El
medio del arrepentimiento
Consideremos
ahora el medio por el cual el arrepentimiento obra en el corazón.
La Palabra de Dios es el instrumento del arrepentimiento. En
el arrepentimiento auténtico vemos un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que
lleva a una transformación total de
la vida; esto sucede en el alma por el poder del Santo Espíritu que convence de pecado. Pero, ¿qué instrumento usa? Mi amigo, usa la
Palabra de Dios,
de la cual él es autor, para convencer “de pecado, de justicia y de juicio”
(Juan 16:8). Fíjate bien: aparte de la Palabra de
Dios no puede
haber salvación, ya que leemos en Romanos 10:17: “Así que la fe es por el oír,
y el oír, por la palabra de Dios” Y 1 Pedro 1:23 dice: “siendo renacidos, no de
simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre.”
Ahora, con la
Biblia en mano, leamos hebreos 4:12, 13:
“Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda
espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las
coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del
corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien
todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos
que dar cuenta.”
Fíjate bien, en
el arrepentimiento auténtico, la Palabra de Dios penetra nuestro corazón por
obra del Espíritu Santo quien nos constriñe con su poder a fin de que podamos
ser salvos. Pablo, escribiendo a la iglesia de los Tesalonicenses sobre este
tema, dice: “Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección.”
¿Cómo? “Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino
también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre” (1 Tes. 1:4, 5).
Y en
la salvación,
éste es exactamente el modo como la Palabra de Dios penetra el corazón de cada
pecador por quien murió Cristo.
¿Notaste la
descripción que nuestro texto, Hebreos 4:12, 13, hace de la Palabra de Dios?
Dice que es “viva”, una Palabra viva.
Nuestro bendito Señor la describe de la misma manera en Juan 6:63: “Las
palabras que yo os he hablado son espíritu
y son vida.” Sí, la
Palabra de Dios crea conciencia en el pecador de que necesita volverse a Dios
dejando sus caminos rebeldes. Arrojará al suelo sus armas de rebelión,
enarbolará la bandera blanca de la rendición, y pondrá sus ojos con fe en el
Señor Jesucristo para que lo salve, lo limpie del pecado y lo libre de la ira
venidera. Fíjate bien, el Espíritu vivificador de Dios usa la Palabra para dar
al alma el conocimiento de su impiedad ante Dios y el conocimiento del Dios
Santo contra quien ha pecado.
“Porque la
Palabra de Dios es viva y eficaz”, –¡no es meramente un montón
de letras muertas que pronto desaparecerán! ¡No, vive en la mente de Dios! ¡Vive en los decretos del cielo! Y vive y vivirá para
siempre en el corazón y la
mente de todos los redimidos de Dios porque es la Palabra viva de Dios. Opera en la mente y los sentimientos y
no te dejará tranquilo. Es realmente la ley de Dios en las manos del Espíritu
Santo el ayo que te trae a Cristo (Gál. 3:24).
La Palabra de Dios es poderosa
Nuestro texto
sugiere que esta Palabra es poderosa.
Escucha el llamado que Dios mismo te hace en Jeremías 23:29 con respecto a su
Palabra: “¿No es mi palabra
como fuego, dice Jehová, y como
martillo que quebranta la
piedra?” ¡Y yo digo que sí lo es! Sí, creo y sé que todo hijo de Dios dirá que
la Palabra de Dios entró como un fuego en su alma, y que no hubo tranquilidad
hasta caer a los pies de Dios con auténtico arrepentimiento. ¡El corazón
realmente fue quebrantado por
la Palabra poderosa de Dios!
¡La Palabra de
Dios en manos del Espíritu Santo es tan poderosa que da muerte al alma! Pablo dice en Romanos 7:9: “Y yo sin la ley
vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.”
La Palabra de Dios le dio muerte, porque como nos dice 2 Corintios 3:7, la Ley
es el ministerio de muerte. Da muerte a los pecados que amas, a tus ambiciones
que amas, a tus planes que amas, tu fariseísmo, tu egoísmo, tu orgullo, y te
deja a los pies del Dios soberano clamando: “¡Ten misericordia de mí, pecador!”
Fíjate bien, el
Espíritu Santo pone esta Palabra poderosa y viva en tu mente y la escribe en tu
corazón (Heb. 8:10; 10:16). No puedes zafarte de ella, te persigue y clama a tu
alma: “¡Tú eres el hombre, tú eres el pecador!” Te pregunto: ¿Alguna vez has
tenido la experiencia de la obra de muerte de la Palabra de Dios? Si no, te
encuentras todavía en la hiel de la amargura y la esclavitud de la iniquidad.
El Espíritu de Dios usa la Palabra para dar muerte al alma antes de volver a
levantarla para andar en novedad de vida en Cristo Jesús. Tienes que morir por su mano antes de poder ser levantado a la vida.
Primera Pedro
1:23 describe esta palabra preciosa como una
Palabra viva. ¿Por qué? Porque por el poder del Espíritu Santo da vida.
¡Y, alabado sea
el Señor, nunca puede ser destruida ni exterminada!
Cielo y tierra
pasarán, pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre (Mat. 24:35).
La Palabra de Dios es eficaz
Hebreos 4
también nos dice que esta Palabra de Dios, en las manos del Espíritu Santo, no
sólo es viva sino también eficaz.
Es activa, operativa, vigorizante y efectiva. Trae convicción –convicción de
pecado y de la impiedad de la incredulidad-- porque discierne entre el bien y
el mal en el pensamiento aun más santo del mejor de los hombres y le muestra lo
que es: ¡un pecador ante Dios!
El Espíritu
Santo usará la Palabra para darte la convicción de que eres espiritualmente ciego a causa del pecado. No puedes
ver el peligro en que te encuentras ni puedes ver ninguna hermosura en Cristo.
“Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está
encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos” (2 Cor. 4:3, 4).
Luego la Palabra
te dará la convicción de que eres sordo
a causa del pecado. No puedes oír la voz de Dios fuera de su llamado
eficaz (Mar.
8:18). Te dará
la convicción de que eres vil, corrupto y moralmente enfermo por causa del
pecado (Gén. 6:5; Rom. 3:10-12). Y te dará la convicción de que te encuentras
en un estado de parálisis espiritual por causa del pecado. El pecado ha paralizado
tu voluntad, de modo que no tienes poder para levantarte de tu condición
impotente. Romanos 5:6 dice: “Cuando aún éramos débiles . . .”
La Palabra te
dará la convicción de que tus pecados te han separado de Dios (Isa. 59:1, 2) y
lo han convertido en tu enemigo. Te dará la convicción de que el pecado ha
llenado tu corazón y tu mente de rebelión, de manera que reconozcas que Romanos
6:7 es verdad: eres carnal, enemistad contra
Dios, y necesitas un arrepentimiento auténtico.
¡Oh mi amigo,
necesitas desesperadamente la obra poderosa del
Espíritu Santo
para que escriba en tu corazón la Palabra eterna de Dios!
¡Necesitas
clamar con gran pesar por el pecado, pidiendo misericordia ante Dios en Cristo!
También, Hebreos
4 nos dice que la Palabra de Dios en las manos del Espíritu Santo es más cortante que toda espada de dos filos.
Fíjate que la Palabra de Dios abarca tanto que no hay pensamiento o propósito
en toda la creación que no esté dentro de su alcance: “Tú has conocido mi
sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Pues aún
no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda” (Sal.
139:2, 4). Porque su Autor es espiritual, la Palabra es espiritual. Y escudriña
a los hombres espiritualmente.
Cuando el
Espíritu Santo hace penetrar la Palabra en el alma del hombre, lo convence de
sus pecados que antes ni siquiera percibía.
La Palabra de Dios hiere y da vida
La Palabra de
Dios hiere y da vida. Da muerte al fariseísmo, al
pecado y la incredulidad. Te trae a Dios clamando: “¡Ay de mí porque estoy
deshecho! ¡Estoy perdido! ¡Dios, sé propicio a mí, pecador!”
Escucha el
clamor de David en el Salmo 51 cuando la Palabra de Dios penetró forzadamente
en su corazón bajo la convicción de su pecado:
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la
multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado.
Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de
mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus
ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu
juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. .
. Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve
. . . Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu
recto dentro de mí”
David no culpó
de sus pecados a otro, no culpó a las circunstancias ni al ambiente. Se hizo
cargo absoluto de sus pecados y se arrepintió de ellos ante Dios. Clamó a él
pidiendo misericordia y perdón. Oh, eso es lo que necesitas tú hoy –un arrepentimiento bíblico
auténtico. Tú tienes que
hacerte cargo de tu culpa ante Dios por tu condición espiritual. Tú tienes que confesar: “He pecado y
soy culpable. Necesito la misericordia de Dios en Cristo”.
La Palabra de Dios no ofrece atajos
Muchas gentes
con las que me encuentro en la actualidad buscan “la vida más profunda”, cuando
en realidad lo que necesitan tan desesperadamente es encontrar su camino a la
cruz de Cristo con un corazón verdaderamente quebrantado por su pecado. Están
tratando de circunvalar la convicción del Espíritu Santo; por lo tanto, ¡han
errado totalmente! Quiero decirte de lo profundo de mi corazón que te brindo
con compasión: ¡no existen atajos para
superar la vida! Cuando el Señor te confronta con tus pecados, tienes
que arrepentirte. El Espíritu
tiene que abrir tu corazón para que, por medio de la Palabra de Dios, puedas
ver tu condición perdida, desdichada y pecaminosa.
Sé que no te
gusta oír esto porque amas el pecado. ¡Tú orgullo no te deja admitir que eres
un pecador hipócrita, un pecador merecedor del infierno y el más grande de los
pecadores! Pero recuerda, ¡o vienes por este camino o mueres! Prueba lo que
quieras: blanquea tu exterior, límpiate todo lo que puedas, asiste a la
iglesia, ora, predica, enseña, da testimonio, ten grandes experiencias y
sentimientos religiosos. Pero todo esto de nada te servirá si el fundamento de
tu vida cristiana no está puesto en el fundamento del arrepentimiento dirigido
a Dios y de la fe en el Señor Jesucristo. Volvemos a las palabras del Señor en
Lucas 13:5: “Antes si no os arrepentís,
todos pereceréis igualmente” ¡No hay vuelta que darle! Tienes que hacerle
frente: si no te arrepientes, no tienes salvación en Cristo. ¡Tiene que haber ese cambio radical en
tu manera de pensar y en tu corazón que te lleve a la transformación completa
de tu vida!
Esas palabras en
Lucas 13 no son palabras mías. Éstas son las Palabras de Aquel que habla desde
el cielo. Tienes que prestarle atención o morirás en tus pecados (Heb. 12:25).
Déjame
preguntarte también: ¿Alguna vez has tomado tu lugar ante
Dios como David,
implorando su misericordia al confesar tus pecados , doliéndote arrepentido por
ellos? Si desconoces estos ejercicios del alma, no importa la fe que profesas o
que practicas, no importa en la alta estima en que te tengas a ti mismo o en la
que los demás te tengan, ¡Dios dice que sigues muerto en tus pecados!
Pero si, por la gracia de Dios su Palabra ha
penetrado tu corazón y levantado el velo de modo que puedes ver lo que Dios ha
estado viendo todo el tiempo, entonces sé que clamarás pidiendo misericordia.
Implorarás que te vista en su manto perfecto de
justicia para poder presentarte ante el santo Dios. Entonces valorarás al
Cristo del Calvario. Entonces dejarás todo lo demás y serás encontrado en él,
vestido únicamente de su justicia.
Este es el modo en que Dios llama a pecadores para
ser salvos en Cristo. Por su Espíritu y la Palabra, él obra arrepentimiento
hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo en sus corazones. Te pregunto
nuevamente:
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