Génesis 1; 27-28
Creó, pues, Dios al hombre a su
imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.
Dios
los bendijo y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos. Llenad la tierra;
sojuzgadla y tened dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos
los animales que se desplazan sobre la tierra."
El hombre fue hecho después de todas las criaturas: esto era tanto un
honor como un favor para él. Dios hizo tanto al hombre como a la mujer a su
imagen. Ninguno de los dos fue hecho más a la imagen de Dios que el otro. Desde
el principio vemos que la Biblia coloca tanto a uno como al otro en el pináculo
de la creación de Dios. Ninguno de los sexos es exaltado ni despreciado.
El hombre fue hecho el mismo día que las
bestias; su cuerpo fue hecho de la misma tierra que el de ellas; y mientras él
está en el cuerpo, habita en la misma tierra con ellas. ¡No permita Dios que
dándole gusto al cuerpo y a sus deseos, nos hagamos como las bestias que
perecen! El hombre fue hecho para ser una criatura diferente de todas las que
habían sido hechas hasta entonces. En él tenían que unirse la carne y el
espíritu, el cielo y la tierra. Dios dijo: “Hagamos al hombre”. El hombre,
cuando fue hecho, fue creado para glorificar al Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En ese gran nombre somos bautizados pues a ese gran nombre debemos nuestro ser.
Es el alma del hombre la que lleva especialmente la imagen de Dios.
El hombre fue hecho recto, Eclesiastés 7. 29.
Su entendimiento veía clara y verdaderamente las cosas divinas; no había yerros
ni equivocaciones en su conocimiento; su voluntad consentía de inmediato a la
voluntad de Dios en todas las cosas. Sus afectos eran normales y no tenía malos
deseos ni pasiones desordenadas. Sus pensamientos eran fácilmente llevados a
temas sublimes y quedaban fijos en ellos. Así de santos, así de felices, eran
nuestros primeros padres cuando tenían la imagen de Dios en ellos. ¡Pero cuán
desfigurada está la imagen de Dios en el hombre a causa del pecado! ¡Quiera el
Señor renovarla en nuestra alma por su gracia!
Al crear al ser humano, el Soberano del universo decidió delegar a la
humanidad el señorío sobre la tierra. El poder y la autoridad humana para el
ejercicio de este señorío se originan en el deseo divino de hacer a los seres
humanos a su propia imagen y semejanza. La habilidad humana para regir la
tierra descansará en su continua obediencia a la autoridad de Dios como Señor
de la creación. Su poder para reinar en la vida dependerá de su fidelidad a la
hora de obedecer la ley divina.
1 Juan 3; 1
Mirad cuán grande amor nos ha dado
el Padre para que seamos llamados hijos de Dios. ¡Y lo somos! Por esto el mundo
no nos conoce, porque no le conoció a él.
Juan empieza demandando que los suyos recuerden sus privilegios. Es un
privilegio el que nos llamen los hijos de Dios. Hay algo importante
hasta en el nombre. Crisóstomo, en un sermón sobre Criar hijos, aconseja
a los padres que den a su hijo algún gran nombre bíblico, y que le enseñen
insistentemente la historia del que llevó originalmente ese nombre, y así le
den un modelo al que ajustar su vida cuando se haga mayor. Así que el cristiano
tiene el privilegio de ser llamado hijo de Dios. De la misma manera que el
pertenecer a una gran escuela, a un gran regimiento, a una gran iglesia, a una
gran familia es una inspiración para vivir dignamente, así también, y aún más,
el llamarse con el nombre de la familia de Dios es algo que debe ayudar a
mantener los pies en el buen camino, y a seguir adelante y hacia arriba.
Pero, como Juan señala, no se trata solamente de que se nos llame los
hijos de Dios; somos los hijos de Dios.
Hay aquí algo que debemos notar. Es don de Dios el que una persona llegue
a ser hija de Dios por naturaleza. Uno es criatura de Dios, pero por
gracia llega a ser hijo de Dios. Hay dos palabras lingüísticamente
relacionadas, pero semánticamente diferentes: paterno y paternal. Paterno describe
una relación en la que un hombre es responsable de la existencia física de un
hijo; y paternal describe una relación íntima amorosa. En el sentido de la paternidad,
todos los seres humanos son hijos de Dios; pero en cuanto a la paternalidad,
solo son hijos de Dios cuando Él inicia en Su gracia la relación con ellos,
y ellos responden.
¡Maranata! ¡Ven pronto mi Señor Jesús!
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