} EL CAMINO: LA SALVACIÓN ES POR FE EN JESUCRISTO: UN CAMBIO VERDADERO (5 Parte)

martes, 3 de julio de 2018

UN CAMBIO VERDADERO (5 Parte)




Reflexionando en lo aprendido hasta ahora

      En el Evangelio de Juan 3,  Nicodemo dice que sabe que Jesús es un maestro de Dios, porque nadie podría hacer las cosas que Jesús hacía a menos que Dios estuviese con él.
  Como respuesta, Jesús le dice a Nicodemo que debe nacer de nuevo.
  Por una parte, Nicodemo parece entender lo que Jesús está diciendo, al comprender que Jesús le está llamando a una transformación total, lo cual se parece a lo que ocurre en un nacimiento físico. No obstante, también parece pensar que lo que Jesús está diciendo es imposible. Cuando Nicodemo pregunta: « ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?», es probable que no esté preguntando seriamente si un hombre puede entrar de nuevo en el vientre de su madre.  Más bien, Nicodemo está expresando su incredulidad con respecto al tipo de cambio que Jesús está exigiendo.
Al final, independientemente de lo que Nicodemo entendiera de lo que Jesús estaba diciendo, no comprendió lo más importante ya que pensó que ese tipo de cambio era imposible.

  A la luz de Ezequiel 36:24-28, parece que el nacer de agua y de Espíritu simplemente significa que hemos nacido del Espíritu Santo que Dios da, quien luego pasa a habitar en nosotros y nos limpia de pecado. Eso es lo que el simbolismo del «agua» en el pasaje de Ezequiel quiere decir, y parece ser que Jesús estaba escogiendo deliberadamente los símbolos de este pasaje en su aseveración acerca de nacer de agua y del Espíritu.
  Las personas que son nacidas del Espíritu son como el viento y sus efectos, ya que el viento parece actuar misteriosamente, como si tuviera una mente propia, aunque puedas notar su presencia por sus efectos. De igual manera, el Espíritu Santo da a las personas el nuevo nacimiento según su soberana voluntad. No puedes ver al Espíritu Santo, pero puedes darte cuenta de su presencia por sus efectos.
La esencia de la comparación de Jesús es que el nuevo nacimiento es algo que Dios obra soberanamente en nosotros, no es algo que iniciemos o alcancemos por nosotros mismos.

 Otra vez, por una parte parece que Nicodemo entiende lo que Jesús está pidiendo, pero por otra parte no logra comprender lo que Jesús está diciendo.
Vemos esto en su respuesta: «¿Cómo puede hacerse esto?».
 Jesús responde a Nicodemo con una reprimenda por su ignorancia; él debía saber estas cosas por medio del estudio de la Escritura. Además, Jesús lo reprende por no recibir su testimonio. También, Jesús le advierte de que no será capaz de recibir las cosas «celestiales».
 Jesús dice que debe ser levantado —es decir, morir en la cruz— con el fin de que todo aquel que crea en él pueda tener vida eterna.
  Un resumen apropiado sería algo así: Jesús enseña que para entrar en el reino de Dios una persona debe nacer de nuevo. Es decir, Dios Espíritu Santo debe darle a la persona una vida nueva, limpiarle del pecado, capacitarle para llegar a la fe en Cristo y recibir la verdad de Dios.
  Este cambio ocurre solo por medio de la gracia, por la soberana acción de Dios en nosotros, y no por medio de nuestras propias fuerzas.

  Hemos nacido de nuevo a través de la Palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Es decir, hemos nacido de nuevo por medio de oír la Palabra de Dios.
Dios ha hecho que esa palabra obre eficazmente en nuestros corazones para llevarnos a arrepentirnos de nuevos pecados y confiar en Cristo.
Que la Palabra de Dios es de simiente incorruptible significa que nunca falla. Siempre es verdadera. Siempre es poderosa para cumplir los propósitos de Dios. El que hayamos nacido de nuevo por medio de esta simiente incorruptible significa que la vida que nos da es eterna (1 Ped 1:3-5).

 La Palabra de Dios que produce el nuevo nacimiento en nosotros es el evangelio, las buenas nuevas acerca de lo que Dios ha hecho para salvar a los pecadores por medio de la muerte y resurrección de Jesucristo.
 Pablo dice que antes de que fuéramos convertidos, nosotros:
·    estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, lo cual caracterizaba nuestro estilo de vida
·       vivíamos según la corriente de este mundo
·       seguíamos al príncipe de la potestad del aire —es decir, a Satanás—, y al espíritu que obra en todos aquellos que desobedecen a Dios
·        vivíamos en las pasiones de nuestra carne, llevando a cabo los deseos de nuestra naturaleza pecaminosa y de nuestras mentes;
·       y éramos por naturaleza «hijos de ira», es decir, estábamos bajo la ira de Dios porque somos pecadores por naturaleza. Esta es una descripción de una muerte espiritual, una degradación y una separación total de Dios.

