} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: EL SEÑOR JESUCRISTO (2)

jueves, 19 de julio de 2018

EL SEÑOR JESUCRISTO (2)




II. El Señor Jesús es realmente un ser humano

   Aprendamos, en segundo lugar, que el Señor Jesús es real y verdaderamente un hombre, un ser humano.
Este breve relato en Marcos 4; 37-40 contiene palabras que, como en muchos otros pasajes de este Evangelio, presentan esta verdad de una manera impresionante. Nos dice que cuando el viento comenzaba a echar las olas en la barca, Jesús estaba en la popa “durmiendo sobre un cabezal”. Estaba cansado, y cuando leemos el cuarto capítulo de Marcos, entendemos el porqué de su fatiga. ¡De seguro que si el sueño de un obrero es dulce, mucho más dulce debe haber sido el sueño de nuestro bendito Señor!
Fijemos en nuestra mente la gran verdad de que Jesucristo era realmente hombre.
Era igual al Padre en todas las cosas y Dios eterno. Pero también era de carne y hueso, y fue hecho como nosotros en todas las cosas, con la excepción de que no pecó. Como nosotros, nació de mujer. Como nosotros, creció y aumentó en estatura. Como nosotros, a menudo tenía hambre y sed, y se sentía débil y cansado. Como nosotros, comía y bebía, descansaba y dormía. Como nosotros, se ponía triste, lloraba y expresaba todos los demás sentimientos. Todo esto se antoja increíble, pero así es. ¡Aquel que hizo los cielos, andaba como un pobre y cansado ser humano! El que gobernaba sobre principados y potestades en lugares celestiales tomó sobre sí un cuerpo frágil como el nuestro. Aquel que podía haber morado eternamente en la gloria que compartía con el Padre, bajó a la tierra y vivió como hombre entre hombres pecadores. No hay duda de que este hecho en sí es un maravilloso milagro de condescendencia, gracia, compasión y amor.
Encuentro gran consuelo al pensar que Jesús es perfectamente humano tal como es perfectamente Dios. Aquel en quien las Escrituras me aconsejan confiar, no es simplemente un Sumo Sacerdote, sino un Sumo Sacerdote revestido de emociones. No sólo es un Salvador poderoso, también es un Salvador comprensivo. No sólo es el único Hijo de Dios, poderoso para salvar, sino el Hijo del hombre, capaz de sentir. ¿Quién no sabe que la comprensión es uno de los sentimientos más dulces para nosotros en este mundo pecaminoso? Encontrar a una persona que se identifica con
nuestros problemas y nos acompaña en nuestras ansiedades, alguien que puede llorar cuando lloramos y regocijarse cuando nos regocijamos es una de las experiencias más radiantes en nuestro tenebroso peregrinaje aquí en la tierra.
La comprensión es mejor que el dinero, pero mucho más escasa. Muchos pueden dar, pero no saben lo que es sentir. La comprensión tiene el gran poder de atraernos y abrir nuestros corazones. Un consejo frío, a menudo nos hace callar, amilanarnos y retraernos en los días de angustia. Pero una comprensión auténtica en un día así, apela a nuestros mejores sentimientos, si es que los tenemos, y nos influencian de una manera como ninguna otra cosa puede hacerlo. Deme al amigo que, aunque pobre de oro y plata, siempre tiene un corazón comprensivo.
Nuestro Dios sabe muy bien todo esto. Conoce los secretos más íntimos del corazón del hombre. Él conoce las formas en que ese corazón se aborda con mayor facilidad y las emociones que conmueven ese corazón más fácilmente. Determinó sabiamente que el Salvador de los Evangelios sintiera emociones, al igual que poder. Nos ha dado a Aquel que, no sólo tiene una mano fuerte para arrancarnos como brasas del fuego, sino también un corazón comprensivo en el cual los trabajados y cargados pueden encontrar descanso.
Veo una enorme prueba de amor y sabiduría en la unión de las dos naturalezas en la persona de Cristo. Fue el amor maravilloso de nuestro Salvador lo que lo hizo condescender y pasar por la debilidad y la humillación por nuestro bien; por nosotros que somos tan rebeldes e inicuos. Fue su sabiduría maravillosa la que le hizo adaptarse para ser el mejor Amigo entre amigos. No sólo era capaz de salvar al hombre, sino que podía encontrarse con él en su propia condición.

