Después de todo
lo escrito, leído, reflexionado, meditado y rumiado, examinemos nuestro arrepentimiento para
darnos cuenta si ha sido genuino, o no.
Thomas Watson (c. 1620-1686)
Si alguno dice que se ha arrepentido, le insto a probarse
seriamente a sí mismo por los siete… efectos del arrepentimiento que el Apóstol
consigna en 2 Corintios 7:11:
1. Solicitud: La palabra griega significa solícita
diligencia o cuidadoso rechazo de toda tentación a pecar. El verdadero
arrepentido huye del pecado como lo hizo Moisés de la serpiente.
2. Defensa: La palabra griega es apología. El sentido es este: aunque seamos muy
solícitos, sin embargo, por el poder de la tentación, podemos caer en pecado.
Aquí en este caso, el alma arrepentida no permitirá que el pecado se quede como
una llaga purulenta en su conciencia, más bien se juzga a sí misma por su
pecado. Derrama lágrimas delante del Señor. Implora misericordia en el nombre
de Cristo y nunca se conforma hasta recibir su perdón. Aquí es quitada la culpa
de su conciencia y puede presentar una apología de sí misma contra Satanás.
3. Indignación: El espíritu del que se arrepiente del
pecado hierve, como le hierve la sangre cuando se encuentra con alguien que aborrece
con todo su ser. La indignación es estar angustiado de corazón por el pecado.
El arrepentido está disgustado consigo mismo. David se denomina a sí mismo…
torpe y bestia (Sal. 73:22). Dios nunca está más contento con nosotros que
cuando estamos disgustados con nosotros mismos por nuestro pecado.
4. Temor: Un corazón tierno es siempre un
corazón tembloroso. El arrepentido ha sentido la amargura del pecado. Esta
avispa le ha picado y ahora, teniendo la esperanza de que está reconciliado con
Dios, no se acerca más al pecado. El alma arrepentida está llena de temor. Teme
perder el favor de Dios, lo cual es mejor que la vida misma. Tiene temor de que
le falte diligencia, que no alcance salvación. Tiene miedo de que después de
que su corazón se ha ablandado, las aguas del arrepentimiento se congelen y
vuelva a endurecerse en el pecado: “Bienaventurado el hombre que siempre teme” (Prov.
28:14)…
La persona
arrepentida teme y no peca; la persona sin la gracia salvadora peca y no teme.
5. Ardiente afecto: En el griego original, esta expresión
tiene la connotación de un “fuerte deseo”. Así como una salsa agria abre el
apetito, las hierbas amargas del arrepentimiento agudizan el deseo. Pero, ¿qué desea
el arrepentido? Desea más poder contra el pecado y ser librado de él.
Es cierto, se ha librado de Satanás, pero anda como un
prisionero que se ha escapado de la cárcel con cadenas en los pies. No puede
caminar con libertad y rapidez en los caminos de Dios. Desea, pues, que las
cadenas del pecado le sean quitadas. Quiere ser libre de corrupción. Clama con
Pablo:
“¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rom. 7:24).
En pocas palabras, desea estar con Cristo, y que todo gire alrededor de él.
6. Celo: Es apropiado que deseo y celo se
coloquen juntos para mostrar que el deseo ardiente se plasma en labores
realizadas con celo. ¡Cómo se ocupa el arrepentido del tema de la salvación!
¡Cómo toma el reino de los cielos por fuerza (Mat. 11:12)! El celo impulsa a
buscar la gloria. El celo, al encontrarse ante alguna dificultad, se hace más
audaz ante la oposición y pisotea el peligro. El celo hace que el alma
arrepentida persista con dolor espiritual contra todo desaliento y oposición,
vengan de donde vengan. El celo eleva al hombre más allá de sí mismo para
gloria de Dios. Pablo, antes de su conversión, actuaba enfurecido
en contra de los santos (Hch. 26:11).
Después de
su conversión lo juzgaban como un loco por Cristo: “Estás loco,
Pablo” (Hch. 26:24). Pero lo suyo era celo, no locura. El celo anima al espíritu
y al deber. Causa fervor en la religión, lo cual es para la religión lo que el
fuego es para sacrificio (Rom. 12:11). Así como el temor es un freno para el
pecado, el celo es una espuela para la responsabilidad.
7. Vindicación: El verdadero arrepentido persigue sus
pecados con santa malicia. Quiere la muerte de ellos como Sansón se vindicó de
los filisteos por la pérdida de sus ojos. Usa sus pecados como los judíos
usaron a Cristo. Les da hiel y vinagre para beber. Crucifica sus lascivias
(Gál. 5:24).
El verdadero hijo de Dios busca vindicarse sobre todo de
aquellos pecados que han deshonrado más a Dios… David, por pecado, mancilló su
lecho; después, arrepentido, regó su lecho con lágrimas. Israel había pecado
por su idolatría, y después hasta profanaron a sus ídolos: “Entonces profanarás
la cubierta de tus esculturas de plata” (Isa. 30:22)… Las mujeres israelitas que
se habían estado vistiendo durante horas y habían abusado de sus espejos
dominadas por su orgullo, ofrecieron sus espejos para el uso y servicio del
tabernáculo de Dios (Éxo. 38:8). Entonces, esos conjuradores que usaban
curiosas artes o magia… en cuanto se arrepentían, traían sus libros, y para su
vindicación, los quemaban (Hch. 19:19).
Estos son los frutos y productos benditos del
arrepentimiento. Si podemos encontrar uno de estos en nuestra alma, hemos
alcanzado aquel arrepentimiento del cual nunca hay que arrepentirse (2 Cor.
7:10).
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