Querido
lector:
Es
muy posible que tú y yo no nos conocemos y que nunca nos conoceremos. No
obstante, quiero escribirte una carta personal.
Te
escribo porque tenemos más en común de lo que piensas. Aunque nunca nos
encontremos en este mundo, un día nos veremos porque ambos tenemos un alma
que nunca muere. Con esta alma, ambos habremos de comparecer ante Dios, tu
Creador y el mío, en aquel gran día del juicio. “Está establecido para los
hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreo 9:27).
Puedes
hacer todo lo que está a tu alcance para no pensar en la muerte. Pero no
puedes escapar de la realidad de que tienes que morir. Sabes bien
que tienes que morir y por si no lo sabías, tienes que enfrentar a Dios.
Quizá no quieres pensar en la muerte porque sabes también que a la muerte le
sigue un juicio tan seguro como que la noche sigue al día. Hablando muy en
serio, no existe una pregunta más importante que esta: ¿Qué te va a pasar
cuando mueras?
La
Biblia, tu conciencia y tu sentido común te declaran que hay una eternidad que
tienes que enfrentar. Por lo tanto, por tu propio bien no evadas esta pregunta:
¿Estoy preparado para morir y enfrentarme con Dios en su papel de Juez?
Lamento
tener que decir que en la actualidad hay millones que creen que están
preparados para encontrarse con Dios pero lamentablemente terminarán en el
infierno después del gran día del juicio. Dice la Biblia: “Muchos me
dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre
echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les
declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7:22-23).
¿Has
considerado alguna vez qué despertar terrible será para aquellos que siguen su
peregrinaje por esta vida, creyendo que todo está bien, oír aquel día al
comparecer ante el Dios Altísimo: “Nunca os conocí”? Las palabras no bastan
para describir la angustia del alma cuando escuche la sentencia: “Apartaos de
mí, hacedores de maldad”. ¿Estaremos tú y yo entre aquellos “muchos”
decepcionados de los que Cristo habla en Mateo 7?
Querido
lector, por favor dame cinco minutos para tratar de mostrarte quiénes terminarán
en el infierno y quiénes en el cielo.
El camino ancho que lleva a la
destrucción
Primero,
tengo que decirte sinceramente que la Biblia nos informa en Mateo 7 que la gran mayoría de la gente
tendrá como destino eterno el infierno. “Ancha
es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los
que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que
lleva a la vida, y pocos son los que la hallan”. Quizá esto te parezca
cruel, pero esta triste realidad es cierta no porque Dios sea cruel, sino
porque nosotros somos crueles con nosotros mismos. Intencionadamente desafiamos
a nuestro Creador y despreciamos su amor cuando pisoteamos sus mandamientos que
nos fueron dados para nuestro auténtico bien. Por tal rebelión y maldad, todos
nos hemos ganado la muerte y el infierno. Estas son las únicas dos cosas
que hemos merecido. “Por cuanto todos
pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23).
¿Qué
clases de personas están incluidas en esta multitud inmensa que va rumbo al
infierno?
1. Toda la gente impía terminará
en el infierno. Esto incluye a los que viven vidas pecaminosas abiertamente,
haciendo cosas como:
· pasar su tiempo en las
tabernas y gastar su dinero en bebidas y drogas,
· tener relaciones sexuales
ilícitas,
· hacer en domingo todo lo
que hace cualquier otro día de la semana,
· mirar diariamente las
manifestaciones gráficas del pecado en una pantalla de televisión, o internet
· maldecir abiertamente a Dios
usando su nombre en vano,
· vivir una vida de rebelión
contra sus progenitores y las autoridades dadas por Dios.
Tales
personas impías terminarán en el infierno a menos que se arrepientan y se
conviertan a Cristo por obra del poder omnipotente de la gracia de Dios. ¿Te
encuentras tú en este grupo? De ser así, ¡te insto a que te arrepientas de tus
pecados, los confieses y confíes en la gracia que perdona y transforma, antes
de que sea demasiado tarde para buscar al Señor!
2. Toda la gente mundana terminará
en el infierno. Terminarán en el infierno aquellos que se abstienen de pecados
graves, pero cuyas vidas están entrelazadas con el mundo, que no sienten
ninguna carga cuando continuamente hacen cosas como:
· poner al yo por
sobre y antes que a Dios,
· estimar la posesión de
riquezas mundanas más que las riquezas de la gracia de Dios,
· promover los deseos de
otros por encima de la voluntad de Dios revelada en su Palabra,
· valorar las necesidades
del diario vivir por encima de la necesidad de un Salvador para sus almas
inmortales,
· considerar los resultados
del pecado como más trágicos que ofender y pecar contra su santo Creador que
los colma de bendiciones,
· creer que es más
importante lo que piensan de ellos sus vecinos y amigos que lo que Dios piensa
de ellos.
Estos
terminarán en el infierno a menos que se arrepientan y conviertan por obra del
poder omnipotente de la gracia de Dios. ¿Te encuentras tú en este grupo?
