Reflexionando en lo aprendido hasta ahora
En el Evangelio de Juan 3, Nicodemo dice que sabe que Jesús es un maestro
de Dios, porque nadie podría hacer las cosas que Jesús hacía a menos que Dios
estuviese con él.
Como respuesta, Jesús le dice a Nicodemo que
debe nacer de nuevo.
Por una parte, Nicodemo parece entender lo que
Jesús está diciendo, al comprender que Jesús le está llamando a una transformación
total, lo cual se parece a lo que ocurre en un nacimiento físico. No obstante,
también parece pensar que lo que Jesús está diciendo es imposible. Cuando
Nicodemo pregunta: « ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso
entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?», es probable que no
esté preguntando seriamente si un hombre puede entrar de nuevo en el vientre de
su madre. Más bien, Nicodemo está
expresando su incredulidad con respecto al tipo de cambio que Jesús está
exigiendo.
Al final, independientemente de lo que Nicodemo entendiera de lo
que Jesús estaba diciendo, no comprendió lo más importante ya que pensó que ese
tipo de cambio era imposible.
A la luz de Ezequiel
36:24-28, parece que el nacer de agua y de Espíritu simplemente
significa que hemos nacido del Espíritu Santo que Dios da, quien luego pasa a
habitar en nosotros y nos limpia de pecado. Eso es lo que el simbolismo del
«agua» en el pasaje de Ezequiel quiere decir, y parece ser que Jesús estaba
escogiendo deliberadamente los símbolos de este pasaje en su aseveración acerca
de nacer de agua y del Espíritu.
Las personas que son nacidas del Espíritu son
como el viento y sus efectos, ya que el viento parece actuar misteriosamente,
como si tuviera una mente propia, aunque puedas notar su presencia por sus efectos.
De igual manera, el Espíritu Santo da a las personas el nuevo nacimiento según
su soberana voluntad. No puedes ver al Espíritu Santo, pero puedes darte cuenta
de su presencia por sus efectos.
La esencia de la comparación de Jesús es que el nuevo nacimiento
es algo que Dios obra soberanamente en nosotros, no es algo que iniciemos o
alcancemos por nosotros mismos.
Otra vez, por una parte
parece que Nicodemo entiende lo que Jesús está pidiendo, pero por otra parte no
logra comprender lo que Jesús está diciendo.
Vemos esto en su respuesta: «¿Cómo puede hacerse esto?».
Jesús responde a Nicodemo con una reprimenda por su ignorancia;
él debía saber estas cosas por medio del estudio de la Escritura. Además, Jesús
lo reprende por no recibir su testimonio. También, Jesús le advierte de que no
será capaz de recibir las cosas «celestiales».
Jesús dice que debe ser
levantado —es decir, morir en la cruz— con el fin de que todo aquel que crea en
él pueda tener vida eterna.
Un resumen apropiado sería algo así: Jesús
enseña que para entrar en el reino de Dios una persona debe nacer de nuevo. Es
decir, Dios Espíritu Santo debe darle a la persona una vida nueva, limpiarle del
pecado, capacitarle para llegar a la fe en Cristo y recibir la verdad de Dios.
Este cambio ocurre solo por medio de la
gracia, por la soberana acción de Dios en nosotros, y no por medio de nuestras
propias fuerzas.
Hemos nacido de nuevo a través de la Palabra
de Dios que vive y permanece para siempre. Es decir, hemos nacido de nuevo por
medio de oír la Palabra de Dios.
Dios ha hecho que esa palabra obre eficazmente en nuestros
corazones para llevarnos a arrepentirnos de nuevos pecados y confiar en Cristo.
Que la Palabra de Dios es de simiente incorruptible significa
que nunca falla. Siempre es verdadera. Siempre es poderosa para cumplir los
propósitos de Dios. El que hayamos nacido de nuevo por medio de esta simiente
incorruptible significa que la vida que nos da es eterna (1 Ped 1:3-5).
La Palabra de Dios que
produce el nuevo nacimiento en nosotros es el evangelio, las buenas nuevas acerca
de lo que Dios ha hecho para salvar a los pecadores por medio de la muerte y
resurrección de Jesucristo.
Pablo dice que antes de
que fuéramos convertidos, nosotros:
· estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, lo cual
caracterizaba nuestro estilo de vida
· vivíamos según la corriente de este mundo
· seguíamos al príncipe de la potestad del aire —es decir, a
Satanás—, y al espíritu que obra en todos aquellos que desobedecen a Dios
· vivíamos en las pasiones
de nuestra carne, llevando a cabo los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa y
de nuestras mentes;
· y éramos por naturaleza «hijos de ira», es decir, estábamos bajo
la ira de Dios porque somos pecadores por naturaleza. Esta es una descripción
de una muerte espiritual, una degradación y una separación total de Dios.
Lo que trajo ese cambio tan radical en nuestras vidas es que
Dios nos levantó de la muerte espiritual y nos unió con Cristo
Por el resto del Nuevo Testamento, incluyendo el pasaje que
estudiamos en 1 de Pedro,
sabemos que esto ocurrió cuando Dios, por su gracia, nos capacitó para
arrepentirnos de nuestros pecados y aceptar el mensaje del evangelio que nos
predicaron (Ef. 1:13-14).
