John Angell James (1785-1859)
“Ya no
hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque
todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28).
La mujer fue la última gracia de la creación. La mujer fue
la plenitud de la bendición del hombre en el paraíso. La mujer fue la causa del
pecado y de la muerte para nuestro mundo. Pero el mundo fue redimido por la
simiente de la mujer. La mujer es la madre de la raza humana. Ella es nuestra compañera,
consejera y consuelo durante nuestro peregrinaje en la vida o es nuestra
tentación, castigo y destrucción. La copa más dulce de felicidad terrestre o
nuestro más amargo cáliz de dolor son mezclados y administrados por su mano. Ella,
no sólo hace liso o áspero nuestro camino al sepulcro, sino que ayuda o impide
nuestro progreso a la inmortalidad. En el cielo bendeciremos a Dios por su
ayuda para alcanzar ese estado bienaventurado o, entre los tormentos de
indecible aflicción en el otro mundo, lamentaremos lo fatal de su influencia…
Mi tema es la fe cristiana; mi objeto es el alma; mi
propósito es la salvación. Os veo, mis amigas mujeres, como destinadas para el
otro mundo; y mi empeño es ayudar y estimularos por la paciente perseverancia en
el bien hacer a buscar gloria, honra e inmortalidad y obtener la vida eterna.
Miro más allá de la maquillada y vulgar escena de las vanidades pasajeras
terrenales hacia las edades sin fin en las que tendréis que vivir bajo el
tormento o la salvación y, con la ayuda de Dios, no será mi culpa si vosotras
no vivís bajo el consuelo divino, morís en paz y heredáis la salvación.
PRIMERAMENTE, NUESTRA ATENCIÓN DEBE DIRIGIRSE, POR SUPUESTO, A LA CONDICIÓN DEL
SEXO MÁS ALLÁ DE LOS LÍMITES DE LA CRISTIANDAD…
En algunos países, [la mujer] ni siquiera es considerada como
un agente moral y responsable; está tan solícitamente activa en su propia
degradación que consiente en el asesinato de su descendencia femenina; queda
excluida desde la infancia; sin educación; casada sin su consentimiento; en
multitud de ocasiones es vendida por sus padres; excluida de la confianza de su
marido y expulsada de su mesa; en la muerte de éste, es condenada a la pira funeraria
o al desprecio que hace que la vida sea
una carga… Algunas veces adorada como una diosa, otras tratada como un juguete
y entonces castigada como una víctima, ella nunca puede alcanzar la dignidad e,
incluso con todos sus más brillantes encantos, rara vez puede aparecer de otra
manera que como una muñeca o una marioneta.
CONSIDEREMOS LO QUE HAY EN EL CRISTIANISMO QUE HACE ELEVAR Y MEJORAR
LA CONDICIÓN DE LA MUJER…
Del cristianismo, la mujer ha recibido su influencia moral y
social, casi su misma existencia como ser social. El cristianismo ha
desarrollado la mente de la mujer, la cual muchos filósofos, legisladores y
sabios de la antigüedad condenaron a la inferioridad y a la imbecilidad. El evangelio
de Cristo, en la persona de su divino fundador, ha descendido hasta esta despreciada
mina, la cual aun los hombres sabios, han visto como sin valor y han educado
muchas gemas sin precio, iluminándolas con la luz de la inteligencia y
haciéndolas resplandecer con los amorosos tintes de las gracias cristianas. El
cristianismo ha sido el restaurador de los derechos robados de la mujer y le ha
provisto de las más brillantes joyas en su actual corona de honra. A su anterior
degradación se debe, al menos en parte, la inestabilidad de la civilización
antigua. Es imposible que la sociedad se eleve permanentemente allí donde la
condición de la mujer es rebajada y servil. Allí donde las mujeres son vistas
como seres inferiores, la sociedad contiene en sí misma los elementos de la
disolución y la obstrucción para toda mejora sólida. Es imposible que las
instituciones y usos que se oponen a los instintos de nuestra naturaleza y los
reprimen, violando la Ley revelada de Dios, puedan ser finalmente coronados con
el éxito. La sociedad puede cambiar en su aspecto externo; puede exhibir la
purpurina de la abundancia, los refinamientos del gusto, los embellecimientos
del arte o los más valiosos logros de la ciencia y de la literatura. Pero si la
mente de la mujer permanece sin desarrollarse, sus gustos sin cultivar y su
persona esclavizada, los fundamentos sociales son inseguros y el cemento de la sociedad
es débil. Allí donde se entiende y se siente el cristianismo, la mujer es
libre. El Evangelio, como un ángel bondadoso, abre las puertas de su prisión y
la llama para que salga fuera y goce de la luz de la razón y respire el
vigoroso aire de la libertad intelectual. Y en la medida en la que el cristianismo
puro prevalezca, así será siempre… El cristianismo eleva la condición de la
mujer por su naturaleza de sistema de equidad y benevolencia universal.
