Mateo 27; 22
Pilato les dijo: —¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el
Cristo? Todos dijeron: —¡Sea crucificado!
Es difícil armonizar esto con Mat_21:1-46, “8 Y la multitud, que era muy numerosa,
tendía sus mantos en el camino; y otros cortaban ramas de los árboles, y las
tendían en el camino. 9 Y la gente que iba delante y la que iba detrás
aclamaba, diciendo: ¡Hosanna Sal_118:25.
al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! Sal_118:26. ¡Hosanna en las alturas! Cuando entró él en Jerusalén, toda la ciudad
se conmovió, diciendo: ¿Quién es éste? Y la gente decía: Este es Jesús el
profeta, de Nazaret de Galilea”. Algunos creen que los que gritaron “¡Sea
crucificado!” eran los de Jerusalén, y que los gritaron “¡Hosanna!” no eran de
Jerusalén, sino de Galilea y otras partes. Es posible que esto sea en parte la
explicación, pero la Biblia no hace esta distinción.
La escena que se desarrolla ante Pilato constituye, según el relato de
san Mateo, la parte principal del proceso. Esta escena no tiene lugar tras los
muros del edificio oficial, sino públicamente delante del pueblo. Llega a su
culminación dramática, al quedar enfrentado un agitador de mala fama con Jesús
y entablar Pilato su diálogo con la multitud. De este modo se ensancha el
círculo, formando un segundo anillo. Primero el sanedrín condena a Jesús; ahora
le condena el pueblo judío. Así pues, el proceso ante Pilato es la continuación
lógica del juicio nocturno ante el sanedrín. Poco destaca la figura de Pilato.
Hablando con propiedad, desde el principio solamente desempeña el papel de
comparsa. Tiene que considerarse como poco hábil la primera pregunta de cuál de
los dos ha de dejar libre para complacer al pueblo. Con ella, Pilato sólo
consigue que los miembros del sanedrín solivianten con más facilidad a las
masas. No es menos inhábil la otra pregunta acerca de lo que debe hacer con
Jesús, lo cual contribuye a excitar el deseo de dar muerte a Jesús.
Hechos 3; 14-15
Pero
vosotros negasteis al Santo y Justo; pedisteis que se os diese un hombre
asesino,
y matasteis al Autor de la vida, al cual Dios
ha resucitado de los muertos. De esto nosotros somos testigos.
Los que creen que Jesucristo era solamente un
buen hombre (buen maestro) niegan lo que Pedro afirma. También ignoran esta
gran verdad los que promueven el "evangelio social", porque Cristo no
murió para darnos un "evangelio" para corregir las injusticias sociales,
sino un evangelio que es el poder de Dios para salvar nuestras almas y darnos
la vida verdadera (la vida eterna).
Al exclamar: «Negasteis al santo y al justo», ¿pensaba Pedro en su
propia negación? Sin duda en aquel momento tenía conciencia de su culpa. Habla
como uno de ellos cuando encabeza su discurso con «el Dios de nuestros padres».
El sentirse vinculado a su pueblo y al tener conciencia de su propio fallo le
otorga el derecho de hablar tan abiertamente de la culpa contraída con Jesús.
De nuevo experimentamos la tragedia del hombre, que de nuevo se nos recuerda
nombrando a Pilato.
Aunque a causa de la inculpación no se marque de una forma tan trágica
el rechazamiento de la acción humana, también en este discurso, como en el
discurso de pentecostés, se da testimonio.
Pero aquí no se trata de recordar de un modo conmovedor el fallo cometido,
para poder acusarse, sino que en este discurso, como en el de pentecostés, se
trata de atestiguar la acción salvadora de Dios en Jesús. Por tanto también en
este discurso el mensaje esencial y decisivo consiste en la frase: «Dios (lo)
resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros somos testigos.» Esta frase
es una oración subordinada en el fragmento del discurso redactado con maestría
estilística. Sin embargo esta oración es suficiente para el lector de los
Hechos de los apóstoles. El lector ya conoce por el discurso de pentecostés el
curso modelado de las ideas del mensaje apostólico de la resurrección de Jesús,
pero también sabe, por dicho discurso, que el indispensable fundamento para la
fe de la Iglesia radica en estas breves palabras: «De lo cual nosotros somos
testigos.»
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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