II. El Señor Jesús es realmente un ser
humano
Aprendamos, en segundo lugar, que el Señor Jesús es real y
verdaderamente un hombre, un ser humano.
Este breve relato en Marcos 4; 37-40
contiene palabras que, como en muchos otros pasajes de este Evangelio, presentan esta verdad de una manera
impresionante. Nos dice que cuando el viento comenzaba a echar las olas en la
barca, Jesús estaba en la popa “durmiendo sobre un cabezal”. Estaba cansado, y
cuando leemos el cuarto capítulo de Marcos,
entendemos el porqué de su fatiga. ¡De
seguro que si el sueño de un obrero es dulce, mucho más dulce debe haber sido
el sueño de nuestro bendito Señor!
Fijemos en nuestra mente la gran verdad de que Jesucristo
era realmente hombre.
Era igual al Padre en todas las cosas y Dios eterno. Pero también
era de carne y hueso, y fue hecho como nosotros en todas las cosas, con la excepción de que no pecó. Como nosotros,
nació de mujer. Como nosotros, creció y aumentó en estatura. Como nosotros, a
menudo tenía hambre y sed, y se sentía débil y cansado. Como nosotros, comía y
bebía, descansaba y dormía. Como nosotros, se ponía triste, lloraba y expresaba
todos los demás sentimientos. Todo esto se antoja increíble, pero así es.
¡Aquel que hizo los cielos, andaba como un pobre y cansado ser humano! El que
gobernaba sobre principados y potestades en lugares celestiales tomó sobre sí
un cuerpo frágil como el nuestro. Aquel que podía haber morado eternamente en
la gloria que compartía con el Padre, bajó a la tierra y vivió como hombre
entre hombres pecadores. No hay duda de que este hecho en sí es un maravilloso
milagro de condescendencia, gracia, compasión y amor.
Encuentro gran consuelo al pensar que Jesús es perfectamente
humano tal como es perfectamente Dios. Aquel en quien las Escrituras me
aconsejan confiar, no es simplemente un Sumo Sacerdote, sino un Sumo Sacerdote
revestido de emociones. No sólo es un Salvador poderoso, también es un Salvador
comprensivo. No sólo es el único Hijo de Dios, poderoso para salvar, sino el Hijo
del hombre, capaz de sentir. ¿Quién no sabe que la comprensión es uno de los
sentimientos más dulces para nosotros en este mundo pecaminoso? Encontrar a una
persona que se identifica con
nuestros problemas y nos acompaña en nuestras ansiedades,
alguien que puede llorar cuando lloramos y regocijarse cuando nos regocijamos
es una de las experiencias más radiantes en nuestro tenebroso peregrinaje aquí
en la tierra.
La comprensión es mejor que el dinero, pero mucho más
escasa. Muchos pueden dar, pero no saben lo que es sentir. La comprensión tiene
el gran poder de atraernos y abrir nuestros corazones. Un consejo frío, a
menudo nos hace callar, amilanarnos y retraernos en los días de angustia. Pero
una comprensión auténtica en un día así, apela a nuestros mejores sentimientos,
si es que los tenemos, y nos influencian de una manera como ninguna otra cosa
puede hacerlo. Deme al amigo que, aunque pobre de oro y plata, siempre tiene un
corazón comprensivo.
Nuestro Dios sabe muy bien todo esto. Conoce los secretos
más íntimos del corazón del hombre. Él conoce las formas en que ese corazón se
aborda con mayor facilidad y las emociones que conmueven ese corazón más
fácilmente. Determinó sabiamente que el Salvador de los Evangelios sintiera
emociones, al igual que poder. Nos ha dado a Aquel que, no sólo tiene una mano
fuerte para arrancarnos como brasas del fuego, sino también un corazón
comprensivo en el cual los trabajados y cargados pueden encontrar descanso.
Veo una enorme prueba de amor y sabiduría en la unión de las
dos naturalezas en la persona de Cristo. Fue el amor maravilloso de nuestro
Salvador lo que lo hizo condescender y pasar por la debilidad y la humillación
por nuestro bien; por nosotros que somos tan rebeldes e inicuos. Fue su
sabiduría maravillosa la que le hizo adaptarse para ser el mejor Amigo entre
amigos. No sólo era capaz de salvar al hombre, sino que podía encontrarse con
él en su propia condición.
Presénteme a alguien que pueda realizar todas las cosas
necesarias para redimir mi alma. Jesús puede hacerlo porque es el Hijo eterno
de Dios. Quiero contar con alguien que pueda comprender mis debilidades y que trate con ternura a mi alma mientras
estoy atado a un cuerpo de muerte. Jesús también puede hacer esto porque es el
Hijo del hombre y fue de carne y hueso como nosotros. Si mi Salvador hubiera
sido únicamente Dios, es posible que hubiera confiado
en él, pero nunca me hubiera acercado a él sin temor. Si mi Salvador hubiera sido
Hombre únicamente, lo hubiera amado, pero nunca hubiera estado seguro de
que podía perdonar mis pecados. Pero, bendito sea Dios, mi Salvador es Dios, al
igual que Hombre, y Hombre, al igual que Dios. Es Dios con poder para liberarme;
también es Hombre y, por lo tanto, capaz de sentir lo que yo siento. La omnipotencia
y la comprensión más profunda se unen en una persona gloriosa: Jesucristo, mi
Señor. Es indudable que el creyente en Cristo tiene una fuerte consolación.
Puede confiar seguro y no tener miedo.
Si algún lector sabe lo que es ir al trono de gracia en busca
de misericordia y perdón, nunca olvide que el Mediador por quien llega a Dios
es el Hombre Cristo Jesús.
