La conexión del arrepentimiento con
la fe
En la Palabra de
Dios, el arrepentimiento y la fe se hallan conectados inseparablemente, y deben
ser predicados juntos. La Palabra de Dios enseña claramente que Dios ordena a”
todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30).
Además, la Biblia enseña claramente que el arrepentimiento es tan
necesario como la fe en el Señor Jesucristo. Pablo les dijo a sus
oyentes en Hechos 20:20, 21: “y como nada que fuese útil he rehuido de
anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a
judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe
en nuestro Señor Jesucristo”.
Por lo tanto, el
arrepentimiento y la fe son ordenados por Dios en el llamado del
evangelio. No separemos lo que Dios ha juntado (Mat. 21:32; Mar. 1:15; Hech. 2:36;
5:31; 20:21; 2 Tim. 2:25)
Las evidencias de las Escrituras
¡Escucha estos
versículos en que estas grandes verdades son presentadas juntas en la Palabra
de Dios!
“El tiempo se ha
cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el
evangelio” (Marcos 1:15). “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y
no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo
esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mat. 21:32).
“Testificando a
judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en
nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:21).
La epístola a
los hebreos dice:
“Por tanto,
dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la
perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras
muertas, de la fe en Dios” (Heb. 6:1).
Y uno de los
últimos mandatos de nuestro Señor a sus discípulos antes de ascender al cielo
se encuentra en Lucas 24:46-48:
“Así está
escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los
muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el
perdón de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén. Y vosotros
sois testigos de estas cosas”.
El
arrepentimiento y la fe son “dos lados de una misma moneda” que llamamos conversión.
El arrepentimiento es el lado negativo y la fe es el positivo. El
arrepentimiento se vuelve del pecado, la fe se vuelve a Dios.
Como dijo el apóstol Pablo: “Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento
para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:21). El arrepentimiento
y la fe están tan estrechamente unidos que existen algunos pasajes que hablan
de arrepentimiento sin mencionar la fe: “Y que se predicase en su nombre
el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando
desde Jerusalén” (Luc. 24:47). Pablo, el apóstol de la gracia, describió su
ministerio de este modo: “Anuncié primeramente a los que están en Damasco, y
Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se
arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento”
(Hech. 26:20). Por otro lado, existen pasajes que ordenan creer sin
mencionar el arrepentimiento: “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y
serás salvo, tú y tu casa” (Hech. 16:31). Estos y muchos otros pasajes demuestran
que arrepentimiento y fe están vitalmente entrelazados.
La Biblia nos da
ilustraciones de los que se acercaron a Cristo con
arrepentimiento
y fe; éstos acudieron a él para que los perdonara de sus pecados. El ladrón en
la cruz se arrepintió y creyó Luc. 23:39ss), el hijo pródigo se arrepintió y
creyó (Luc. 15:11ss), y por lo tanto pedimos a los hombres hoy que se
arrepientan y crean.
El arrepentimiento y el perdón del pecado deben ser
predicados juntos
A través de los
siglos ha existido un debate entre los hijos del Señor en cuanto a cuál viene
primero: el arrepentimiento o la fe. Ambos lados tienen sus defensores entre
cristianos creyentes de la Biblia. Pero la regeneración es un milagro que no
puede ser examinada bajo un microscopio. Aunque el milagro del nuevo nacimiento
siempre se manifiesta en la vida de Dios en el alma del hombre, hemos de cuidarnos
de poner un orden demasiado estricto en la manera cómo Dios obra ese milagro en
la vida del pecador. Dado que tanto el arrepentimiento como la fe surgen de la
regeneración, ambos se manifestarán claramente en los hijos del Señor. Ningun
pecador cree en Cristo para salvación a menos que haya cambiado de parecer en cuanto
al pecado, Dios y Cristo. Tampoco ningún pecador se arrepiente auténticamente a
menos que crea la Palabra de Dios en cuanto a su condición perdida y el poder
salvador de Jesucristo.
Enfatizar
demasiado la fe o el arrepentimiento puede dar como resultado por lo
menos cuatro
errores:
1) Enfatizar
demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dejar al pecador
con la impresión que debe sentir un cierto dolor o derramar cierta cantidad de
lágrimas antes de poder creer en Cristo.
2) Enfatizar
demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dar al pecador
la idea de que tiene que dejar todo pecar antes de poder creer en Cristo.
3) Enfatizar
demasiado la fe sin arrepentimiento puede dejar al pecador con la impresión que
puede “creer en Jesús” sin tener que preocuparse por una vida
cambiada. El
evangelio llama a pecadores a acudir a Jesús como un Salvador del pecado.
