1 Timoteo 4; 8-9
porque el ejercicio corporal para poco es provechoso,
pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y
de la venidera.
Palabra fiel es esta, y digna de ser recibida
por todos.
Pablo
ha rechazado las severas exigencias ascéticas de los falsos maestros:
abstención del matrimonio y de determinados alimentos (Jn_4:3). La práctica, la
ascesis de Timoteo, debe ser totalmente distinta: debe ejercitarse para crecer
en su vida de piedad. Su vida debe reflejar cada vez más plenamente lo que
entraña la doctrina cristiana. En las situaciones concretas de su vida debe dar
expresión al nuevo ser, a la nueva vida del cristiano, y realizarlo cada vez
mejor. En su conducta y en su obrar debe manifestar cada vez más claramente lo
esencial de la doctrina de Cristo: el amor a Dios y al prójimo. Al Apóstol de
los gentiles le gusta tomar de la vida deportiva antigua sus metáforas para la
vida cristiana. También aquí usa una expresión que toma del gimnasio griego, el
lugar donde se lucha y se desarrolla el cuerpo. Este «ejercicio» cuyo fin es
crecer continuamente en la unión con Dios y en la piedad, es mejor y está, por
su valor, mucho más alto que cualquier gimnasia corporal, pues a la religión se
le ha prometido la vida, ya aquí en la tierra, pero especialmente en la
eternidad. Pablo conoce los ejercicios corporales que se realizaban en el
gimnasio antiguo. Reconoce su valor, pero sabe que son de «poca utilidad»,
porque dan destreza y salud sólo para la vida terrena. ¡Cuánto más importante
es ejercitarse en la piedad! A ella le ha sido prometido el don salvador más
grande y más hermoso que se puede conceder a un hombre: la vida eterna futura.
Se le dice a
Timoteo que de la misma manera que un atleta entrena su cuerpo, así debe el
cristiano entrenar su alma. No es que sea despreciable la buena forma física.
La fe cristiana cree que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo. Pero Pablo
tenía ciertas cosas en mente. Primera, que en el mundo antiguo, especialmente
en Grecia, los gimnasios tenían sus peligros. Todos los pueblos tenían su
gimnasio; para los jóvenes griegos entre los 16 y los 18 años de edad la
gimnasia era la parte más importante de su educación. Pero el mundo antiguo
estaba invadido por la homosexualidad, y los gimnasios eran notorios como
semilleros de ese pecado particular. Segunda, Pablo propone un sentido de
proporción. El entrenamiento físico es bueno, y hasta esencial; pero tiene una
utilidad limitada. No desarrolla más que una parte de la persona; y produce
unos resultados que solamente duran cierto tiempo, porque el cuerpo es
pasajero. El entrenamiento en la piedad desarrolla la personalidad total en
cuerpo, mente y espíritu, y sus resultados afectan no solamente en el tiempo
sino también en la eternidad. El cristiano no es un atleta de gimnasio, sino un
atleta de Dios. Los más grandes entre los griegos reconocían esta verdad.
Sócrates escribía: " Es tan importante para un asceta el entrenar su
cuerpo como para un rey el entrenar su alma.» «Entrénate sometiéndote
voluntariamente a las pruebas para que cuando vengan sobre ti seas capaz de
soportarlas.»
"Es fiel la palabra" acerca de lo muy provechoso de la
piedad, sobre lo poco provechoso del ejercicio corporal, y por eso el hombre
hace bien en
aceptarla para ponerla por obra, porque sus buenos resultados son para esta
vida y para la venidera.
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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