Cuando descendió del cielo a la tierra, fue anunciado en
nuestro mundo por la canción del ángel: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la
tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lc. 2:14). Siendo hijo del
amor infinito, participa del Espíritu de su Padre divino y refleja su carácter.
Es esencial e inalterablemente, el enemigo de toda injusticia, crueldad y opresión, y el amigo
de todo lo que es justo, amable y bien educado. Lo rudo, lo brutal y lo
feroz son ajenos a su espíritu, mientras que lo suave y lo cortés están
completamente en armonía con su naturaleza. Frunce el ceño con
rostro indignado contra la tiranía, ya sea en el palacio o en las habitaciones
interiores, al tiempo que es amigo de la libertad y el patrón del derecho.
El hombre que entiende su naturaleza y vive bajo su inspiración,
ya sea monarca, maestro, marido o padre, debe ser un hombre de equidad
y amor. El cristianismo inspira su espíritu caballeresco, un espíritu
caballeresco separado de la vanidad, purificado de la pasión, elevado sobre
la frivolidad; un espíritu caballeresco cuyo principio vivificante
es el amor a Dios y el escenario de su operación, el círculo doméstico y
no la procesión pública. Aquel que es injusto o desagradable para con
el otro, especialmente para con el sexo femenino, muestra una total
ignorancia de la influencia práctica del evangelio de Cristo o una
manifiesta repugnancia a la misma…
La conducta personal de nuestro Señor durante su estancia en
la tierra tendía a exaltar al sexo femenino a una consideración que nunca antes
se había conocido. Seguidlo a través de toda su carrera terrenal y fijaos en la
atención que Él bondadosamente dio al sexo femenino y que recibió de él. Él las
admitió en su presencia, habló familiarmente con ellas y aceptó las señales de
su gratitud, afecto y devoción. Vedlo acompañando a su madre a las bodas de
Caná en Galilea. Vedlo conversando con la mujer samaritana, instruyendo su
ignorancia, soportando su rudeza, corrigiendo sus errores, despertando su
conciencia, convirtiendo su alma y, posteriormente, empleándola como mensajera de
misericordia y salvación a sus vecinos… El trato que Cristo dio a la mujer la
elevó de su degradación sin exaltarla por encima del nivel que le corresponde.
La rescató de su opresión sin excitar su vanidad y la invistió de dignidad sin
darle ocasión al orgullo. Al mismo tiempo que le permitió, no sólo venir ante
su presencia, sino también ministrar para su bienestar, ganó su afecto agradecido
y reverente y le inspiró también temor reverente. De esta manera, Él le enseñó
al hombre cómo comportarse con la mujer y qué respuesta ella debe dar al
hombre.
La conducta de Jesucristo hacia el sexo femenino fue una de
las más atractivas excelencias de su bello carácter, aunque tal vez sea de las
que hayan pasado más desapercibidas. Las mujeres deben verlo, no sólo como el
Salvador de sus almas, sino también como el Abogado de sus derechos y el
Guardián de su paz… La vigente abolición de la poligamia por el cristianismo es
una enorme mejora de la condición de la mujer. Allí donde prevalece la poligamia,
el sexo femenino queda en un estado de degradación y miseria. La experiencia
nos ha mostrado, abundante y dolorosamente, que la poligamia rebaja y
brutaliza, tanto el cuerpo como el alma. Aquí pues, está la gloriosa excelencia
del cristianismo:
En que revivió y restableció la institución original del
matrimonio y restauró la fortuna, la persona, el rango y la felicidad a la mujer,
todo lo cual le fue robado por la poligamia. De esta manera, elevó al sexo
femenino a la condición a la que había sido destinado por su sabio y benéfico
Creador… la fuente de la prosperidad nacional procede del corazón de la familia
y la constitución familiar es el molde en el que se vierte el carácter
nacional. Y este molde debe necesariamente tomar su forma en la unidad,
santidad e inviolabilidad del matrimonio.