   Presénteme a alguien que pueda realizar todas las cosas necesarias para redimir mi alma. Jesús puede hacerlo porque es el Hijo eterno de Dios. Quiero contar con alguien que pueda comprender mis debilidades  y que trate con ternura a mi alma mientras estoy atado a un cuerpo de muerte. Jesús también puede hacer esto porque es el Hijo del hombre y fue de carne y hueso como nosotros. Si mi Salvador hubiera sido únicamente Dios, es posible que hubiera confiado en él, pero nunca me hubiera acercado a él sin temor. Si mi Salvador hubiera sido Hombre únicamente, lo hubiera amado, pero nunca hubiera estado seguro de que podía perdonar mis pecados. Pero, bendito sea Dios, mi Salvador es Dios, al igual que Hombre, y Hombre, al igual que Dios. Es Dios con poder para liberarme; también es Hombre y, por lo tanto, capaz de sentir lo que yo siento. La omnipotencia y la comprensión más profunda se unen en una persona gloriosa: Jesucristo, mi Señor. Es indudable que el creyente en Cristo tiene una fuerte consolación. Puede confiar seguro y no tener miedo.
Si algún lector sabe lo que es ir al trono de gracia en busca de misericordia y perdón, nunca olvide que el Mediador por quien llega a Dios es el Hombre Cristo Jesús.
Los asuntos que conciernen a su alma están en las manos del Sumo Sacerdote quien puede conmoverse ante sus debilidades. Usted no tiene que tratar con un ser tan sublime y glorioso cuya naturaleza hace imposible que su mente lo pueda comprender. Tiene que vérsela con Jesús, quien tenía un cuerpo como el suyo, y fue un Hombre sobre la tierra
como lo es usted. Él conoce muy bien el mundo en el que usted está luchando porque vivió en él durante treinta y tres años. Conoce muy bien la “contradicción de pecadores” que con tanta frecuencia lo desanima, él mismo tuvo que soportarlo (He. 12:3). Conoce bien los engaños y las artimañas de su enemigo espiritual, el diablo, porque luchó con él en el desierto. Es indudable que con semejante abogado usted puede armarse de valor.
Si sabe lo que es apelar al Señor Jesús para que le dé consuelo espiritual en las pruebas terrenales, recuerde bien los días cuando él estuvo en la carne, o sea, su naturaleza humana.
Usted está apelando al que conoce sus sentimientos por experiencia y ha bebido profundamente de la copa amarga, porque fue “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is. 53:3). Jesús conoce el corazón del hombre, sus dolores físicos y sus dificultades porque él mismo fue hombre de carne y hueso sobre la tierra. Se sentó cansado junto al pozo en Sicar. Lloró sobre el sepulcro de su amigo Lázaro en Betania. Sudó gotas de sangre en Getsemaní. Gimió de angustia en el Calvario.

Conoce la naturaleza humana

No desconoce nuestras emociones. Conoce por experiencia todo lo que se relaciona con la naturaleza humana, exceptuando solamente el pecado.

(a) ¿Es usted pobre y necesitado? Jesús también lo era. Las zorras tienen sus cuevas y las aves sus nidos, pero el Hijo del hombre no tuvo un lugar dónde reclinar su cabeza.
Procedía de una ciudad despreciable. Los hombres decían: “¿De Nazaret puede salir algo de bueno?” (Jn. 1:46). Era visto como el hijo de un carpintero. Predicaba desde una barca prestada, hizo su entrada a Jerusalén montado en una asna prestada y fue sepultado en una tumba prestada.

(b) ¿Está usted solo en el mundo y es abandonado por aquellos que se supone debieran amarlo? A Jesús le pasaba lo mismo. “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Jn. 1:11). Vino con el fin de ser un Mesías para las ovejas perdidas de la casa de Israel, pero lo rechazaron. Los príncipes de este mundo no lo aceptaban. Los pocos que lo seguían eran publicanos y pescadores. Y aun estos últimos, lo abandonaron al final y fueron esparcidos cada uno a su propio lugar.

(c) ¿Es usted incomprendido, sus palabras son tergiversadas, lo calumnian y persiguen? A Jesús le pasaba lo mismo. Lo llamaron glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos, samaritano, loco y hasta se atrevieron a llamarlo demonio. Lo calumniaban.
Le hacían acusaciones falsas. Le dictaron una sentencia injusta y; aunque era inocente, fue condenado como malhechor y como tal murió en la cruz.

(d) ¿Lo tienta a usted Satanás y pone horribles sugerencias en su mente? Jesús fue tentado de la misma manera. Satanás lo incitó a que desconfiara de la providencia paternal de Dios. “Di que estas piedras se conviertan en pan”. Le propuso que tentara a Dios exponiéndose a un peligro innecesario. “Échate abajo” desde el pináculo del templo.
Le sugirió que podía hacer suyos los reinos del mundo por el pequeño acto de someterse a él. “Todo esto te daré, si postrado me adorares” (Mt. 4:1-10).

(e) ¿Siente alguna vez gran agonía y algún conflicto en su mente? ¿Se siente en tinieblas como si Dios lo hubiera abandonado? Jesús se sintió de la misma manera.
¿Quién puede describir la medida real de sus sufrimientos mentales en Getsemaní? ¿Quién puede medir la profundidad del dolor de su alma cuando exclamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46)?
Es imposible concebir un Salvador más adecuado a las necesidades del corazón del hombre que nuestro Señor Jesucristo; adecuado, no sólo por su poder, sino también por su compasión; adecuado, no sólo por su divinidad, sino también por su humanidad.
Esfuércese, le ruego que grabe bien en su mente que Cristo, el refugio de las almas, es Hombre y Dios. Hónrelo como Rey de reyes y Señor de señores; pero mientras lo hace, no olvide nunca que tuvo un cuerpo y fue un Hombre. Aférrese a esta verdad y nunca la suelte.
El unitario descontento se equivoca por mucho cuando dice que Cristo era Hombre únicamente y no Dios. Pero no permita que ese error le haga olvidar que mientras Cristo era plenamente Dios, era también completamente Hombre.
No haga caso al argumento infundado del católico romano que afirma que la virgen María y los santos son más comprensivos que Cristo. Contéstele que ese argumento surge de ignorar las Escrituras y la verdadera naturaleza de Cristo. Contéstele que no ha aprendido lo suficiente de Cristo como para considerarlo más que un Juez austero y un Ser al cual temer. Contéstele que los cuatro Evangelios le han enseñado a considerarlo como el Amigo más cariñoso y comprensivo, al igual que el Salvador más poderoso y fuerte. Contéstele que usted no quiere ningún consuelo de los santos ni de los ángeles, ni de la virgen María ni de Gabriel, porque usted puede reposar su alma cansada en el Hombre Cristo Jesús.

 CONTINUARÁ...



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