, su cuerpo quedó real y verdaderamente muerto. Fue cierto que Cristo murió porque era necesario que muriera. Se había comprometido a hacerse ofrenda por el pecado y lo hizo cuando entregó voluntariamente su vida. Jesús entregó voluntariamente su espíritu. Cristo estuvo en control absoluto de su vida hasta el último momento.

Cristo obró meritoriamente nuestra justificación y salvación por su muerte y pasión, pero el poder y la perfección de esas, con respecto a nosotros, depende de su resurrección. Por su muerte pagó nuestra deuda, en su resurrección recibió nuestra absolución. Cuando Él fue absuelto, nosotros en Él y junto con Él recibimos el descargo de la culpa y del castigo de todos nuestros pecados. 
Cuando creemos, ocurre un cambio. Damos a Cristo nuestros pecados y El nos da justicia y perdón. No hay nada que podamos hacer para ganarlo. Solo a través de Cristo recibimos la justicia de Dios.
¡Qué oferta más increíble para nosotros!
Muchos aún no la toman en cuenta y siguen "disfrutando" su pecado, haciendo caso omiso de su Palabra en la Biblia; burlándose, riéndose. Sigamos orando por ellos.
Al levantar a Cristo de entre los muertos, Dios anuncia tanto su aprobación de la obra redentora de Cristo ya consumada, como de todos los que creen, y por lo tanto están unidos al Señor en su resurrección.

Cristo consumó la obra de Salvación. ¿Acaso el hombre puede añadir algo más? No, tan solo repito e insisto una vez más, TENEMOS QUE OBEDECER y dejarnos de excusas.  Él mismo es el más claro ejemplo de obediencia absoluta al Padre hasta el fin de cumplir su misión.

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