De
ser así, tengo que decirte que el cielo mismo no te daría felicidad si acaso
allí llegaras, porque el Señor del cielo no es tu amigo, lo que le agrada a él
no te agrada a ti; lo que le desagrada a él no te preocupa en lo más mínimo. Su
Palabra no es tu consejero; su día [de descanso] no es tu delicia, su ley no es
tu guía. No te interesa oír de él, mucho menos aún, hablar de él. Estar
eternamente en su compañía es algo que no soportarías, la compañía de los
santos y de los ángeles te aburriría. En lo que se refiere a tu vida práctica,
poco o nada significa la Biblia. Mucho menos te importa Cristo; y
consecuentemente la salvación es algo inútil. “Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará
Cristo…No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Efesios 5:14; Mateo 6:24).
3.
Mucha gente religiosa terminará
en el infierno. Es posible estar camino al infierno aunque asistamos fielmente
a los cultos, seamos maestros de escuela dominical y aun pastores. La religión
puede ser nuestro tema favorito, nuestra conversación puede tratarse de Dios y
Cristo, y nuestro andar exterior en la vida puede ser intachable; todo sin que
nuestra alma sea salva de la destrucción.
Podemos
ser tan religiosos como las cinco vírgenes falsas en Mato 25, poseyendo la misma
confesión, la misma expectativa, las mismas lámparas y el mismo aspecto
exterior como las cinco vírgenes falsas, y aun así, perecer. Podemos ser tan
religiosos como Acab de quien las Escrituras dicen: “…rasgó sus vestidos y puso cilicio sobre su carne, ayunó, y durmió en
cilicio, y anduvo humillado” (1 Reyes 21:27), y aun así, ser inconversos.
Es
posible sentir convicciones comunes de pecados e impresiones de Dios y sus
atributos santos — aun si reconocemos el pecado y nos humillamos un poco, aun
si lloramos y oramos debido a él, teniendo miedo de volver a pecar — y todavía
así no poder entrar al reino de los cielos. Piensa en Caín, Saúl y Judas.
Necesitamos
más que una religión a medias y asistir a la iglesia. Necesitamos la obra
irresistible y regeneradora del Espíritu Santo a fin de nacer de nuevo y ser
convertido. Solo entonces amaremos a Dios con todo nuestro ser — el ingrediente
clave que falta en los ejemplos anteriores — y ansiar a Dios como el sediento
ansía el agua fría. Solo entonces, por la gracia de Dios, podremos estar
preparados para
encontrarnos
con el Señor. “Mira pues, no suceda que
la luz que en ti hay, sea tinieblas” (Lucas 11:35).
¿Cómo
puedo saber si estoy incluido entre los que están en el camino al cielo?
El camino angosto a la vida eterna
Todos
los que lleguen al cielo confesarán que su salvación es un gran milagro de la
gracia de Dios. Serán todas las almas que de verdad han nacido de nuevo por
obra del Espíritu Santo (Juan 3). Serán personas que han sido convertidas por Dios. En su
conversión, tienen tres experiencias:
(1)
dolor profundo por su pecaminosidad
(2)
gozo profundo por la salvación en Jesucristo y
(3) gratitud
profunda a Dios por su salvación tan grande (Romanos
7:24-25; Salmo 50:15).
1. Dolor profundo por su
pecaminosidad
Cuando
el Espíritu Santo comienza a obrar la salvación en el pecador, no lo hace
revelándole a Cristo. Por naturaleza, no hay lugar para Cristo en nuestro
corazón. En cambio, enfrenta al pecador con lo trágico de su desdicha y su
peligroso estado de pecaminosidad delante de Dios. El Espíritu causa que el
pecador sienta:
· dolor profundo por los
innumerables y verdaderos pecados de sus pensamientos, palabras y acciones
contra un Dios que todo lo sabe;
· dolor profundo por estar
sin Dios, sin Cristo y sin esperanza en este mundo;
· dolor profundo por su
terrible pecado original causado por su terrible caída en Adán, siendo enseñado
que su todo su corazón no es más que fuente de corrupción;
· dolor profundo no solo
cuando la carga del pecado se hace demasiado pesada para aguantar, sino también
porque le resulta imposible librarse él mismo de esta carga;
· dolor profundo al tomar
conciencia de que no se puede salvar a sí mismo pero aun así, de que tiene que
ser salvo y por ello clama: “Señor, tú eres recto y justo para echarme fuera para
siempre, pero ¿será posible que haya en ti una manera de escapar de tu castigo
divino y volver a contar con tu favor?”.
¿Has
llegado tú también al punto de ser un pecador tan preocupado, desdichado,
indigno, culpable y perdido que ya tienes conciencia de que no hay ninguna
manera que puedas salvarte a ti mismo?
