Mateo
18; 3
y Jesús dijo: De cierto os digo,
que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los
cielos
Los discípulos Le preguntaron a Jesús quién era el más grande en el
Reino del Cielo. Jesús percibiendo los pensamientos de sus corazones, llamando Jesús a un niño (lo opuesto
de los dignatarios que los apóstoles querían llegar a ser), y dijo que a menos que ellos se volvieran y
llegaran a ser como ese niño, no entrarían en el Reino de ninguna manera. Porque
hacerse como niños significa humillarse y los que no quieren humillarse y
someterse a la voluntad de Cristo no entrarán en el reino. No solamente no seréis grandes en el reino, ni siquiera entraréis en el reino. No hay “cristianos humildes” como si
hubiera otros cristianos no humildes. Todo cristiano es humilde, pues si alguno
no es humilde, no es cristiano.
La pregunta de los
discípulos era: «¿Quién será -el más grande en el Reino del Cielo?» Y el mismo
hecho de que hicieran esa pregunta mostraba que no tenían ni idea de lo que era
el Reino del Cielo. Jesús dijo: "A menos que os volváis.» Estaba
advirtiéndoles que iban en un sentido totalmente equivocado, alejándose en
lugar de acercarse al Reino del Cielo. En la vida, todo depende de lo que una
persona se proponga; si su meta es el cumplimiento de una ambición personal, la
adquisición de poder personal, el disfrutar de prestigio personal, la
exaltación del yo, se está proponiendo lo contrario del Reino del Cielo; porque
ser ciudadano del Reino quiere decir olvidarse completamente de uno mismo,
borrar el yo, consumir el yo en una vida que se propone el servicio y no el
poder. Mientras uno considere su persona como la cosa más importante del mundo,
está de espaldas al Reino; si quiere alcanzar el Reino debe darse la vuelta y encaminarse
en sentido opuesto.
Un niño tiene muchas cualidades encantadoras: la capacidad de
maravillarse, hasta que llega a dar por sentada la maravilla del mundo; la
capacidad de perdonar y olvidar, hasta cuando los mayores y aun sus padres le
tratan injustamente, como sucede con tanta frecuencia; la inocencia, que, lleva consigo el que un niño no tiene más que
aprender, y no que desaprender; solo que hacer, no que deshacer. Sin duda Jesús
estaba pensando en estas cosas; pero, con ser tan maravillosas, no eran las
principales en Su mente. El niño tiene tres grandes cualidades que le hacen el
símbolo de los ciudadanos del Reino.
(i) Lo primero y principal es la cualidad que es la clave de todo el
pasaje: la humildad del niño. Un niño no quiere pretender; más bien
prefiere pasar inadvertido. No desea ser prominente; prefiere más bien quedar
en la sombra. Solo cuando ya va creciendo y empieza a iniciarse en un mundo competitivo,
con su lucha feroz y competencia por premios y primeros lugares, es cuando deja
atrás su humildad instintiva.
(ii) Tenemos la dependencia del niño. Para el niño, un estado
de dependencia es completamente natural. Nunca cree que puede enfrentarse solo
con la vida. Está contento con ser totalmente dependiente de los que le quieren
y cuidan. Si aceptáramos el hecho de nuestra dependencia de Dios, entrarían en
nuestras vidas una nueva fuerza y una nueva paz.
(iii) Está la confianza del niño. El niño es instintivamente
dependiente, e instintivamente también confía en sus padres para la provisión
de sus necesidades. Cuando éramos niños, no podíamos comprar nuestros alimentos
ni nuestra ropa, ni mantener nuestra casa; sin embargo, nunca dudábamos de que
podríamos vestirnos y alimentarnos, y que encontraríamos protección y calor y
comodidad esperándonos cuando volviéramos a casa. Cuando éramos niños, salíamos
de viaje sin dinero para pagar el billete, sin idea de cómo llegaríamos a
nuestro destino; y sin embargo nunca se nos ocurría dudar de que nuestros
padres nos llevaran y nos trajeran de vuelta a salvo.
La humildad de un niño es el modelo del comportamiento del cristiano
con sus semejantes, y la dependencia y la confianza del niño son el ejemplo de
la actitud del cristiano para con Dios, el Padre de todos.
1 Pedro 2; 2
Desead, como niños recién nacidos,
la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación,
Un bebé tiene gran deseo de alimentarse con la
leche. ¡No hay que forzarle! Así debe ser todo cristiano hacia la alimentación
y la nutrición de la Palabra de Dios. No solamente los hombres, sino las
mujeres también, en la casa como en la congregación, deben siempre procurar
alimentarse con la Palabra de Dios.
Aquí Pedro no
implica que sus lectores eran conversos recientes. El punto es que, como el
infante desea fuertemente la leche, así también nosotros, todos los cristianos,
debemos tener ansias de saber más de la Biblia. Ningún cristiano se puede
quedar como está, así es que Pedro exhorta a los suyos a romper con todo lo
malo, y afirmar el corazón en todo lo que puede alimentar de veras la vida
espiritual.
La leche literal nutre el cuerpo; la Palabra de Dios es "leche
espiritual" porque se dirige a la razón, a la mente, al alma, al espíritu
del hombre. Es leche espiritual. Pedro, al usar la figura de "leche",
no hace contraste con lo que Pablo dice en Heb_5:12-14,
al decir "leche" y "alimento sólido". Pedro nada más
enfatiza el gran deseo que todo cristiano debe sentir hacia lo que le alimenta
espiritualmente.
La Palabra de Dios es
pura, no contaminada ni adulterada. Por eso es saludable. Las doctrinas de los
hombres (herejías), aunque reclaman basarse en las Sagradas Escrituras, las
adulteran, porque añaden a ellas. Pro_30:5-6; Apo_22:18-19
No es necesario instar al niño para que
tome la leche; él llora si no se le da. Tal es el deseo fuerte, dice Pedro, que
el cristiano debe tener con el fin de crecer (normalmente) en la vida
cristiana.
Este alimento de la Palabra no
está adulterado (ádolos). Es decir, no tiene ni la más ligera mezcla de
nada malo. Ádolos es casi un
término técnico para describir el grano totalmente limpio de polvo y paja, o
cualquier cosa que lo pueda dañar. En toda sabiduría humana hay algo de mezcla
de cosas inútiles o dañinas; sólo la Palabra de Dios es totalmente buena.
El cristiano debe
anhelar esta leche de la Palabra; anhelar
es epipothein, que es
una palabra robusta. Es la que se usa para el ciervo que brama de sed por las
corrientes de las aguas (Sal_42:1 ), o para el salmista que desea la Salvación del Señor (Sal_119:174 ).
Para el sincero cristiano, el estudio de la Palabra de Dios no es un
trabajo, sino un deleite, porque sabe que allí encontrará su corazón el
alimento que anhela.
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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