El celo con el que el cristianismo guarda la santidad del
vínculo matrimonial debe ser siempre visto como teniendo la más favorable
influencia en la condición de la mujer. Si éste se relaja o debilita, en ese mismo
momento la mujer pierde dignidad, pureza y felicidad. Ha habido naciones en las
que la facilidad para divorciarse sustituyó a la poligamia y, por supuesto, fue
acompañada con algunos de sus vicios y muchas de sus miserias también… ¡Con qué
devota y reverencial gratitud debería ella volverse al Maestro divino, quien
interpuso su autoridad para fortalecer el vínculo matrimonial y guardarlo de
ser dañado a causa de la pasión ilícita o los dictados del temperamento o del
capricho! ¡Cómo debería regocijarse de oírlo decir: “Y yo os digo que cualquiera
que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera;
y el que se casa con la repudiada, adultera” (Mt. 19:9)!
Puedo, seguramente, mencionar la igual participación en la
bendición religiosa a la que las mujeres son admitidas por la fe cristiana. El apóstol
declara explícita y firmemente que a las mujeres les corresponden todas las
bendiciones obtenidas por Cristo para la raza humana, cuando dice: “Ya no hay
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos
vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gá. 3:28). Ésta es el acta que concede a la
mujer todas las bendiciones de la salvación… No hay bendición necesaria para la
vida eterna que ella no reciba en la misma medida y de la misma manera que el
otro sexo… El cristianismo sitúa a la mujer al lado del marido, la hija al lado
del padre, la hermana al lado del hermano y la doncella al lado de la señora en
el altar familiar, en las reuniones de la Iglesia, en la Mesa del Señor y en la
congregación del santuario… Hombre y mujer se encuentran juntos en la cruz y se
encontrarán en las regiones de gloria. ¿Puede tender algo de manera más
efectiva a levantar y mantener la condición de la mujer que esto? Dios en todas
sus ordenanzas, Cristo en sus actos y el Espíritu Santo en su obra de gracia
dieron a la mujer su apropiado lugar en el mundo al darle un apropiado lugar en
la Iglesia. Es ella quien con particular vehemencia ha de decir: “Pero Dios,
que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó… juntamente con
él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo
Jesús” (Ef. 2:4, 6).
¡Con qué sabiduría mantiene el rango y derechos de aquellas,
cuya influencia es tan importante para la sociedad y, sin embargo, limita sus derechos
para que no sean llevadas tan lejos que, al final, frustren su fin!... La
virtud, dignidad, honor y felicidad de la mujer en ningún lugar están a salvo,
sino bajo la protección de la Palabra de Dios. La Biblia es el escudo del sexo
femenino, quien bajo su protección está seguro en sus derechos, su dignidad y
su paz. La Biblia es su viña y su higuera, bajo la cual, en paz y reposo, ellas
pueden gozar de su sombra y disfrutar de su fruto. La Biblia protege su pureza
de mancha y su paz de perturbación...
¡Mujer! Mira a tu Salvador para el mundo futuro como tu
emancipador en el presente. Ama la Biblia como el acta de tu libertad y el
guardián de tu felicidad. Y considera la Iglesia de Cristo como tu refugio de
los males de la opresión y los artificios de la seducción.
John Angell James (1785-1859): Predicador y autor
congregacionalista inglés; predicó y escribió a la gente corriente de todas las
edades y de todo tipo de condición en la vida; fue tenido en alta estima, aun
siendo un hombre humilde y sin pretensiones que dijo: “Mi propósito es el de
ayudar al cristiano a practicar la verdad de la Escritura”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario