Entendimiento de la Conversión
Hemos visto qué Caín mató a Abel porque las
obras de Abel eran justas y sus propias obras eran malas. Como John Piper dice:
“Lo mató porque la diferencia entre la bondad de Abel y su
maldad lo enojó. Lo hizo sentir culpable. Abel no tenía que decir nada; su
bondad era un recordatorio constante para Caín de que él era malo. Y en lugar
de lidiar con su propia maldad mediante el arrepentimiento y el cambio, se
deshizo de Abel.”
Si no le gusta lo que ve en el espejo, rompa el espejo.
Esto nos enseña que el pecado odia ser expuesto por la justicia
de otra persona.
El ejemplo negativo de
Caín nos enseña que deberíamos amar a los demás celebrando su madurez y
crecimiento espiritual. Deberíamos dar gracias a Dios por el crecimiento que
vemos en los demás.
De igual manera deberíamos celebrar y regocijarnos cuando otros
caminan fielmente con el Señor.
En lugar de resentirnos con la santidad de los demás porque
expone nuestros pecados, deberíamos arrepentirnos de esos pecados y agradecer a
Dios por la obra de convicción de su Espíritu Santo.
Juan dice que deberíamos entregar nuestras vidas por nuestros
hermanos porque Jesús puso su vida por nosotros.
Juan menciona que hemos
de amarnos unos a otros de hecho y en verdad, no solamente de palabra. La
prueba de nuestro amor es si estamos dispuestos a proveer para las necesidades
materiales de otros cristianos.
Como ya vimos en Hechos 2, los oyentes de Pedro experimentaron convicción de pecado al
oír su discurso. Mientras Pedro proclamó la verdad acerca de Cristo, y ellos se
convencieron de su culpa delante de Dios y de su necesidad de salvación.
Respondieron preguntando a los apóstoles: «Varones hermanos, ¿qué haremos?».
Pedro le dijo a sus
oyentes que se arrepintieran, se bautizaran y que fueran salvos de esta
perversa generación. En estas tres cosas está implícito que ellos debían creer
en Jesucristo.
Pedro dice: «Porque para
vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están
lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare» (Hch. 2:39). Esto significa que la
conversión es posible para todos, que no está limitada a un solo grupo de
personas. Además nos enseña que la conversión es una obra de Dios, que se lleva acabo cuando Dios llama a las
personas a sí mismo —con poder y eficacia— por medio del evangelio.
«Se añadieron aquel día como tres mil personas» (Hch. 2:41) significa que en ese
día, tres mil personas se arrepintieron de sus pecados, pusieron su confianza
en Cristo, fueron bautizadas y se unieron a la iglesia. ¿A qué se añadieron
estas personas?
Fueron añadidas a la iglesia en Jerusalén, al cuerpo de personas
que creyó que Jesús era el Mesías y que resucitó de los muertos. Tal y como
veremos, su unión a la iglesia no era una simple formalidad.
Hubo un impacto radical en cada aspecto de sus vidas.
Como un cuerpo unificado, estos nuevos creyentes perseveraban:
«En la doctrina de los apóstoles» Buscaban diligentemente
aprender todo lo que podían de aquellos que tenían autoridad y que fueron
testigos oculares de la resurrección de Jesús.
«En la comunión unos con otros». La palabra griega koinonia —aquí traducida como
«comunión»— se refiere a la vida en común de los creyentes. Como John Stott
dijo, lo que los creyentes compartían juntos hacia dentro era comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Lo que los creyentes compartían hacia fuera era su tiempo, su hospitalidad y sus posesiones,
viviendo en una estrecha comunión unos con otros»
«En el partimiento del pan». Esto probablemente se refiere a la
práctica de la iglesia primitiva de comer juntos regularmente. Sus comidas se
caracterizaban por su alegría, su adoración a Dios y su sencillez de corazón.
«En las oraciones». Esto probablemente se refiere a su
participación en las horas establecidas de oración en el templo. Pero dado que
también sabemos que alababan a Dios juntos cuando comían, parece ser que la
oración era algo común en todas sus actividades colectivas.
Estos nuevos creyentes
compartían todas sus posesiones con los demás, y hasta vendían sus posesiones
para dar a los necesitados. Esto nos muestra que su amor por Dios se
manifestaba en amor por sus hermanos cristianos. Primera de Juan 3:16-18 nos enseña que esta es la
marca de todos los cristianos genuinos.
Las iglesias pueden conceder inconscientemente la membresía a
personas que no han sido convertidas al permitirles unirse sin ni siquiera
hacerles preguntas acerca de su entendimiento del evangelio, acerca de cómo
llegaron a creer en Cristo y sobre cómo sus vidas han cambiado desde entonces.