Lo que trajo ese cambio tan radical en nuestras vidas es que Dios nos levantó de la muerte espiritual y nos unió con Cristo
Por el resto del Nuevo Testamento, incluyendo el pasaje que estudiamos en 1 de Pedro, sabemos que esto ocurrió cuando Dios, por su gracia, nos capacitó para arrepentirnos de nuestros pecados y aceptar el mensaje del evangelio que nos predicaron (Ef. 1:13-14).

 Dios nos salvó, nos dio vida nueva, y nos levantó juntamente con Cristo porque es rico en misericordia y tiene un gran amor por nosotros; un amor que nos demostró cuando estábamos muertos en nuestros pecados. Esto nos enseña que Dios es un Dios de gracia, y que no nos trata como merecemos por nuestro pecado, sino que otorga a todo aquel que cree en Cristo lo que no merecemos, esto es, salvación del pecado y vida eterna junto a él. Para aprender más acerca del amor de Dios a pesar de nuestro pecado, leamos Romanos 5:6-11.

 Los resultados de la conversión  entonces  son:
(1) estamos unidos a Cristo
(2) recibimos vida juntamente con Cristo
(3) somos resucitados y sentados en los lugares celestiales con Cristo
 (4) se nos promete que Dios mostrará eternamente las riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo
 y (5) comenzamos a caminar en las buenas obras que Dios ha preparado de antemano para nosotros .

Es importante para una iglesia local enseñar acerca de cómo sucede la conversión, para que la gente se convierta. De esta forma tendrán un conocimiento preciso de si han sido convertidos, y los miembros de la iglesia evangelizarán bíblicamente, además de otras cosas.

Algunos resultados de una buena enseñanza sobre este tema serían las cosas mencionadas anteriormente.
Algunos resultados de una mala enseñanza pueden incluir: miembros que creen que están convertidos cuando no es así, miembros que usan técnicas que no son bíblicas en su evangelización para tratar de forzar «decisiones» por parte de la gente, entre otras cosas. Siempre debemos recordar que una persona solamente puede «nacer de nuevo por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre».

 El reflexionar acerca la obra de Dios en la conversión debería recordarnos que Él es quien convierte a las personas.
Esto debería animarnos a evangelizar. También debería motivarnos a seguir evangelizando aun cuando no vemos fruto inmediato, ya que sabemos que Dios es poderoso para salvar. Además, todo esto debería llevarnos a evangelizar de una manera que inste a las personas a arrepentirse y a confiar en Cristo, reconociendo que no tenemos el poder para causar tal decisión.

El reflexionar en el hecho de que estábamos muertos en pecados y que Dios nos resucitó para vida debería hacernos humildes.
La vida espiritual que ahora tenemos es un resultado de la obra de la gracia de Dios. Por tanto, deberíamos responder a las críticas con humildad y aprecio, reconociendo que no somos la fuente de nuestro crecimiento en piedad y que necesitamos toda la ayuda que podamos obtener.

El reflexionar acerca de la obra de conversión de Dios debería llevarnos a orar para que nuestros familiares y amigos que no son salvos se conviertan. Debería darnos esperanza y perseverancia para orar por esto. También debería animarnos a orar por todas aquellas formas mediante las que nosotros y los demás necesitamos crecer en santidad, dado que el Dios que es capaz de levantarnos de la muerte espiritual también es capaz de traer un cambio a nuestras vidas.
 El hecho de que todos estábamos muertos en el pecado y fuimos vivificados por Dios debería llevarnos a cultivar y apreciar una profunda unidad con los miembros de la iglesia. Debería llevarnos
a soportar pacientemente los pecados y las fallos de nuestros hermanos y hermanas, ya que sabemos que su deseo más profundo —dado por Dios— es honrar y obedecer al Señor.

En Cristo, Dios nos ha hecho sus hijos. Esto muestra que Dios es ricamente amoroso con nosotros, y que está lleno de gracia, misericordia y generosidad.
 Cuando Juan menciona: «aún no se ha manifestado lo que hemos de ser», quiere decir que cuando Jesús venga, seremos hechos perfectamente santos, así como Jesús es santo. Sin embargo, a lo largo de esta vida, vamos a batallar con el pecado porque no hemos sido hechos perfectos todavía.
 Juan dice que todo el que tiene su esperanza en Jesús se purifica a sí mismo, así como él es puro. Nosotros hacemos esto debido a la esperanza que tenemos de que un día seremos purificados perfectamente por Dios mismo.
En términos prácticos, por la conversión esto lo hacemos:
Confesando nuestro pecado
Abandonando nuestro pecado
Buscando crecer en santidad a través de los medios que Dios nos ha provisto:
— Congregándonos semanalmente con su pueblo para animarnos unos a otros, oír la Palabra de Dios predicada y alabar a Dios.
— Orando a Dios: confesando nuestros pecados, alabándole y pidiendo lo que necesitamos.
 Leyendo y meditando en la Palabra de Dios, etcétera.


