Al oírlo, Jesús les dijo: —Los sanos no tienen necesidad de
médico, sino los que están enfermos. No he venido para llamar a justos, sino a
pecadores.
Jesús oyó la crítica de los escribas
de los fariseos y les responde. El vino a llamar pecadores al arrepentimiento y
por eso estuvo en medio de ellos, cumpliendo su misión (Luc_5:32; Luc_19:10). No mostraba parcialidad; no evitaba
asociación con gente menospreciada, fueran ricos o pobres. Dios no hace
acepción de personas (Hch_10:34-35). Ama a todos
(Jn_3:16); no quiere que ninguno perezca (2Pe_3:9). ¡Qué cosa más natural, pues, que Jesús
estuviera con estos pecadores para enseñarles!
"Esa
chusma", decían los fariseos santurrones para describir a la gente con la
que Jesús comía. Pero la asociación de Jesús con los pecadores obedecía a que
los amaba y a que sabía que necesitaban lo que tenía que decirles. Le dedicó
tiempo a quien necesitaba o quería escuchar su mensaje: pobres, ricos, malos,
buenos. Nosotros también debemos ser amistosos con quienes necesitan a Cristo,
aunque sean personas que no se vean como la mejor compañía.
Jesús asemeja el pecador al enfermo, y
el justo al sano. Ahora, ya que los escribas y fariseos consideraban a sí
mismos como justos, y a los demás como pecadores, no sentían ninguna necesidad
de la enseñanza de Jesús, pero los pecadores, como enfermos buscando al médico,
acudían a Jesús para oírle (Luc_15:1). Jesús en
otra ocasión presentó una parábola para tocar este mismo punto (Luc_18:9-14).
Jesús no vino a llamar a justos porque
no los hay (Rom_3:10).
No hay esperanza alguna para el
orgulloso y vanaglorioso. El que se exalta a sí mismo será humillado. La
autojustificación (Luc_16:15) será la causa de
eterna perdición para muchas personas.
¡Maranata!¡Ven
pronto mi Señor Jesús!
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