Jesús no vino para asegurar al pecador de que irá al Cielo aunque siga en una
vida pecaminosa y egoísta; en cambio, Jesús vino para llamar “a pecadores al
arrepentimiento” (Mat. 9:13; Mar. 2:17; Luc. 5:32). El pecador nunca se
apresurará para acudir a Jesús como Salvador del pecado a menos que vea
al pecado como una maldad que ofende a Dios y lo condena con justicia ante él.
Su nombre es “JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados” (Mat. 1:21).
4) Enfatizar
demasiado ya sea el arrepentimiento o la fe puede llevar a un concepto
erróneo en cuanto al fundamento correcto para la justificación. El
arrepentimiento aparta la vista del pecado y el yo a la vez que la fe recibe la
justicia perfecta de Jesús. Ni el arrepentimiento ni la fe ameritan justificación.
Nuestro Señor
les dijo a sus discípulos, así como a nosotros también, que siguieran su
ejemplo en la predicación del arrepentimiento y la remisión de pecados por
medio de la fe en Cristo porque esto muestra realmente su ministerio mientras
estaba en la tierra. Su primer mensaje según lo registra Marcos 1:15 fue
“el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos,
y creed en el evangelio”.
Y sus últimas
palabras a sus discípulos y a nosotros fueron que el arrepentimiento y la
remisión de pecados por medio de la fe en Cristo debían ser predicado en su
nombre entre todas las naciones comenzando en Jerusalén (Luc. 24:46-48). Pero
parece que muchos en la actualidad tienen miedo de predicar el arrepentimiento.
Nuestro Señor no tenía miedo de llamar a los hombres a arrepentirse, y nos ha comisionado
a nosotros para que hagamos lo mismo. Entonces anhelamos proclamar a todos los
hombres que deben arrepentirse y creer en el nombre de Cristo para la remisión
de sus pecados.
“Y que se
predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las
naciones, comenzando desde Jerusalén” (Luc. 24:47). Éstas son palabras llenas
de significado que necesitan ser proclamadas hoy tal como en aquel entonces.
Hay una verdadera remisión de los pecados por medio de la fe en Cristo para los
que se consideran a sí mismos pecadores. El pecador impío –perdido, sin Dios y
sin esperanza, lleno de pecado, lleno de perversidad-- debe acudir a Cristo,
renunciando a las armas de rebelión y enarbolando la bandera blanca de
rendición. A él Dios le brinda la remisión de los pecados. Lo invita a venir,
como al hijo pródigo, de regreso a su hogar.
Arrepentimiento
y remisión están entrelazados, de modo que cuando encontramos uno, encontramos
el otro. Donde no hay arrepentimiento, podemos estar seguros de que no
hay fe en Cristo.
Pero donde hay
arrepentimiento auténtico, podemos estar seguros de que hay una fe que confía
en Cristo para el perdón total y gratuito de todos los pecados. Nuestro Señor
Jesucristo declaró con autoridad que “todo pecado...será perdonado a los
hombres” (Mat. 12:31). Está escrito en Los Hechos de los Apóstoles:
“A éste, Dios ha
exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento
y perdón de pecados” (Hech. 5:31).
“Sabed, pues,
esto, varones hermanos: que por medio de él se os anuncia perdón de pecados, y
que todo aquellos de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en
él es justificado todo aquel que cree” (Hech. 13:38, 39). “Y cómo nada que
fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas,
testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y
de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:20, 21).
Los apóstoles lo
declararon, y nosotros hoy declaramos esta misma verdad.
El arrepentimiento es un don de la gracia
Ahora, basado en
la autoridad de la Palabra de Dios, quiero declarar que el arrepentimiento
debe ser predicado en el nombre del Señor Jesús como una gracia otorgada
desde lo Alto. Es otorgada por Dios.
Sí, por lo
tanto, el arrepentimiento ha sido dado a los gentiles al igual que a los judíos
porque es un don de la gracia (Hech. 11:18). No nos llega por las obras
de la ley, sino que nos llega total y completamente del corazón generoso de
Dios. No debe ser predicado en el nombre de Moisés como una obligación legal,
sino que debe ser predicado como lo predicó Jonás, sin ninguna esperanza
–porque éste proclamó que Nínive sería destruida en sólo 40 días-- sino que
debe ser predicado en el nombre de Jesús como la gracia de Dios.
El
arrepentimiento es un don dado por la gracia de Dios, igual como la fe
es dada por la gracia de Dios. Nuestro Dios generoso y Padre celestial ha
exaltado grandemente a su Hijo y le ha dado un nombre que es sobre todo nombre,
habiéndolo puesto a su diestra para ser “Príncipe y Salvador, para dar a Israel
arrepentimiento y perdón de pecados” (Hech. 5:31). Por lo tanto, es la gracia
de Dios, la bondad de Dios lo que lleva al arrepentimiento (Rom.
2:4).
Dondequiera que
haya verdadera tristeza por el pecado, dondequiera que haya un cambio radical
en la manera de pensar con respecto al pecado, puedes estar seguro de que esto
ha sido producido por el Espíritu de Dios. Es un don del pacto de gracia tanto
como lo es el perdón que lo acompaña. Y recuerda, Dios otorga esta gracia únicamente
a pobres pecadores. Los hace tener conciencia de que lo necesitan.
Por su gracia,
Dios usa la Ley para mostrarte lo que eres y luego te acerca a Cristo.
Su Espíritu con su gracia usa la Ley para darte conocimiento del pecado (Rom.
3:19, 20; 7:7-25). Por lo tanto, ¡nunca descartes la Ley de Dios! Sí, te
coloca bajo la ira de Dios y te condena al Infierno. Pero, alabado sea
Dios, por la Ley de Dios ves, admites y comprendes tu estado pecaminoso,
tu gran distanciamiento de Dios y tu gran necesidad de un Salvador.
Gálatas 3:24 dice que la Ley es el ayo que te conduce a Cristo como tu
única esperanza. Entonces, es la gracia de Dios lo que produce
arrepentimiento en tu corazón y fe en el Señor Jesucristo.
El Espíritu
Santo te enseñará cuan terriblemente sufrió Cristo por tus pecados, y esta
verdad será el medio que te lleve a aborrecer el pecado. Comprenderás que el Espíritu
Santo, al iluminar tu entendimiento e influenciar tus sentimientos, produce en
ti arrepentimiento –¡aun en ese corazón que parecía tan duro y estéril que no
se podría producir nada en él! Tu corazón será quebrantado y hecho fértil al
caer sobre tu alma el suave rocío de la lluvia de gracia sobre tu alma.
Entonces, por el Espíritu de Dios obrando en ti, verás una hermosura y una
gloria en el Señor Jesucristo que causará que lo desees (2 Cor. 4:4, 6; Job
23:3; Cantares 2:3). No sólo aborrecerás el pecado y sentirás gran tristeza por
él (2 Cor. 7:10, 11) sino que voluntariamente te volverás de él por fe
en Cristo al comprender lo que le ha hecho a él.
Entonces, Dios da
arrepentimiento al pecador, es uno de los dones gratuitos de su gracia. Y
quien quiere lo posea puede estar seguro de que la mano del Señor está sobre él
para siempre.
Pero vayamos más
adelante. ¡Dondequiera que hay un arrepentimiento real, es evidencia de la fe
en Cristo operando en el corazón! ¡Esto es evidencia de que estás vivo en
Cristo! Si tu corazón se ha apartado del pecado, si te postras en el polvo ante
Dios debido a tus pecados, si acudes a Cristo en la cruz realmente
penitente clamando “¡Señor, acuérdate de mí! ¡Señor, sálvame! Señor, ten misericordia
de mí y líbrame de caer en el pozo”, entonces hay en tu corazón arrepentimiento
y fe. No puedes separarlos, donde encuentras uno, encuentras el otro.
Tenemos esto
bellamente ilustrado en el caso del publicano que encontramos en Lucas: “Mas el
publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se
golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste
descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se
enaltece , será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (18:13, 14).
Fíjate bien, las palabras del salmista siguen siendo ciertas: “Cercano está
Jehová a los quebrantados de corazón; y salva a los contritos14 de
espíritu” (Sal. 34:18). Fue por pecadores como estos que nuestro Señor Jesús
sufrió en la cruz.
Por lo tanto,
salga y sea proclamado el mensaje en todos los pueblos debajo del cielo:
dondequiera un alma se arrepiente y se vuelve a Jesucristo con fe, la gracia de
Dios ya está obrando y le es otorgado perdón.
Arrepentimiento por la autoridad de Jesucristo
Sigamos
adelante. Nuestro Señor nos enseñó que el arrepentimiento predicado en el
nombre de Jesús es predicado por la autoridad de Jesús como Señor.
¡Escucha!
“Toda potestad
[autoridad] me es dada en el cielo y en la tierra, Por tanto, id, y haced
discípulos a todas las naciones...en mi nombre” (Mat. 28:19, 20).
Lo que está
diciendo es esto: En el nombre de Jesús es que se postra el pecador
arrepentido, y todas las fortalezas amuralladas de su corazón se derrumban ante
Dios. En el nombre de Jesús la legión de demonios fue sacada del hombre
que vivía en los sepulcros de Gadara.
En el nombre y
la autoridad del Rey Jesús, el pecador es librado por medio de la fe en su
sangre. Todos los pecados son perdonados, su poder es quebrantado y su
dominio desaparece. En la autoridad de su nombre tienes que acudir a ese
Trono de Gracia, que ha sido colocado por Dios mismo para el pobre pecador
(Heb. 4:16).
Dios promete perdón total al pecador arrepentido
El evangelio
promete al pecador un perdón total de todos los pecados que jamás
haya cometido, ya sea un pecado de pensamiento, palabra o acción; ya sea un
pecado de omisión om comisión.
(Los pecados de omisión
son las cosas que el Señor nos ordena hacer que no hacemos: Santiago 4:17
“Y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”. Los pecados de comisión
son las maldades que hacemos que el Señor nos ordena no hacer.) Este perdón
es tan grande como lo es total. Es un perdón de las ofensas ás horribles y más
repetidas: impureza, robo, blasfemia, violación, borrachera,
sí, prostitución, adulterio y aun homicidio. Es un perdón de los crímenes del
peor tipo, un perdón comprado con la sangre preciosa de Cristo. Cuando nos
volvemos a Dios con un arrepentimiento auténtico y confiamos en Jesucristo que
nos limpie por fe, ¡seremos salvos!
Esto es el
evangelio, la esperanza que Dios nos dice que ofrezcamos al pecador.
Esto no es Jonás, quien dijo “¡De aquí a cuarenta días Nínive será destruida!”
–no dijo nada de arrepentimiento.
Pero yo te digo
que la ira de Dios viene. Y enseguida te digo también que si te arrepientes y
te vuelves a Dios con un corazón quebrantado y un espíritu contrito, creyendo
la verdad del evangelio, entonces hay para ti perdón y remisión absolutos en la
sangre del Salvador. Porque “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado” (1 Juan 1:7). Porque a todos los que se arrepienten y creen en él,
esta sangre les limpia todos los pecados que prohíben a los hombres estar en la
presencia del Dios tres veces santo. Sí, proclamo perdón en el nombre de Jesús
para pecados como éstos. No son demasiado negros para ser perdonados por Dios.
¡No están arraigados tan profundamente que no puedan ser lavados por la sangre
preciosa de nuestro Señor Jesús!
¿Es el perdón de Dios para ti?
Pero alguien
puede decir: “No dudo que el arrepentimiento y la remisión de los pecados deben
ser predicados en el nombre de Cristo, y que tales cosas sean enseñanzas de
Cristo. Mi problema es: ¿son para mí?” Pues bien, ésta es una cuestión
que tienes que determinar bajo la dirección del Espíritu Santo. Pero déjame
hacerte algunas preguntas:
¿Te arrepientes
de tus pecados? ¿Sientes gran pesar por los pecados porque son la plaga de tu
corazón y la maldición de tu vida? ¿Aborrecesel pecado? ¿Te vuelves del pecado
queriendo vivir como el Santo Dios quiere que vivas?
Entonces te digo
a ti: si tienes este arrepentimiento, entonces cuentas también con esta
remisión de tus pecados. Cristo los puso juntos: “arrepentimiento y el perdón
de pecados” (Luc. 24:47). Y recuerda: Cristo te ha ordenado arrepentirte y
creer (Mar. 1:15). Lo que él ha ordenado, tú por su gracia puedes llevar a
cabo.
Pero si en
realidad no has sabido por experiencia lo que es el arrepentimiento, ¿quisieras
elevar esta oración? “Oh Señor, muéstrame la culpa de mi pecado, y hazme ver a
tu Hijo amado pagando esta culpa en mi lugar. Enséñame a sentir gran pesar por
mis pecados y a aborrecerlos, y dame la seguridad, por la enseñanza de tu
Palabra y por la gracia de tu Espíritu de que todos han sido perdonados en el
nombre de Jesús. Haz que pueda seguir mi camino regocijándome por ser un pecador
salvado por tu gracia soberana”.
¿Elevarás al Señor esta oración?
No hay comentarios:
Publicar un comentario