Dios nos salvó, nos dio
vida nueva, y nos levantó juntamente con Cristo porque es rico en misericordia y
tiene un gran amor por nosotros; un amor que nos demostró cuando estábamos
muertos en nuestros pecados. Esto nos enseña que Dios es un Dios de gracia, y
que no nos trata como merecemos por nuestro pecado, sino que otorga a todo aquel que cree en Cristo lo que no
merecemos, esto es, salvación del pecado y vida eterna junto a él. Para
aprender más acerca del amor de Dios a pesar de nuestro pecado, leamos Romanos 5:6-11.
Los resultados de la
conversión entonces son:
(1) estamos unidos a Cristo
(2) recibimos vida juntamente con Cristo
(3) somos resucitados y sentados en los lugares celestiales con
Cristo
(4) se nos promete que
Dios mostrará eternamente las riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo
y (5) comenzamos a caminar
en las buenas obras que Dios ha preparado de antemano para nosotros .
Es importante para una iglesia local enseñar acerca de cómo
sucede la conversión, para que la gente se convierta. De esta forma tendrán un conocimiento
preciso de si han sido convertidos, y los miembros de la iglesia evangelizarán
bíblicamente, además de otras cosas.
Algunos resultados de una
buena enseñanza sobre este tema serían las cosas mencionadas anteriormente.
Algunos resultados de una mala enseñanza pueden incluir:
miembros que creen que están convertidos cuando no es así, miembros que usan
técnicas que no son bíblicas en su evangelización para tratar de forzar
«decisiones» por parte de la gente, entre otras cosas. Siempre debemos recordar
que una persona solamente puede «nacer de nuevo por la palabra de Dios que vive
y permanece para siempre».
El reflexionar acerca la
obra de Dios en la conversión debería recordarnos que Él es quien convierte a
las personas.
Esto debería animarnos a evangelizar. También debería motivarnos
a seguir evangelizando aun cuando no vemos fruto inmediato, ya que sabemos que
Dios es poderoso para salvar. Además, todo esto debería llevarnos a evangelizar
de una manera que inste a las personas a arrepentirse y a confiar en Cristo, reconociendo
que no tenemos el poder para causar tal decisión.
El reflexionar en el hecho de que estábamos muertos en pecados y
que Dios nos resucitó para vida debería hacernos humildes.
La vida espiritual que ahora tenemos es un resultado de la obra
de la gracia de Dios. Por tanto, deberíamos responder a las críticas con
humildad y aprecio, reconociendo que no somos la fuente de nuestro crecimiento
en piedad y que necesitamos toda la ayuda que podamos obtener.
El reflexionar acerca de la obra de conversión de Dios debería
llevarnos a orar para que nuestros familiares y amigos que no son salvos se conviertan.
Debería darnos esperanza y perseverancia para orar por esto. También debería
animarnos a orar por todas aquellas formas mediante las que nosotros y los
demás necesitamos crecer en santidad, dado que el Dios que es capaz de
levantarnos de la muerte espiritual también es capaz de traer un cambio a
nuestras vidas.
El hecho de que todos
estábamos muertos en el pecado y fuimos vivificados por Dios debería llevarnos a
cultivar y apreciar una profunda unidad con los miembros de la iglesia. Debería
llevarnos
a soportar pacientemente los pecados y las fallos de nuestros
hermanos y hermanas, ya que sabemos que su deseo más profundo —dado por Dios—
es honrar y obedecer al Señor.
En Cristo, Dios nos ha hecho sus hijos. Esto muestra que
Dios es ricamente amoroso con nosotros, y que está lleno de gracia, misericordia
y generosidad.
Cuando Juan menciona:
«aún no se ha manifestado lo que hemos de ser», quiere decir que cuando Jesús venga,
seremos hechos perfectamente santos, así como Jesús es santo. Sin embargo, a lo
largo de esta vida, vamos a batallar con el pecado porque no hemos sido hechos
perfectos todavía.
Juan dice que todo el que
tiene su esperanza en Jesús se purifica a sí mismo, así como él es puro.
Nosotros hacemos esto debido a la esperanza que tenemos de que un día seremos
purificados perfectamente por Dios mismo.
En términos prácticos, por la conversión esto lo hacemos:
Confesando nuestro pecado
Abandonando nuestro pecado
Buscando crecer en santidad a través de los medios que Dios nos
ha provisto:
— Congregándonos semanalmente con su pueblo para animarnos unos
a otros, oír la Palabra de Dios predicada y alabar a Dios.
— Orando a Dios: confesando nuestros pecados, alabándole y
pidiendo lo que necesitamos.
Leyendo y meditando en la
Palabra de Dios, etcétera.
Jesús «apareció», es decir, vino a la tierra, para quitar los
pecados y destruir las obras del diablo.
