} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 4 Julio: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

miércoles, 4 de julio de 2018

4 Julio: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.




Salmo 51; 1-2
(Al músico principal. Salmo de David, cuando el profeta Natán fue a él, después que David tuvo relaciones con Betsabé) Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia. Por tu abundante compasión, borra mis rebeliones.
   Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.

David estaba en verdad arrepentido de su adulterio con Betsabé y de asesinar a su esposo para cubrir este pecado. Sabía que sus acciones dañaron a mucha gente La oración de arrepentimiento de David permanece como un doloroso testimonio de sus quebrantos ante Dios y como una enseñanza para nosotros cuando pecamos. Su arrepentimiento no nace del temor al castigo o la preocupación sobre éxitos futuros. Se arrepintió por haberse vuelto contra el mismo Dios, su persona y su naturaleza. David lloró, no sólo por perdón, sino también por pureza; no sólo para ser tenido como inocente, sino para ser aceptado, no sólo por consuelo, sino por ser totalmente limpio de pecado; a cualquier costo. Aunque su corazón estaba herido de vergüenza y de dolor por su pecado, conocía la amplitud de la misericordia divina. Vemos como, una vez que confesó sus pecados, y éstos fueron perdonados y purgados, David se atrevió a pedir a Dios sus dones más preciados: el gozo, la restauración, su presencia, y su Espíritu Santo. Se ofrece entonces para ser utilizado como un instrumento que manifieste la alabanza divina e instruya a otros transgresores. Este salmo muestra que Dios aceptó la oferta.(Jn_4:34/Gen_18:17-33)
 ¡Ningún pecado es demasiado grande para que no reciba perdón! ¿Siente que nunca podrá acercarse a Dios porque ha hecho algo terrible? Dios puede perdonarlo de cualquier pecado y lo hará. Sin embargo, aunque Dios nos perdona, no borra las consecuencias naturales de nuestro pecado. La vida y la familia de David nunca fueron las mismas como consecuencia de lo que hizo (2Sa_12:1-23).

La sangre de Cristo rociada sobre la conciencia, borra la transgresión, y, habiéndonos reconciliado con Dios, nos reconcilia con nosotros mismos. El creyente anhela ver borrada toda la deuda de sus pecados, y limpia cada mancha; será lavado completamente de todos sus pecados; pero el hipócrita siempre tiene una reserva secreta, y preferiría que no se le tocara alguna concupiscencia favorita.
David tenía un sentido tan profundo de su pecado que estaba pensando continuamente en él, con pesar y vergüenza. Su pecado lo cometió contra Dios, cuya verdad negamos pecando voluntariamente; lo tratamos engañosamente. El penitente verdadero siempre atribuirá las corrientes de pecado actual a la fuente de la depravación original. Confiesa su corrupción original. Esta es esa necedad que está ligada al corazón del joven, esa inclinación al mal, y el rechazo del bien, que es la carga del regenerado y la ruina del inconverso.

Gálatas 2; 20
Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.

Pablo habla desde las profundidades de la experiencia personal.
Para él, el reerigir toda la fábrica de la Ley habría sido cometer un suicidio espiritual. Dice que por la Ley él murió a la Ley para poder vivir para Dios. Lo que quiere decir es esto: Él había probado el camino de la Ley. Había intentado, con toda la terrible intensidad de su cálido corazón, ponerse en relación con Dios mediante una vida que buscaba obedecer cada pequeño detalle de esa Ley. Había encontrado que tal intento no producía más que un sentimiento cada vez más profundo de que todo lo que él pudiera hacer nunca le pondría en la debida relación con Dios. Lo único que había hecho la Ley era mostrarle su propia indefensión. En vista de lo cual, había abandonado inmediata y totalmente aquel camino, y se había arrojado, pecador y todo como era, en los brazos de la misericordia de Dios. Había sido la Ley lo que le había conducido a la Gracia de Dios. El volver a la Ley no habría hecho más que enredarle otra vez totalmente en el sentimiento de alejamiento de Dios. Tan grande había sido el cambio, que la única manera en que podía describirlo era diciendo que había sido crucificado con Cristo para que muriera el hombre que había sido, y el poder viviente en su interior ahora era Cristo mismo.
" Si yo pudiera ponerme en la debida relación con Dios cumpliendo meticulosamente la Ley, ¿qué falta me haría entonces la Gracia? Si yo pudiera ganar mi propia salvación, entonces, ¿por qué tenía que morir Cristo?" Pablo estaba totalmente seguro de una cosa: de que Jesucristo había hecho por él lo que él nunca podría haber hecho por sí mismo. El otro hombre que revivió la experiencia de Pablo fue Martín Lutero. Lutero era un dechado de disciplina y penitencia, de autonegación y de autotortura. «Si alguna vez -decía- una persona pudiera haberse salvado por medio del monacato, esa persona sería yo." Había ido a Roma. Se consideraba un acto de gran mérito el subir la Scala Sancta, la gran escalera sagrada, de rodillas. Estaba poniendo todo su empeño buscando ese mérito, y repentinamente le vino la voz del Cielo: «El justo vivirá por la fe." La vida de paz con Dios no se podía obtener por medio de ese esfuerzo inútil, interminable, siempre derrotado. Solo se podía recibir arrojándose al amor de Dios que Jesucristo había revelado a la humanidad.
Cuando Pablo Le tomó la Palabra a Dios, la medianoche de la frustración de la Ley se convirtió en el mediodía de la Gracia.

¿Cómo hemos sido crucificados con Cristo?
Legalmente, Dios nos ve como si hubiésemos muerto con Cristo, porque nuestros pecados murieron con El, ya no estamos más condenados (Col_2:13-15).
En cuanto a la relación, hemos llegado a ser uno con Cristo y sus experiencias son nuestras. Nuestra vida cristiana empieza cuando, en unidad con El, morimos a la vida vieja (Rom_6:5-11).
 En nuestra vida diaria, en repetidas ocasiones hemos tenido que crucificar nuestros deseos pecaminosos que han tratado de impedir que sigamos a Cristo. Esta también es una forma de morir con El (Luc_9:23-25). Aunque el enfoque del cristianismo no es la muerte sino la vida. Porque hemos sido crucificado con Cristo, también hemos resucitado con El (Rom_6:5). Legalmente, hemos sido reconciliado con Dios (2Co_5:19) y somos libres para poder crecer a la semejanza de Cristo (Rom_8:29). Y en nuestra vida diaria, al continuar con nuestra batalla contra el pecado, el poder de la resurrección de Cristo está disponible (Efe_1:19-20). No estamos solos, Cristo vive en nosotros, esta es nuestra razón para vivir y nuestra esperanza para el futuro (Col_1:27).




¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor Jesús!

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