Romanos 3; 22-23
Esta
es la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que
creen. Pues no hay distinción;
porque
todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios,
El problema supremo de la vida es: ¿Cómo puede uno estar en la debida
relación con Dios? ¿Cómo puede sentirse en paz con Dios? ¿Cómo puede dejar de
sentirse a una distancia insalvable, y de tenerle miedo a la presencia de Dios?
La religión de los judíos contestaba: «Uno puede llegar a estar en la debida
relación con Dios cumpliendo meticulosamente todo lo que manda la Ley.» Pero
eso equivale a decir sencillamente que nadie tiene la menor posibilidad de
llegar a estar en la debida relación con Dios, porque nadie puede cumplir
perfectamente todos los mandamientos de la Ley. Entonces, ¿para qué sirve la
Ley? Para que nos demos cuenta de la realidad del pecado. Sólo cuando conocemos
la Ley e intentamos cumplirla nos damos cuenta de que nos es imposible. El
propósito de la Ley es hacernos conscientes de nuestra debilidad y pecado.
Entonces, ¿es imposible llegar a Dios? Todo lo contrario; porque el camino que
nos lleva a Dios no es el de la Ley, sino el de la Gracia. No por las obras,
sino por la fe.
“Por medio
de la fe en Jesucristo” indica que es salvación condicional. La fe en Jesucristo es una confianza
genuina en Cristo, una sincera seguridad en él, en lugar de en uno mismo, para
alcanzar la salvación.
No hay otro modo ni otros caminos como dicen
muchos iluminados falsos maestros. Para todos” indica la universalidad de esta
salvación, por la fe en Jesucristo. “No hay diferencia” entre judío y gentil en
cuanto a que son pecadores y por eso están perdidos y necesitados de la
salvación que Dios ofrece sólo por medio de la fe en Jesucristo.
Ambos judíos y gentiles están perdidos sin esta
salvación por la simple razón de que estos dos grupos de la humanidad han
pecado y por eso se hallan bajo la condenación del pecado. 1Re_8:46; Ecl_7:20.
“Destituidos
de la gloria de Dios.” Gloria es honor. Habiendo pecado, el hombre no ha dado
honor a su Creador como debía de haber hecho.
La
gloria de Dios consiste en su perfección absoluta. Él es luz y en él no hay
ningunas tinieblas (1Jn_1:5). Por contraste, el
hombre, al pecar pierde la inocencia con que nació y así se halla destituido de
la gloria que Dios mantiene
1 Timoteo 1;
15
Fiel es esta palabra y digna de toda aceptación: que
Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el
primero. (LBA)
Por ser así la palabra, el dicho, o la doctrina, que en seguida se
declara, todo el mundo puede depender de su veracidad. Esa doctrina se describe así: "que Cristo Jesús vino al mundo
para salvar a los pecadores"
La frase da énfasis al hecho de que se excluye
toda duda en cuanto a aceptación. Todo el mundo es pecador (Rom_3:23), y por eso todos deben aceptar este mensaje
de salvación.
La obra de la gracia de Cristo en el corazón de Pablo fue ayudada por
la fe y el amor que él encontró en los miembros de la Iglesia Cristiana, cosas
como la simpatía y la comprensión y la amabilidad que le mostraron hombres como
Ananías, que le devolvió la vista y le llamó " hermano» (Hec_9:10-19 ), y Bernabé, que se puso a su lado
cuando el resto de la Iglesia le miraba con fría, y razonable, sospecha (Hec_9:26-28 ). Esta
es una idea muy preciosa; y, si es correcta, podemos ver que hay tres factores
que cooperan en la conversión de cualquier persona.
(i) Primero, está Dios. Fue la oración de Jeremías: «Haz que nos
convirtamos a Ti, Señor, y nos convertiremos» (Lam_5:21 ). Como decía Agustín, no habríamos nunca
empezado a buscar a Dios si no fuera porque Él ya nos había encontrado. El
Primer Motor es siempre Dios; por detrás del primer deseo de bondad que podamos
sentir nosotros, está Su amor buscándonos.
(ii) Está la propia persona. La Versión Autorizada inglesa traduce Mat_18:3 totalmente
en pasiva: «Except ye be converted and become as little children, ye
will never enter the kingdon of heaven» que podríamos traducir: "A menos
que se os convierta y se os vuelva como niñitos, nunca entraréis en el
reino del cielo.» En las versiones españolas se usa la forma reflexiva, más
idiomática en nuestra lengua: "Si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el Reino del Cielo.» Debe haber una respuesta humana a la
invitación divina. Dios le da a cada uno libre albedrío, que puede usar para
aceptar o para rechazar Su ofrecimiento.
(iii) Está la intervención de alguna persona cristiana. Pablo estaba
convencido de que había sido enviado para abrirles los ojos a los gentiles,
para que se volvieran de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a
Dios, para que recibieran el perdón de sus pecados (Hec_26:18 ). Y Santiago
creía que cualquier persona que convierta al pecador del error de su camino
«salvará un alma de la muerte y cubrirá una multitud de pecados» (Stg_5:19 s). Así que se nos impone una
doble obligación. Se ha dicho que un santo es alguien que hace a otros más
fácil creer en Dios, y alguien en quien Cristo vive otra vez. Debemos dar
gracias por los que nos mostraron a Cristo, cuyas palabras y ejemplo nos
trajeron a Él; y debemos esforzarnos para ser la influencia que traiga a otros
a Él.
En esta cuestión de la conversión, se combinan la iniciativa de Dios,
la respuesta de la persona, y la influencia de los cristianos.
¡Maranata!¡Ven pronto
mi Señor Jesús!
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