Según Juan, las personas que practican habitualmente el pecado:
a) Infringen también
la ley.
b) No han visto ni
conocido a Jesús.
c) Son del diablo.
d) No son de Dios.
Parece que Juan advierte a sus lectores de este manera porque
había personas que estaban enseñando que una persona puede ser cristiana y aun
así continuar viviendo una vida de pecado.
Según Juan, todos los que son verdaderamente nacidos de nuevo:
a) Se purifican a
sí mismos.
b) No siguen pecando.
c) Hacen justicia
d) No practican, ni pueden practicar el pecado.
Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado, porque
la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
Esto significa que en el nuevo nacimiento, Dios nos imparte una
vida nueva y sobrenatural, lo que nos llevará inevitablemente a vivir una vida
nueva y santa. Dado que tenemos una nueva naturaleza que se deleita en hacer la
voluntad de Dios, simplemente no podemos seguir viviendo como antes.
Al decir todo esto, Juan
claramente no está enseñando que los cristianos sean perfectos y que nunca pequen.
De hecho, en 1 Juan 1:8-9, nos dice: «Si decimos que
no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar
nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad». También nos dice en 1 Juan 2:1-2: «Hijitos míos, estas
cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado
tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por
nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo
el mundo».
Estas son algunas maneras
en las que las iglesias confunden o contradicen esta verdad:
a) En su predicación, los pastores pueden hacer que parezca que
una simple decisión —que no cambia ni una sola cosa en la vida de una persona— sea
en realidad una verdadera conversión.
En otras palabras, ignoran la enseñanza de la Biblia de que la
conversión genuina produce amor por los santos.
b) Las iglesias pueden aceptar a personas como miembros sin ni
siquiera arrepentirse.
c) Las iglesias pueden aceptar a personas como miembros sin ni siquiera
detenerse a considerar si la vida de la persona demuestra fruto de conversión.
d) El comentario anterior acerca de la membresía también aplica
para el bautismo. Las iglesias pueden oscurecer la verdad de que la conversión lleva
al amor por los demás, al permitir que las personas que están viviendo en
pecados flagrantes participen de la Cena del Señor.
e) En sus grupos pequeños y otros contextos de comunión, las
iglesias pueden simplemente conformarse con ser amables superficialmente en vez
de cultivar un amor genuino y sacrificial entre los miembros. También pueden
tratar estos contextos como grupos exclusivos o clubes, en lugar de tratar de
incorporar la diversidad del cuerpo de Cristo, amando y dando la bienvenida a
todas las diferentes clases de personas.
Algunas formas mediante
las cuales las iglesias demuestran conocer esta verdad son:
a) Predican y enseñan que el amor por los demás cristianos es un
fruto necesario de la conversión.
b) Tienen cuidado intentando admitir como miembros únicamente a
personas que claramente abrazan la fe cristiana, y cuyas vidas muestran alguna
evidencia de amor a Dios y a los demás.
c) También mediante la prácticade la disciplina en la iglesia.
d) Usan grupos pequeños y otros contextos de comunión para
cultivar y demostrar un amor verdadero en el cuerpo de Cristo.
Algunas maneras de hacer esto incluyen hablar con transparencia de
pecados y luchas, servir unos a otros de forma práctica, y tener un espíritu
lleno de gracia que está abierto a las personas que son diferentes a uno mismo.
Juan nos manda
explícitamente es que nos amemos unos a otros. Resulta interesante que nos
mande a hacer esto tres veces, subrayando lo importante que es que los
cristianos se amen los unos a los otros.
Juan dice que los que se
aman son nacidos de Dios y conocen a Dios, tienen a Dios permaneciendo en
ellos, el amor de Dios se perfecciona en ellos, y ellos permanecen en Dios.
Juan dice que aquellos que no se aman no conocen a Dios y no
pueden amar a Dios.
Dios ha mostrado su amor por nosotros al enviar a su Hijo al mundo
en propiciación por nuestros pecados, convirtiéndose en nuestro Salvador, para que
podamos tener vida por él.
«Propiciación » significa «un sacrificio que aplaca la ira de
Dios». En su muerte en la cruz, Jesús pagó la pena que merecían nuestros
pecados, satisfaciendo la justa ira de Dios contra nosotros.
Juan enseña que deberíamos amarnos unos a
otros porque:
El amor proviene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios.
En otras palabras, deberíamos amar porque, como cristianos, nuestra naturaleza es
amar.
Dios nos ha amado grandemente al enviar a Cristo para ser
nuestro Salvador. Dios nos amó primero. Dios nos manda a amarnos unos a otros.
Juan enseña que cuando nos amamos unos a otros:
Dios permanece, es decir, habita en nosotros y su amor es perfeccionado
en nosotros.
Dios no solamente permanece en nosotros, sino que nosotros
permanecemos en él.
El amor es perfeccionado en nosotros, el cual echa fuera el temor
y nos da confianza para el día del juicio
Juan nos enseña que una persona no ama a Dios si no ama a sus
hermanos cristianos. Juan dice: «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su
hermano, es mentiroso; pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo
puede amar a Dios a quien no ha visto?»
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