2 Corintios 5; 20
Así que, somos embajadores en
nombre de Cristo; y como Dios os exhorta por medio nuestro, rogamos en nombre
de Cristo: ¡Reconciliaos con Dios!
Un
embajador es un oficial enviado a otro país para hablar oficialmente por su
nación. Como el turista en otro país no es embajador en esos países que visite,
tampoco son "embajadores" de Dios algunos, o todos los cristianos,
hoy en día.
No hay mayor responsabilidad
que la del embajador.
Un embajador de España es un español que
reside en otro país. Pasa la vida entre personas que en muchos casos hablan una
lengua diferente, tienen tradiciones diferentes y tienen otra manera de vivir.
El cristiano se encuentra en ese caso: vive en el mundo; toma parte en la vida
y las actividades del mundo; pero es ciudadano del Cielo. En este sentido, es
un extranjero. El que no esté dispuesto a ser diferente no puede ser cristiano.
El embajador habla en nombre de su propio
país. Cuando el embajador español habla como tal, su voz es la voz de España.
Hay situaciones en las que un cristiano tiene que hablar en nombre de Cristo.
En las decisiones y consejos del mundo, la suya debe ser la voz de Cristo que
presenta Su mensaje en aquella situación.
El honor de su país está en las
manos del embajador. Por él se juzga a su país. Se escuchan sus palabras y se
observan sus acciones y se dice: «Eso es lo que dice y hace tal o cual país.» «El
embajador cuando actúa, no actúa sólo como agente, sino como representante de
su Soberano... El deber del embajador no se limita a comunicar un mensaje
determinado o a seguir una cierta política, sino que también está obligado a
vigilar las coyunturas, a estudiar los caracteres, a buscar las oportunidades,
para presentárselas a su audiencia de la manera más atractiva posible.» La gran
responsabilidad del embajador es representar y presentar a su país a aquellos
entre los que vive.
Aquí tenemos el
privilegio más honroso del cristiano y su responsabilidad más sobrecogedora. El
honor de Cristo y de Su Iglesia están en sus manos. Con sus palabras y con sus
acciones puede hacer que se estime -o desestime- a su Iglesia y a su Soberano.
Tenemos que
fijarnos en el mensaje de Pablo: " ¡Reconciliaos con Dios!» El Nuevo
Testamento nunca nos habla de que Dios tenga que reconciliarse con la
humanidad, sino siempre de que la humanidad tiene que reconciliarse con Dios.
No se trata de aplacar a un Dios airado. Todo el plan de salvación tiene su
origen en Dios. Fue porque Dios amaba al mundo de tal manera por lo que
envió a Su Hijo. No es que Dios no tenga interés en la humanidad, sino
viceversa. El mensaje de Pablo, el Evangelio, es la invitación de un Padre
amante a Sus hijos descarriados para que vuelvan a casa, donde los espera el
amor.
Pablo les suplica
que no acepten el ofrecimiento de la gracia de Dios sin sentido. Hay tal cosa
como -y es la tragedia de la eternidad- la frustración de la gracia. Pensemos
en términos humanos. Supongamos que un padre o una madre se sacrifican y
trabajan para darles a sus hijos las mejores oportunidades, rodearlos de amor,
planificar su futuro con cuidado y hacen, en fin, todo lo posible para
equiparlos para la vida. Y supongamos que esos hijos no sienten lo más mínimo
su deuda de gratitud ni ninguna obligación de devolver algo de lo mucho que han
recibido siendo dignos de ello. Y supongamos que los hijos fracasan, no por
falta de capacidad, sino por falta de interés y de voluntad, porque no
consideran el amor que les dio tanto. Eso es lo que quebranta el corazón de los
padres. Cuando Dios le da a la humanidad toda Su gracia, y la humanidad la
pisotea para seguir su propio camino equivocado, frustrando la gracia que podía
haberla renovado y recreado, una vez más Cristo es crucificado, y quebrantado
el corazón de Dios.
A los apóstoles se les
encargó la tarea de hablar al hombre de parte de Dios; a ellos se les dio
credenciales. Es totalmente incorrecto referirse ciertas personas a sí mismas
como "embajadores de Cristo". ¡No lo son! les falta la inspiración
para serlo.
La palabra de los apóstoles inspirados es la misma palabra de Dios. 1Ts_2:13; Mat_10:40; Luc_10:16. Con razón el
cristiano tiene que continuar en la doctrina de los apóstoles (Hch_2:42), que
es la misma doctrina de Cristo (2Jn_1:9; Apo_14:12), porque si no lo hace, es a
Dios a quién está rechazando.
Los apóstoles sufrieron mucho en su ministerio de rogar a los hombres
a que se reconciliaran con Dios. Lo hacían en vista de todo lo que es Cristo y
lo que ha hecho por el hombre pecador. Su trabajo apostólico fue hecho por la
autoridad que tiene Cristo como el Salvador del mundo.
¡Maranata!¡Ven pronto mi Señor
Jesús!
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