En otras palabras, las iglesias pueden conceder
inconscientemente la membresía a personas que no han sido convertidas por no
detenerse y ver si las personas manifiestan algún fruto de conversión.
Las iglesias pueden
ayudar a asegurar que aquellos que se unen son realmente convertidos al pedir a
los candidatos a la membresía que expliquen su entendimiento del evangelio,
cómo es que llegaron a ser cristianos, y cómo sus vidas han cambiado desde
entonces, con el fin de que pasen a ser miembros de la iglesia.
Las iglesias pueden
ayudar a asegurar que todos aquellos que han sido convertidos se unan y
arraiguen sus vidas en una iglesia al enseñar y recalcar constantemente la
membresía de la iglesia. También pueden hacer que la membresía sea más
significativa al restringir funciones como dirigir las reuniones públicas de la
iglesia o liderar grupos pequeños, reservando esto para aquellos que se han
comprometido con la iglesia por medio de la membresía.
“Creemos
que el Arrepentimiento y la Fe son trabajos divinos, y que son gracias
inseparables, efectuados en nuestras almas por medio de la regeneración del
Espíritu Santo; por lo cual estando profundamente convencidos de nuestra culpa,
peligro y desesperanza, y del camino de salvación por medio de Cristo, nos
volvemos a Dios con una genuina contrición, confesión y súplica por
misericordia; al mismo tiempo recibiendo de todo corazón al Señor Jesucristo
como nuestro Profeta, Sacerdote y Rey, confiando solamente en Él como el único
y suficiente Salvador.”
Es de notar
lo que esta declaración dice acerca de nuestra conversión, de nuestro volver.
Nos volvemos porque estamos “profundamente convencidos de nuestra culpa,
peligro y desesperanza, y del camino de salvación por medio de Cristo.” ¿Y
cómo es que sucede este volvernos, el cual está compuesto de fe y
arrepentimiento? Esto es “efectuado en nuestras almas por medio de la
regeneración del Espíritu Santo.” La Declaración de Fe cita dos pasajes de las
Escrituras para apoyar esta idea: Hech. 11:18, “Al oír esto se apaciguaron
y alabaron a Dios diciendo: ¡Así que también a los gentiles les ha concedido
Dios el arrepentimiento para vida!” Y Efesios 2:8, “Porque por gracia han sido ustedes salvados mediante la fe, esto
no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios.”
Si
básicamente nuestra conversión se entendiera como algo que hacemos nosotros
mismos en lugar de que es Dios el que hace algo en nosotros, no sería la
interpretación correcta. Ciertamente, la conversión incluye nuestra acción, por
lo que debemos hacer un compromiso sincero, y una decisión completamente consciente.
Aun así, la conversión es mucho más que eso. Las Escrituras son claras al
enseñar que no todos estamos yendo hacia Dios, algunos han encontrado el
camino, mientras que otros todavía lo están buscando. En lugar de esto, Las Escrituras
nos presentan la necesidad de tener nuestros corazones regenerados, nuestras
mentes transformadas y nuestros espíritus vivificados. No podemos realizar
ninguno de estos actos. El cambio que cada humano necesita, sin considerar la
apariencia que podamos mostrar, es radical, tan cerca de nuestra raíz humana,
que solo Dios puede hacerlo. Necesitamos que Dios nos convierta.
Recuerdo la
historia de Spurgeon, que mientras caminaba en Londres un hombre ebrio se le
acercó y apoyándose en un poste de luz, le dijo, “¡Oiga, Sr. Spurgeon, yo soy
uno de sus convertidos!”, a lo que Spurgeon contestó, “¡Tal vez eres uno de
los míos, pero con seguridad no eres uno de los del Señor!”
Uno de los
resultados de malinterpretar la enseñanza de la Biblia en cuanto a la
conversión es que las iglesias evangélicas están llenas de personas que hacen
un sincero compromiso en cierto punto de sus vidas, pero que evidentemente no
han experimentado el cambio radical que la Biblia presenta como conversión.
Según un estudio reciente realizado la causa de este “mal testimonio” entre los
seguidores de Cristo de buena reputación debe de ser, por lo menos en parte,
debido a una predicación no bíblica acerca de lo que significa la conversión.
En
realidad, la conversión no necesita una experiencia fogosa emocional, pero
debe ser evidenciada por sus frutos, si es en realidad lo que la Biblia
considera una conversión real. El entendimiento bíblico de lo que significa la
conversión es una de las marcas de una iglesia saludable.