Los asuntos que conciernen a su alma están en las manos del
Sumo Sacerdote quien puede conmoverse ante sus debilidades. Usted no tiene que
tratar con un ser tan sublime y glorioso cuya naturaleza hace imposible que su
mente lo pueda comprender. Tiene que vérsela con Jesús, quien tenía un cuerpo
como el suyo, y fue un Hombre sobre la tierra
como lo es usted. Él conoce muy bien el mundo en el que
usted está luchando porque vivió en él durante treinta y tres años. Conoce muy
bien la “contradicción de pecadores” que con tanta frecuencia lo desanima, él
mismo tuvo que soportarlo (He. 12:3). Conoce bien los engaños y las artimañas
de su enemigo espiritual, el diablo, porque luchó con él en el desierto. Es
indudable que con semejante abogado usted puede armarse de valor.
Si sabe lo que es apelar al Señor Jesús para que le dé
consuelo espiritual en las pruebas terrenales, recuerde bien los días cuando él
estuvo en la carne, o sea, su naturaleza humana.
Usted está apelando al que conoce sus sentimientos por
experiencia y ha bebido profundamente de la copa amarga, porque fue “varón de
dolores, experimentado en quebranto” (Is. 53:3). Jesús conoce el corazón del hombre,
sus dolores físicos y sus dificultades porque él mismo fue hombre de carne y
hueso sobre la tierra. Se sentó cansado junto al pozo en Sicar. Lloró sobre el
sepulcro de su amigo Lázaro en Betania. Sudó gotas de sangre en Getsemaní.
Gimió de angustia en el Calvario.
Conoce la naturaleza humana
No desconoce nuestras emociones. Conoce por experiencia todo
lo que se relaciona con la naturaleza humana, exceptuando solamente el pecado.
(a) ¿Es usted pobre y necesitado? Jesús también lo era. Las
zorras tienen sus cuevas y las aves sus nidos, pero el Hijo del hombre no tuvo
un lugar dónde reclinar su cabeza.
Procedía de una ciudad despreciable. Los hombres decían:
“¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn. 1:46). Era visto como el hijo de
un carpintero. Predicaba desde una barca prestada, hizo su entrada a Jerusalén
montado en una asna prestada y fue sepultado en una tumba prestada.
(b) ¿Está usted solo en el mundo y es abandonado por
aquellos que se supone debieran amarlo? A Jesús le pasaba lo mismo. “A lo suyo
vino, y los suyos no le recibieron” (Jn. 1:11). Vino con el fin de ser un
Mesías para las ovejas perdidas de la casa de Israel, pero lo rechazaron. Los
príncipes de este mundo no lo aceptaban. Los pocos que lo seguían eran
publicanos y pescadores. Y aun estos últimos, lo abandonaron al final y fueron
esparcidos cada uno a su propio lugar.
(c) ¿Es usted incomprendido, sus palabras son tergiversadas,
lo calumnian y persiguen? A Jesús le pasaba lo mismo. Lo llamaron glotón y
bebedor de vino, amigo de publicanos, samaritano, loco y hasta se atrevieron a
llamarlo demonio. Lo calumniaban.
Le hacían acusaciones falsas. Le dictaron una sentencia injusta
y; aunque era inocente, fue condenado como malhechor y como tal murió en la
cruz.
(d) ¿Lo tienta a usted Satanás y pone horribles sugerencias
en su mente? Jesús fue tentado de la misma manera. Satanás lo incitó a que
desconfiara de la providencia paternal de Dios. “Di que estas piedras se
conviertan en pan”. Le propuso que tentara a Dios exponiéndose a un peligro innecesario.
“Échate abajo” desde el pináculo del templo.
Le sugirió que podía hacer suyos los reinos del mundo por el
pequeño acto de someterse a él. “Todo esto te daré, si postrado me adorares”
(Mt. 4:1-10).
¿Quién puede describir la medida real de sus sufrimientos
mentales en Getsemaní? ¿Quién puede medir la profundidad del dolor de su alma
cuando exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46)?
Es imposible concebir un Salvador más adecuado a las
necesidades del corazón del hombre que nuestro Señor Jesucristo; adecuado, no
sólo por su poder, sino también por su compasión; adecuado, no sólo por su
divinidad, sino también por su humanidad.
Esfuércese, le ruego que grabe bien en su mente que Cristo,
el refugio de las almas, es Hombre y Dios. Hónrelo como Rey de reyes y Señor de
señores; pero mientras lo hace, no olvide nunca que tuvo un cuerpo y fue un
Hombre. Aférrese a esta verdad y nunca la suelte.
El unitario descontento se equivoca por mucho cuando dice que
Cristo era Hombre únicamente y no Dios. Pero no permita que ese error le haga
olvidar que mientras Cristo era plenamente Dios, era también completamente
Hombre.
No haga caso al argumento infundado del católico romano que
afirma que la virgen María y los santos son más comprensivos que Cristo.
Contéstele que ese argumento surge de ignorar las Escrituras y la verdadera
naturaleza de Cristo. Contéstele que no ha aprendido lo suficiente de Cristo
como para considerarlo más que un Juez austero y un Ser al cual temer.
Contéstele que los cuatro Evangelios
le han enseñado a considerarlo como el
Amigo más cariñoso y comprensivo, al igual que el Salvador más poderoso y fuerte.
Contéstele que usted no quiere ningún consuelo de los santos ni de los ángeles,
ni de la virgen María ni de Gabriel, porque usted puede reposar su alma cansada
en el Hombre Cristo
Jesús.
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