2 Corintios
7; 1
Así que,
amados, ya que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda impureza de cuerpo y
de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios
Pablo establece su caso a favor de una fe
cristiana que es pura e inconfundible porque el evangelio demanda la santidad
que resulta de un vivir altamente moral y ético. Nuestra limpieza comprende una
acción doble: apartarnos del pecado y volvernos a Dios. "Perfeccionando la
santidad" significaba que los corintios no tenían nada que hacer con el
paganismo. Ellos hicieron un claro corte con el pasado y se entregaron sólo a
Dios.
Si esperamos en Dios como Padre nuestro,
debemos procurar ser santos como Él es santo, y perfectos como nuestro Padre
celestial. Su sola gracia, por la influencia de Su Espíritu, puede purificar,
pero la santidad debe ser el objetivo de nuestras oraciones constantes.
El resultado de la limpieza que Pablo
recomienda es “perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. Este texto no
debe tomarse como una “santidad instantánea” o una “perfección absoluta y sin
pecado”. Más bien funciona como una exhortación a la santificación (Filp_3:12-15). Pablo percibió al creyente como un viajero
en camino entre el punto de partida y la meta de vivir al máximo como pueblo de
Dios. La idea de crecer en santidad armoniza con la idea y práctica de
consagrarse al Señor cuantas veces haga falta a lo largo de la vida.
Conformarse con una vida impura es recibir la gracia de Dios en vano (Gal_6:1-2). Pablo usa una frase que es muy conocida en
el AT “el temor de Dios” para sancionar
su apelación e indicar la actitud correcta del cristiano hacia Dios.
“Perfeccionando” también conlleva la idea de completar perfectamente; esto
refuerza la idea de separarse del mundo.
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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