Lucas 11; 9
Y yo (Jesús) os digo:
Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
En este texto Jesús nos enseña cómo orar. Ahora insiste en que
aprovechemos este gran privilegio. Jesús no dice "rezar", sino
"pedid". Hay mucha diferencia entre el rezar y el orar. No hay virtud
alguna en recitar o leer oraciones. Lo que agrada a Dios es el pedir, buscar y
llamar. La ley de Cristo contiene enseñanzas bien difíciles para nosotros a
menos que nuestro corazón esté completamente sumiso a la voluntad de Dios. Es
necesario que haya cambio de corazón y de vida. ¿Cómo es posible hacer estos
cambios? “Pedid... buscad...
llamad". Debemos llevar todo problema a Dios en oración. Si estamos
resueltos a hacer la voluntad de Dios, si estamos resueltos a cooperar con la
oración (poner nuestra parte), y si comprendemos que urgentemente necesitamos
de la ayuda de Dios, Él nos oirá.
Hay pocas promesas en la Biblia tan
amplias é ilimitadas como la que contiene este admirable pasaje. La última especialmente merece notarse. La iluminación
del Espíritu Santo es sin duda el mayor don que Dios puede conceder al hombre. Si tenemos ese don, lo tenemos todo:
vida, luz, esperanza y gloria. Si poseemos don, poseemos también el amor ilimitado de Dios Padre, la fe expiatoria de
Dios Hijo, y plena comunión con todas las personas de la santísima Trinidad. Si poseemos este don, tenemos
también gracia y paz en la vida presente, y gloria y honra en el mundo
venidero.
Y, sin embargo, ¡Jesús lo ofrece como un
galardón que puede obtenerse por medio de la oración! Vuestro Padre
celestial dará el Espíritu Santo a los
que lo pidieren a él...
Pocos pasajes hay en la Biblia que tan
completamente como este dejen sin excusa al impenitente. Este dice que es débil
y se halla desamparado; pero ¿pide que
le den fuerza? Dice que es "malo y depravado;" pero ¿ruega que Dios
lo haga bueno? Dice "que por sí
mismo no puede hacer nada"; pero ¿toca a la puerta de la misericordia y
suplica se le dé la gracia del Espíritu
Santo? Preguntas son estas a las cuales es de temerse que muchos no pueden
contestar afirmativamente; pues son lo
que son, porque no quieren arrepentirse y convertirse. Nada obtienen, porque
nada piden. No vienen a Cristo para
conseguir la vida eterna; y, por lo tanto, permanecen "muertos en
sus culpas y pecados...
Preguntémonos si sabemos qué es orar de
veras. ¿Oramos algunas veces? ¿Oramos en nombre de Jesús y como pecadores menesterosos? ¿Sabemos qué es "
pedir," y "buscar," y " tocar a la puerta" y luchar
por medio de la oración como hombres que
saben que en ello les va la vida y que han menester una respuesta? ¿O es que
nos contentamos con repetir ciertas fórmulas
y palabras, en tanto que nuestra mente divaga y nuestro corazón se encuentra frio?
¿Hemos aprendido, a la verdad, algo muy
importante cuando sabemos que repetir oraciones o "rezar" no es orar?
Si oramos, propongámonos firmemente no abandonar esa práctica, no acortar jamás
nuestras oraciones. La oración es el
instrumento que muestra el estado en que se encuentra el hombre para con
Dios. Tan luego como empecemos a descuidar
nuestras oraciones privadas podemos estar seguros de que adolecemos de
algún mal moral. Cuando tal cosa sucede
podemos saber que hay escollos a proa, que estamos en peligro inminente
de un naufragio.
¡Maranata!¡Ven pronto
mi Señor Jesús!
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