2. Gozo profundo por la salvación en Jesucristo
Cuando
el pecador toma conciencia de que por su parte no tiene más futuro que la
condenación, el Espíritu Santo lo capacita para recurrir a Dios como el único
refugio. Ese mismo Espíritu bendito le revelará el camino de la salvación y
liberación del trino Dios de una manera indescriptible a través del sacrificio
de sangre del Señor Jesucristo.
En
la cruz, Cristo satisfizo las demandas del Padre para salvar al pecador. El
Espíritu da al pecador el conocimiento de:
· su necesidad de Cristo,
· algún aspecto de la obra
expiatoria de Cristo en toda su hermosura, plenitud e idoneidad,
· una revelación de Cristo
en su alma a través de la Palabra y el Espíritu por medio de los cuales aprende
cómo Cristo ha obedecido totalmente la ley y cargado con el castigo del pecado
en lugar de los pecadores caídos e indignos,
· una necesidad espiritual
que lo conduce a aceptar a Cristo como su Salvador y Señor con un gozo
indescriptible.
¿Has
conocido tú también algo de Cristo como el camino maravilloso de liberación a
través del poder del Espíritu Santo al aplicar la Palabra de Dios a tu alma?
¿Te ha dado el anhelo de conocer más y más a Cristo como tu Todo-en-todo,
conocerlo por experiencia como el Salvador exclusivo y voluntario que
salva hasta lo sumo?
3. Gratitud profunda a Dios por su salvación
En
último lugar, aquellos que realmente conocen por experiencia el camino de
salvación de Dios en Jesucristo también expresan una gratitud sincera por una
salvación tan grande: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para
conmigo?” (Salmo 116:12). Anhelan entregar al Señor todo: espíritu, alma y
cuerpo para el tiempo y la eternidad, inclinarse ante sus pies en entera
sujeción y confesar: “Sea hecha tu voluntad en la tierra así como en el cielo”.
Entonces, a pesar de las muchas faltas de nuestra parte, anhelamos vivir ante
todo para la gloria de Dios, y servir con amor a nuestro prójimo para su bien
espiritual y temporal.
Querido lector, examínate a ti mismo.
¿Por cuál camino estás transitando?
¿Vas
por el camino ancho avanzando hacia la destrucción eterna o el camino angosto a
la vida eterna? En este mundo hay muchos caminos, pero en el mundo espiritual
hay solo dos, y estos nunca se cruzan. Son tan opuestos uno del otro como la oscuridad
de la luz, Satanás de Dios, la naturaleza de la gracia y el infierno del cielo.
Solo Dios, en su gracia, puede sacarnos del camino ancho que lleva a la
destrucción y ponernos en el camino angosto que conduce a la vida eterna.
Pecador,
te ruego que abandones tus prácticas pecaminosas y malvadas. Clama a Dios
pidiendo una conversión auténtica por medio de aquel que no solo dijo: “Os
es necesario nacer de nuevo”, sino que también testificó de sí mismo: “El
Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Tu alma está
perdida y tu condición es espantosa; por lo tanto, ruega al Señor que te
muestre esto, para que hagas un lugar dentro de ti para recibir el mensaje de
Jesucristo y a este crucificado.
Permíteme
hacerte una advertencia final. En los veintisiete libros del Nuevo Testamento
se menciona 234 veces el infierno. Si el camino de la vida fuera veintisiete
millas de largo, y a lo largo hubiera 234 letreros que dijeran: “Este camino
lleva al infierno”, ¿seguirías en ese camino? Mientras seas un pecador no
arrepentido, no creyente, sin Cristo y centrado en ti mismo, estás en este
camino al infierno. El infierno es el final de la vida mundana o religiosa que
sigue para siempre sin Cristo.
Este
breve mensaje es un letrero más que te manda Dios en tu senda de la vida para
advertirte que todos los caminos del hombre terminan en la muerte. “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado,
llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6).
¿Cuántos
letreros más pondrá Dios en tu camino antes de que se le termine la paciencia y
cumpla su Palabra: “Está establecido para los hombres que mueran una sola vez,
y después de esto el juicio”?
Date
prisa, pecador, por tu propio bien. El hilo de tu vida aún no se ha acabado,
pero te queda cada vez menos. El Señor todavía te sigue llamando: “Vivo yo,
dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el
impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos;
¿por qué moriréis…?”.
La
puerta de la gracia sigue abierta. El trono de Cristo no se ha cerrado.
¿Escucharás su voz antes de que sea demasiado tarde? “Honrad al Hijo, para que no se enoje, y perezcáis en el camino; pues
se inflama de pronto su ira” (Salmo 2:12).
Todos
los que han vivido sin Dios en la tierra estarán sin Dios en el infierno. Qué
terrible será vivir lo mismo que aquel hombre de quien se narra en Lucas 16: En
el infierno “alzó sus ojos, estando en tormentos… dando voces, dijo: …estoy
atormentado en esta llama”.
Querido
amigo, mi deseo es advertirte con amor. Tú y yo no podemos escapar de la
muerte. Es una cita que cumpliremos, querámoslo o no.
¿Estás
preparado para morir?
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