Jesús «apareció», es decir, vino a la tierra, para quitar los pecados y destruir las obras del diablo.
Según Juan, las personas que practican habitualmente el pecado:
a) Infringen también la ley.
b) No han visto ni conocido a Jesús.
c) Son del diablo.
d) No son de Dios.
Parece que Juan advierte a sus lectores de este manera porque había personas que estaban enseñando que una persona puede ser cristiana y aun así continuar viviendo una vida de pecado.
Según Juan, todos los que son verdaderamente nacidos de nuevo:
a) Se purifican a sí mismos.
b) No siguen pecando.
c) Hacen justicia
d) No practican, ni pueden practicar el pecado.

Todo aquel que es nacido de Dios no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
Esto significa que en el nuevo nacimiento, Dios nos imparte una vida nueva y sobrenatural, lo que nos llevará inevitablemente a vivir una vida nueva y santa. Dado que tenemos una nueva naturaleza que se deleita en hacer la voluntad de Dios, simplemente no podemos seguir viviendo como antes.

 Al decir todo esto, Juan claramente no está enseñando que los cristianos sean perfectos y que nunca pequen.
 De hecho, en 1 Juan 1:8-9, nos dice: «Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad». También nos dice en 1 Juan 2:1-2: «Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo».
 Estas son algunas maneras en las que las iglesias confunden o contradicen esta verdad:
a) En su predicación, los pastores pueden hacer que parezca que una simple decisión —que no cambia ni una sola cosa en la vida de una persona— sea en realidad una verdadera conversión.
En otras palabras, ignoran la enseñanza de la Biblia de que la conversión genuina produce amor por los santos.
b) Las iglesias pueden aceptar a personas como miembros sin ni siquiera arrepentirse.
c) Las iglesias pueden aceptar a personas como miembros sin ni siquiera detenerse a considerar si la vida de la persona demuestra fruto de conversión.
d) El comentario anterior acerca de la membresía también aplica para el bautismo. Las iglesias pueden oscurecer la verdad de que la conversión lleva al amor por los demás, al permitir que las personas que están viviendo en pecados flagrantes participen de la Cena del Señor.
e) En sus grupos pequeños y otros contextos de comunión, las iglesias pueden simplemente conformarse con ser amables superficialmente en vez de cultivar un amor genuino y sacrificial entre los miembros. También pueden tratar estos contextos como grupos exclusivos o clubes, en lugar de tratar de incorporar la diversidad del cuerpo de Cristo, amando y dando la bienvenida a todas las diferentes clases de personas.

 Algunas formas mediante las cuales las iglesias demuestran conocer esta verdad son:
a) Predican y enseñan que el amor por los demás cristianos es un fruto necesario de la conversión.
b) Tienen cuidado intentando admitir como miembros únicamente a personas que claramente abrazan la fe cristiana, y cuyas vidas muestran alguna evidencia de amor a Dios y a los demás.
c) También mediante la prácticade la disciplina en la iglesia.
d) Usan grupos pequeños y otros contextos de comunión para cultivar y demostrar un amor verdadero en el cuerpo de  Cristo.

Algunas maneras de hacer esto incluyen hablar con transparencia de pecados y luchas, servir unos a otros de forma práctica, y tener un espíritu lleno de gracia que está abierto a las personas que son diferentes a uno mismo.

  Juan nos manda explícitamente es que nos amemos unos a otros. Resulta interesante que nos mande a hacer esto tres veces, subrayando lo importante que es que los cristianos se amen los unos a los otros.
 Juan dice que los que se aman son nacidos de Dios y conocen a Dios, tienen a Dios permaneciendo en ellos, el amor de Dios se perfecciona en ellos, y ellos permanecen en Dios.
Juan dice que aquellos que no se aman no conocen a Dios y no pueden amar a Dios.


Dios ha mostrado su amor por nosotros al enviar a su Hijo al mundo en propiciación por nuestros pecados, convirtiéndose en nuestro Salvador, para que podamos tener vida por él.
«Propiciación » significa «un sacrificio que aplaca la ira de Dios». En su muerte en la cruz, Jesús pagó la pena que merecían nuestros pecados, satisfaciendo la justa ira de Dios contra nosotros.

  Juan enseña que deberíamos amarnos unos a otros porque:
El amor proviene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios. En otras palabras, deberíamos amar porque, como cristianos, nuestra naturaleza es amar.
Dios nos ha amado grandemente al enviar a Cristo para ser nuestro Salvador. Dios nos amó primero. Dios nos manda a amarnos unos a otros.

Juan enseña que cuando nos amamos unos a otros:
Dios permanece, es decir, habita en nosotros y su amor es perfeccionado en nosotros.
Dios no solamente permanece en nosotros, sino que nosotros permanecemos en él.
El amor es perfeccionado en nosotros, el cual echa fuera el temor y nos da confianza para el día del juicio

Juan nos enseña que una persona no ama a Dios si no ama a sus hermanos cristianos. Juan dice: «Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso; pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto?»



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