Los
Sermones pueden fácilmente convertirse en repeticiones trilladas de verdades
que ya son conocidas. El cristianismo puede perder sus distintivos que lo
diferencia con respecto a la cultura secular. El evangelio puede desempeñar un
papel tan limitado a tan solo una auto- ayuda espiritual. La conversión puede
degenerarse de ser un acto de Dios a meramente una solución humana. Por lo que
dichas congregaciones, con una predicación superficial, un pensamiento secular
y un evangelio centrado en el hombre mismo que tan solo anima a confesar
verbalmente una sola vez su creencia en Cristo (usualmente
mal aplicando Romanos 10:9), no pueden ser buenos
heraldos de las tremendas nuevas de salvación en Cristo.
Un
entendimiento bíblico del evangelismo es crucial para todos los miembros de la
iglesia, y particularmente para los líderes que tienen el privilegio y la
responsabilidad de enseñar. Definitivamente el cómo se comparta el evangelio
está íntimamente relacionado con el entendimiento que se tenga del evangelio.
Si su pensamiento en cuanto a Dios, el evangelio, la necesidad humana y la
conversión ha sido basado en la Biblia, entonces naturalmente surge un
entendimiento correcto del evangelismo. Por esto, debemos estar más atentos a
conocer y enseñar el evangelio propio, que tan solo a tratar de enseñar a las
personas métodos y estrategias de compartir las buenas nuevas.
Bíblicamente,
evangelismo es presentar las buenas nuevas abiertamente y confiar en Dios para
convertir a las personas (Hechos 16:14). “La salvación viene del Señor” (Jonás 2:9; Juan 1:12-13).
De cualquier manera que
tratemos de forzar nacimientos espirituales, será tan efectivo como Ezequiel
tratando de juntar los huesos secos, o Nicodemo tratando de nacer de nuevo por
sus propios medios. Y el resultado será similar.
Si se
entiende la conversión meramente como un compromiso sincero que se hizo una
sola vez, entonces tenemos que llevar a cada persona al punto de una confesión
verbal y compromiso de cualquier forma que podamos. Aunque queramos cuidar,
rogar o persuadir, bíblicamente, nuestra primera tarea es ser fieles a la
obligación que tenemos de parte del Señor, de presentar las misma Buenas Nuevas
que él nos ha dado. Entonces Dios dará la conversión como consecuencia de que
presentemos las Buenas Nuevas (Juan 1:13;
Hechos 18:9-10).
Probablemente usted ha escuchado testimonios, quizás en las
últimas semanas o meses, que lo hacen recordar que la conversión es un trabajo
de Dios. “Porque por gracia ustedes han sido
salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de
Dios, no por obras, para que nadie se jacte” (Efesios 2:8-9).
Si la
membresía de la iglesia es notablemente más grande que su asistencia, la
pregunta que debe hacerse es: ¿Tiene esa iglesia un entendimiento bíblico de la
conversión? Aún más allá, nosotros debemos preguntarnos ¿Qué clase de
evangelismo está siendo practicado, de manera que se den estos resultados en un
gran número de personas, quienes no están involucradas en la vida de la
iglesia, y considerarse aún como miembros de ella de forma satisfactoria y
evidente de su propia salvación?
¿Ha objetado
esta situación la iglesia de alguna forma, o pareciera que ha admitido esta
situación por medio de guardar silencio? La disciplina bíblica en la iglesia es
parte de su evangelismo.
Al evangelizar a las personas, dejemos en ellas tres cosas que
deben considerar en cuanto a la decisión por el Evangelio:
• Primero, la decisión tiene un costo
(por lo que se debe de considerar cuidadosamente, Lucas 9:62).
• Segundo, la decisión es urgente (por lo
que debe hacerse pronto, Juan 3:18,36).
• Tercero, la decisión es valiosa (y por
lo tanto debería de hacerse con ánimo, Juan 10:10).
Este es el
balance que nosotros debemos alcanzar en nuestro evangelismo entre nuestros
amigos y familiares. Este es el balance que debemos perseguir para nuestro
evangelismo en toda nuestra iglesia.
Espero
que todo este recordatorio de lo aprendido impregne nuestro corazón y nuestra
mente, para con el auxilio del Espíritu Santo ir siendo transformados conforme
al carácter de Cristo. Porque no estudiamos la Palabra para tener más
conocimiento y vanagloriarnos ante los hombres; sino que el fin de todo este
aprendizaje es para ser transformados poco a poco, en un proceso de
santificación diario, continuo y constante, corriendo hacia la meta, por el
camino angosto por donde transita la nueva criatura en Cristo Jesús Señor
nuestro.
Que
el Señor abra los corazones para poder asimilar lo que hemos aprendido y
acerque a aquellos que aún no le conocen como Señor y Salvador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario