} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: 9 Julio: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.

lunes, 9 de julio de 2018

9 Julio: Meditando la Palabra de Dios en la Biblia.



 Colosenses 3; 20
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto es agradable en el Señor.

Jesús ha dejado un buen ejemplo para los niños, estando sujeto a José y María (Luc_2:51).
La frase, esto agrada al Señor, equivale a la que dice, en el Señor (Efe_6:1), y significa "de acuerdo con la voluntad del Señor". Los hijos deben estar en sujeción a sus padres en todas las cosas, a menos que haya conflicto entre la voluntad de ellos y la voluntad de Dios. Agrada al Señor  "porque esto es justo" (Efe_6:1). Agrada al Señor porque es correcto; es razonable y normal. Los hijos necesitan de dirección. No conviene que se dejen para que se dirijan solos. No tienen la capacidad para ello; les faltan el entendimiento y la experiencia. La lección más básica que deben aprender todos los niños es la obediencia, la sujeción a sus padres.    
Jesucristo honraba a sus padres. Estaba sujeto a ellos. Aun en su muerte Jesús no pensaba en su propio sufrimiento, sino en el bienestar de su madre (Jn_19:26-27). Nuestros padres nos trajeron a este mundo, y nos cuidaban cuando no podíamos cuidarnos solos, nos alimentaban, nos educaban y nos criaban. Por todo esto merecen honor. Mar_7:8-13 relata una de las tradiciones más diabólicas inventadas por los fariseos y escribas, una tradición por la cual ellos invalidaban la ley de Dios de honrar a los padres. Este mandamiento incluyó el cuidado de los padres en su vejez. La ley de Cristo requiere la misma cosa (1Ti_5:4-8). Nuestra deuda es grande; no terminamos de "recompensarles", ni aun en todos los días de su vida.
         El honrar a los padres  "es el primer mandamiento con promesa" (Efe_6:2), y esa promesa es: "para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra" (Efe_6:3; Deu_6:24; 1Pe_3:10-12). La obediencia a Dios, desde la juventud, es para nuestro propio bien, y para nuestra propia felicidad. Muchos jóvenes se destruyen solos viviendo en plena rebeldía. Buscan satisfacción en las drogas, en el alcohol, y en el desenfreno total, pero no les va bien. Es alarmante el número creciente de suicidios entre los jóvenes.
En el mundo antiguo los hijos estaban totalmente bajo el dominio de los padres. El ejemplo supremo era la patria potestas romana, la ley del poder del padre. Bajo ella, un padre podía hacer lo que quisiera con su hijo. Podía venderle como esclavo; hacerle trabajar como un obrero en su granja; tenía poder hasta para condenarle a muerte y ejecutar la sentencia. Todos los derechos y privilegios pertenecían al padre y todas las obligaciones al hijo.
Esto se daba aún más en el caso de los esclavos. El esclavo no era más que una cosa a ojos de la ley. No había tal cosa como un código de condiciones de trabajo. Cuando un esclavo ya no rendía en el trabajo se le abandonaba y dejaba morir. No tenía derecho a tener esposa, y si cohabitaba y tenía un hijo, este pertenecía al amo lo mismo que los corderos del rebaño. Una vez más, todos los derechos pertenecían al amo y los deberes al esclavo.
La ética cristiana impone obligaciones mutuas en las que cada parte tiene derechos y obligaciones. Es una ética de responsabilidad mutua; y por tanto, se convierte en una ética en la que la idea de privilegios y derechos se deja atrás, y la idea de deberes y obligaciones es suprema. Toda la dirección de la ética cristiana no es preguntar: ¿Qué me deben a mí los demás?, sino: ¿Qué les debo yo?
Lo realmente nuevo en la ética cristiana de relaciones personales es que todas las relaciones son en el Señor. La totalidad de la vida cristiana se vive en Cristo. En cualquier hogar el tono de las relaciones personales debe ser dictado por la conciencia de que Jesucristo es el invitado invisible pero siempre presente. En cualquier relación padre-hijo la idea dominante debe ser el carácter paternal de Dios; y debemos procurar tratar a nuestros hijos como Dios trata a sus hijos e hijas. Lo que debe zanjar cualquier problema en la relación amo-siervo es que ambos son siervos de un Amo, Jesucristo. Lo nuevo es las relaciones personales en el Cristianismo es que Jesucristo es el Mediador en todas ellas.


Efesios 6; 1
Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.

Si la fe cristiana hizo mucho por las mujeres, aún hizo más por los niños. La civilización romana contemporánea de Pablo incluía algunos aspectos que les hacían la vida muy peligrosa a los niños.
 Existía la patria potestas romana, el poder del padre. Bajo la patria potestas, un padre romano tenía un poder absoluto sobre su familia. Podía venderlos como esclavos, hacerlos trabajar en sus tierras hasta con cadenas, podía castigarlos como quisiera, e incluso condenarlos a muerte. Además, el poder del padre romano se extendía durante toda la vida mientras el padre viviera. Un hijo romano no alcanzaba nunca la mayoría de edad. Aunque fuera un hombre adulto, aunque fuera un magistrado de la ciudad, aunque el estado le hubiera coronado de bien merecidos favores, permanecía bajo el poder absoluto de su padre.   Es verdad que el poder del padre rara vez se ejercía hasta estos límites, porque la opinión pública no lo habría permitido; pero sigue siendo verdad que en tiempos de Pablo un hijo era propiedad absoluta de su padre y estaba sometido totalmente a su poder.
  Existía la costumbre de abandonar a los bebés. Cuando nacía un niño, se le colocaba a los pies de su padre y, si el padre se inclinaba y le recogía, eso quería decir que le reconocía y quería quedárselo. Si se daba la vuelta y se marchaba, quería decir que se negaba a reconocerle, y el niño se podía tirar, literalmente.

Pablo les impone a los hijos que obedezcan y respeten a sus padres. Dice que este es el primer mandamiento. Probablemente quiere decir que era el primer mandamiento que un hijo cristiano aprendía de memoria. Para Pablo, respetar no es solamente de labios para fuera. La verdadera manera de honrar a los padres es obedecerlos, honrarlos y no darles disgustos.
Pablo ve que existe la otra cara de la moneda. Les dice a los padres que no hagan rabiar a sus hijos. Considerando por qué este mandamiento se dirige tan expresamente a los padres, dice que las madres tienen una especie de paciencia divina, pero que " los padres son más propensos a dejarse llevar por la ira.»
La obediencia filial contribuye a un ambiente en el hogar que promueve al bienestar de la familia y prolonga la vida. Además, honra a Dios y respeta lo que él ha establecido. A la inversa, la desobediencia de los hijos destruye la unidad familiar y afecta en cadena la unidad eclesiástica.

¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!

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